El cielo luce algo encapotado en Estella. Al compás de un airecillo fresco, serpenteamos por las calles, atentos a las indicaciones de Google Maps. Entre curvas y cuestas, llegamos a nuestro destino. Un muro con un estallido de colores y dibujos variopintos contrasta con la finura de la fachada beige de la Asociación de Empresas de la Merindad de Estella (Laseme), donde nos espera Javier Aiape, su director de Estrategia Territorial. Antes de compartir su historia, se ofrece a enseñarnos algunos lugares emblemáticos de la localidad, y nosotros, con curiosidad, seguimos sus pasos.
Cruzamos un puente, dejando el río Ega atrás, y aterrizamos en la Iglesia de San Pedro de la Rúa. Allí, nuestro protagonista sonríe con elegancia a la cámara, mientras posa a los pies de la infinita escalera que conduce hacia la entrada del edificio. «¿Sabíais que Estella fue capital de España?», entona con simpatía. Orgulloso de su querida Navarra, menciona que, aunque nació en Pamplona, creció en un pequeño pueblo de apenas cien habitantes: Eslava. Los recuerdos se amontonan en su memoria cuando relata su infancia.
«Cuando salía de la escuela, corría a la viña para ayudar a mi padre», rememora tras indicar que su familia poseía una explotación de viñedos. Allí, en época de vendimia, trabajaba mano a mano junto a diez jornaleros, recogiendo y cortando los racimos de uvas. Al contemplar el terreno, que se extendía casi infinito ante él, una sensación de impotencia florecía en su interior. «Es imposible rellenar el remolque… No vamos a poder terminar esta viña a tiempo… Esto no se acaba nunca…». Miles de pensamientos alimentaban su frustración. Pero entonces, su padre se acercaba a su oído y murmuraba: «Venga, Aiape, saca ese poquico más que llevas dentro». Esa sencilla frase siempre le aportaba fuerzas para continuar.
UN ESPÍRITU RURAL Y DE JUSTICIA
Todos le conocen como «Aiape». Tanto es así que, cuando le nombramos, decide hacer una acotación: «Solo hay dos personas en el mundo que me llaman Javier: mi madre y tú». Entre carcajadas, prometemos enunciar su apellido siempre que le interpelemos. De hecho, comenzaron a llamarle Aiape en el colegio. Fue precisamente durante la etapa escolar cuando dos profesiones captaron su atención: la abogacía y la ingeniería agrónoma. «Al vivir en un entorno rural, tenía la motivación de hacer mejoras en la explotación agraria de la familia. Pero también sentía curiosidad por el derecho, porque quería trabajar para la resolución de conflictos y la justicia», explica. Con ese espíritu justiciero, formó parte del consejo escolar, donde trasladaba a los profesores los problemas y las inquietudes de sus compañeros de clase.
A pesar de que cuando llegó el momento de elegir se decantó por un «enfoque más industrial», su hija Ane actualmente estudia la carrera de Derecho, y su hijo Asier, Ingeniería Agrónoma. «Han continuado con aquellos valores con los que yo me crie», apostilla. Él, sin embargo, se decantó por realizar una FP en Mecánica con el fin de «conocer el mundo de la empresa desde sus puestos iniciales y con una visión práctica».
Al finalizar su formación, fichó por Viscofan, donde se encargó durante diez años de asegurar los estándares de calidad y productividad. «Durante ese tiempo, seguí ayudando en la viña familiar», añade para acto seguido subrayar lo mucho que le ha marcado el campo. Más tarde, trasladó aquellos conocimientos que adquirió en la compañía navarra al sector eólico. Así, se adentró en el mundo de las energías renovables de la mano de la multinacional Eiffage Energía, donde ocupó el cargo de responsable de Producción.
«Vi un nicho en el sector de las renovables ofreciendo servicio a tecnólogos eólicos y montando la electromecánica de los aerogeneradores»
Pero después de tres años en la firma, el «gusanillo» de emprender llamó a su puerta. «Vi un nicho en el sector de las energías renovables ofreciendo servicio a tecnólogos eólicos y montando la electromecánica de aerogeneradores», detalla. Y así nació Steel Transbiaga. Nuestro invitado define aquellos años como «muy intensos», durante los cuales logró desarrollar numerosos proyectos, especialmente en el extranjero. Brasil, México, Estados Unidos… Sin embargo, tras visitar infinidad de países, decidió regresar a Navarra junto a su familia. «Pasaba mucho tiempo fuera de casa, y sentí la llamada de mi tierra», concreta. A pesar de que dejó atrás el mundo del emprendimiento, hoy Steel Transbiaga continúa en pie, de la mano de su antiguo socio, que inicialmente se encargaba de aportar grúas para construir los aerogeneradores. Nuestro protagonista habla de la compañía con un brillo especial en la mirada, sabiendo que afrontó con éxito el reto con el que un día soñó. «Llegamos a facturar 10 millones de euros anuales», evoca.
