Idoia Labayen nació en Pamplona hace 53 años. Su licenciatura en Ciencias Biológicas por la Universidad de Navarra, donde también se doctoró en Fisiología y Nutrición, así como los estudios de postgrado que cursó en las universidades de Salamanca y Granada, versaban igualmente sobre la nutrición. También dos estancias investigadoras postdoctorales que le llevaron al Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) en 2009 y 2010 y otra, en 2012, al Diabetes & Obesity Discovery Institute del Georgia Prevention Institute (Augusta, Georgia, Estados Unidos). Deducimos, a la vista de su formación, que sabía a lo que quería dedicarse, pero lo niega entre carcajadas: “¡Qué va! Con 18 años no tenía claro que iba a hacer”. Sorprendentemente el básquet condicionó su decisión.
Jugaba en Primera División con el histórico Club Baloncesto Navarra y quería compaginar el deporte con los estudios. “Me gustaban tres carreras muy dispares. Hice los previos de Historia y Ciencias Biológicas y, aunque me apunté a Físicas en Zaragoza, la descarté porque quería seguir jugando. Elegí Biológicas porque era más abierto y ofrecía más posibilidades profesionales. Hice los dos primeros cursos pensando si no hubiera estado mejor en Físicas pero cuando me centré en la biología molecular ya me sentí mucho más contenta”. El baloncesto también influyó en los inicios de su carrera profesional porque su marido, Juanjo Urdiáin –asimismo profesor de la UPNA-, llegó a jugar en la liga ACB. “Elegimos ciudades en las que pudiésemos compaginar deporte y trabajo. Parece que uno elige la carrera sabiendo a qué se va a dedicar, pero es la vida la que te va llevando”.
“De nada sirve que recomendemos comer fruta y pescado si su precio hace que algunos, bastantes, no puedan comprar esos productos”.
Uno de los lugares donde vivieron fue Granada, cuya universidad era sede de la mejor escuela de nutrición del país con investigadores de gran renombre como su director, José Mataix. “Era una persona que te entusiasmaba, te enganchaba, hice un máster con él”. Su futuro parecía ir definiéndose y, sin embargo, aún tenía dudas. “No sabía si dedicarme a la investigación o a la práctica más clínica. De hecho, trabajaba como nutricionista en una clínica y hacía algo de investigación, iba probando”. Fue el director de su tesina, el profesor de la Universidad de Navarra Alfredo Martínez, quien le convenció para que se consagrara a la investigación. Hace un paréntesis y mueve la mano de un lado a otro. “A veces son simples casualidades las que hacen que acabes en un sitio”, insiste pensativa. Sea como sea, estamos ante una autoridad en materia de nutrición. No en vano figura entre las 22 personas más influyentes del año 2022 para Navarra Capital, que también la invitó a formar parte del jurado que otorgó VI Premios Alimenta Navarra. Además, ha recibido numerosos galardones y reconocimientos.
Profesionalmente siempre ha estado vinculada al mundo universitario. Primero en la Universidad de Navarra, donde trabajó como investigadora colaboradora y profesora asociada de Fisiología y Nutrición entre 1997 y 2002. Después, y hasta abril de 2017, fue profesora titular de Nutrición y Bromatología en la Facultad de Farmacia en la Universidad del País Vasco, de donde salió para incorporarse a la Universidad Pública de Navarra, donde es profesora titular de Fisiología Humana del Departamento de Ciencias de la Salud. No obstante, sigue vinculada a la UPV como docente del Máster Universitario Nutrición y Salud.
Como investigadora, se ha centrado en el estudio metabólico y el tratamiento de la obesidad, especialmente en la infancia y la adolescencia. Nos interesamos por la situación y se le ensombrece el rostro. “La verdad es que estamos muy frustrados, probablemente esta generación va a vivir mucho peor en términos de salud que la nuestra. Parecía que se había estabilizado el crecimiento de la prevalencia de la obesidad infantil, pero con la pandemia se están disparando las cifras”.
