Menos de diez pasos separan la entrada de Embeblue de un cartel que, en inglés, viene a decir algo así como que “la tecnología cambia, pero las personas siempre siguen siendo las mismas”. Y Mikel Meoki, socio fundador de esta empresa, se define desde siempre como “un emprendedor en serie”. Ya había creado otras dos compañías cuando, trabajando entonces por cuenta ajena, percibió que el tsunami del Internet de las Cosas (Internet of Things -IoT-) llegaría más temprano que tarde. Decidió entonces aliarse con Simón Santesteban, un amigo de la carrera -ambos estudiaron Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad Pública de Navarra (UPNA)-, para fundar una firma especializada en la industria 4.0.
Con el “miedo” de “quizá haber empezado demasiado pronto”, los dos se instalaron hace poco menos de una década en una oficina pequeña, a la que pronto se incorporó otro ingeniero. Vivieron una primera época en la que “existía una especie de histeria por conectarlo todo: zapatillas, bombillas…”. Pero pronto fueron testigos de la adopción de esta tecnología por parte de la industria, que vio en los datos un instrumento imprescindible para garantizar no solo su crecimiento, sino también su mera supervivencia. “Bajar la persiana o encender la luz desde el sofá está muy bien -expone Meoki-, pero la gente realmente pone sensores porque estos les permiten ahorrar, ganar dinero o garantizar más seguridad en los procesos”.
Hace “unos tres o cuatro años”, y tras haber pasado por Burlada y Huarte, Embeblue dejó de ser “solamente una ingeniería” y pasó a convertirse además en fabricante. La idea era dar forma a sus propios diseños “con más agilidad” y “empezar a invertir en productos propios, más allá de los diseños a terceros”. En su sede, situada en Villava, acoge ahora a un equipo integrado por doce profesionales, que ha trabajado “en unos 150 proyectos” desde que se fundó la empresa y que tiene planes de “seguir creciendo”. Desde allí atienden a alrededor de 80 clientes, entre los que se encuentran Acciona o la Corporación Mondragon.
Uno de sus proyectos de mayor envergadura es el que realizó recientemente para Alstom, ferroviaria francesa con presencia en 70 países y una fuerte presencia en España. En concreto, la compañía navarra fabricó para la multinacional unos dispositivos que miden la vibración de los trenes y otros que miden la luminosidad, la temperatura, la humedad y los niveles de CO2 en el aire, entre otros parámetros.
Hace “unos tres o cuatro años”, y tras haber pasado por Burlada y Huarte, Embeblue dejó de ser “solamente una ingeniería” y pasó a convertirse también en fabricante.
Actualmente, por otra parte, la empresa testa de la mano de Saltoki -y gracias a la financiación del Gobierno foral en el marco de ayudas a la I+D-, un sistema antirrobo para cables de iluminación pública. “El cable de cobre está muy caro y, si un ladrón se lleva dos kilómetros de este, puede dejar sin luz a toda una carretera”, especifica Meoki.
El proyecto, que llevó a Embeblue a obtener su primera patente, se está probando en el Ayuntamiento de Huarte y en un par de localidades vizcaínas. “Si va todo bien, procederemos a su industrialización y comercialización”, baraja el socio fundador de la firma.
En paralelo, los ingenieros de la compañía elaboran la electrónica de unos sensores de fibra óptica “supernovedosos, que miden la vibración en las carreteras y permiten saber cuántos coches y camiones pasan por estas”, y en otros que registran la temperatura de los medicamentos que deben mantenerse refrigerados para conservar su efectividad. “De estos últimos ya hemos puesto entre unos sesenta u ochenta en farmacias de Navarra”, apunta Meoki.
Asimismo, y tras instalar un sistema para programar las campanas de una iglesia con distintas “musiquitas”, la plantilla de Embeblue trabaja en la elaboración de una especie de “espada”, que mide la temperatura de la espuma empleada en la fabricación de colchones; en unos sensores de radón -un gas radioactivo almacenado en espacios interiores y cuya exposición supone una de las principales causas de cáncer de pulmón-; en unos dispositivos para el regadío automático de cultivos; y en dos proyectos para el sector de la hostelería. Uno de ellos consiste en un sensor para la recogida de aceite en los restaurantes, y el otro en el cambio automatizado de barriles de cerveza. “Con el sistema, puedes cambiar hasta cuatro barriles a la vez y, cuando uno de ellos se vacía, se enciende el otro”, resalta este emprendedor.