AYUDAR «AD HOC» A LAS EMPRESAS
Su experiencia en la eólica y el comercio le brindó la oportunidad de incorporarse al Departamento de Desarrollo Económico y Empresarial del Gobierno de Navarra, donde permaneció tres años. Allí acompañó al consejero Mikel Irujo «en el apoyo a la actividad empresarial» y en numerosos «proyectos estratégicos». Pero el mundo volvió a sorprenderle en 2023, cuando la Asociación de Empresas de la Merindad de Estella irrumpió en su vida para ofrecerle el cargo de director de Estrategia Territorial.
A la par de su incorporación, Laseme también comenzó a colaborar con la Asociación Empresa Ribera (AER) en una misma estrategia de cohesión territorial. «Queremos liderar la transformación de la industria en Tierra Estella y la Ribera en los próximos años. Me gusta estar en contacto con las empresas de ambas comarcas para poder ayudarles ‘ad hoc'», defiende con firmeza.
Con más de 130 entidades asociadas, la asociación busca impulsar la competitividad de estas y fomentar empleo de calidad. «La tipología de las empresas es muy variada. Hay desde autónomos hasta multinacionales con más de 250 trabajadores, aunque el tamaño medio es de unos veinte trabajadores en plantilla», recalca. Además, el hecho de ser organizaciones empresariales «intersectoriales» hace que se abarquen ámbitos muy diversos: industria química, artes gráficas, automoción, agroalimentación, metal… Lo cierto es que en Laseme hay un lugar para compañías de cualquier naturaleza. Las últimas firmas que se han incorporado son las multinacionales alemanas Messer Ibérica, del sector de gases envasados, y Hahn Iberia, especializada en el reciclado de plástico.
REFORZAR EL SECTOR AEROESPACIAL
Se acerca el 25º aniversario de la asociación, que tendrá lugar el próximo octubre. Y, alegre, Aiape enumera sus objetivos. Así, anuncia que pondrá el foco en el camino que todo empresario recorre desde sus inicios. La aventura, de principio a fin, que consigue que «una idea se transforme en un proyecto empresarial». Atentos, prometemos seguir de cerca sus pasos.
Como objetivos más concretos, la asociación prevé liderar proyectos estratégicos en el sector aeroespacial: «Se ha visto que Navarra cuenta con un sector incipiente que aporta un alto valor tecnológico e innovador». De hecho, la entidad presentó la candidatura para albergar la Agencia Espacial Española en las instalaciones estellesas del Centro Tecnológico Miguel de Eguía. Aunque finalmente Sevilla se impuso al resto de aspirantes. «Se ha conseguido poner en valor al sector aeroespacial navarro. Vamos a promover encuentros de empresas del sector aeroespacial e impulsar proyectos que puedan ser estratégicos para Navarra», valora Aiape con positividad.
«En Laseme, la tipología de las empresas es variada. Hay desde autónomos hasta multinacionales con más de 250 trabajadores»
El cariño y la dedicación con la que habla de su trabajo y de su «querida» Navarra nace, quizá, de aquellos viñedos familiares de los que cuidaba de joven. Ahora, a sus 50 años, tiene «muy clara» una cosa: «El campo te devuelve todo lo que des». Ya se lo decían los más mayores de Eslava, sentados en un banco, cuando le veían pasar de camino a la viña: «Cuantas más horas metas, mejor saldrá el producto». Aquella frase se quedó grabada a fuego en su interior, y la aplica a todos los ámbitos de su vida.
Parece que conversar sobre el campo ha sido la excusa perfecta para revelarnos su gran hobby: el cultivo de olivos. Los fines de semana acude religiosamente a la explotación familiar, que todavía aúna exquisitos productos agrarios, y contempla los árboles. En su calendario, hay unas fechas especialmente importantes: «La oliva se recolecta de forma manual en los meses fríos, como noviembre o diciembre. Antes tenía dificultades para encontrar voluntarios que me ayudaran a recolectarlas».
Tras una breve pausa, añade que se le ocurrió una idea para afrontar ese problema. «Organizamos una cena con los que participamos en la recolección y disfrutamos de una buena juerga. ¡Antes no encontraba voluntarios para recoger la oliva y ahora hay lista de espera!», exclama. De pronto, nos invita a formar parte de este evento tan especial, y apuntamos la fecha en nuestro calendario. «Os hablaré cuando se acerque el día, ¿eh? Os va a gustar mucho. En Navarra tenemos algo que el resto de regiones no tienen: nosotros siempre podemos sacar ese poquico más que llevamos dentro».