Cree que las advertencias que hacen los científicos sobre la gravedad del problema no llegan con nitidez a la sociedad. “Por eso me he acercado a personas y fundaciones que tienen más capacidad de comunicación. Para mí ha resultado muy satisfactorio colaborar con la Gasol Foundation porque a Pau Gasol lo escuchan. Haces un trabajo que no es tan relevante científicamente, centrado en una recogida de datos, pero él consigue que el Ministerio de Sanidad se interese, que acuda a la presentación de resultados o que se abra ya por fin un plan de acción nacional y que se implique al Comisionado de la Pobreza Infantil. Porque esto afecta fundamentalmente a las personas con menos recursos”.
“Estamos muy frustrados, probablemente esta generación va a vivir mucho peor en términos de salud que la nuestra”.
Reconoce que es un problema muy complejo, del que los niños son las víctimas. “Ellos no hacen la compra ni la comida, la televisión les presenta como superatractiva la celebración de todo tipo de cosas con comida de bajísima calidad nutricional, consumen cantidad de azúcar sin saberlo…”. Además, la obesidad afecta a su autoestima. “Trabajamos con niños que tienen rasgos de ansiedad y depresión evidentes, en muchos casos sufren aislamiento en el colegio”. ¿Solución? “Hay que implicar a los padres mucho más y trabajar para que sean accesibles nuestros consejos. De nada sirve que recomendemos comer fruta y pescado si su precio hace que algunos, bastantes, no puedan comprar esos productos”.
AL FRENTE DEL IS-FOOD
Por otra parte, una mejora de los estilos de vida redundaría en beneficios para la salud, de ahí la insistencia de Idoia Labayen en la conveniencia de practicar cualquier deporte y apunta que las chicas, al llegar a la adolescencia, abandonan con mayor frecuencia la actividad física. Una circunstancia que no se da tanto entre los hombres. “Además, el deporte fomenta valores como el trabajo en equipo, el esfuerzo… Es un buen ambiente para educar”. Sin deporte, y con unos trabajos y un ocio cada vez más sedentarios, nuestra salud se resiente: “El sedentarismo es la cuarta causa de mortalidad”.
Por todo eso, hace un mes aceptó el reto de dirigir el Instituto de Innovación y Sostenibilidad en la Cadena Agroalimentaria (IS-FOOD), uno de los seis institutos de investigación con los que cuenta la UPNA y cuya finalidad es producir, innovar y promover alimentos seguros, sostenibles y saludables. Bromea un poco al señalar que hace cuatro años llegó al centro y aún no sabe “cómo funciona todo” mientras hace el gesto de querer abarcar todo el campus. “No sé cómo he llegado hasta aquí, bueno, porque me he dejado”, insiste entre risas al tiempo que no puede ocultar su satisfacción al explicar qué es el IS-FOOD.
Está al frente de un equipo multidisciplinar de 70 personas que abordan la investigación y la innovación de los nutrientes de forma integral al cubrir todos los eslabones y agentes implicados en la cadena alimentaria: desde la producción de materias primas hasta el consumidor, siempre desde la óptica del respeto al medio ambiente.
“Tratamos de dar respuestas globales. De hecho, el instituto se alinea con la estrategia europea ‘De la granja a la mesa’ y para eso tenemos expertos en cada uno de los pasos, desde el suelo a la producción primaria, tecnología de los alimentos, nutrición, economía agraria… Tenemos que avanzar hacia sistemas agroalimentarios más saludables y sostenibles de la mano de productores y empresas. Jugamos con la investigación y lo que llamamos transferencia, la aplicación de los resultados de esas investigaciones en un sector tan potente y estratégico para Navarra. Mi intención es acercarnos e impulsarlo todavía un poquito más”.
“¡Carne y vegano en la misma frase! A veces nos dejamos llevar por modas que…”.
Sería imposible reproducir aquí todos los campos de investigación que abarca el IS-FOOD, entre los que nos llama la atención el de la relación de los estilos de vida con la salud mental de los adolescentes. Pero cuando su directora dice que “hay gente muy buena trabajando en nuevas texturas y composiciones”, aprovechamos para preguntarle qué opina del oxímoron de la carne vegana y vegetal u otras alternativas alimenticias.
Antes de contestar, se ríe y lanza una exclamación. “¡Carne y vegano en la misma frase! A veces nos dejamos llevar por modas que…”. En ese punto, se pregunta “por el esfuerzo que se dedica a cuestiones para las que tenemos soluciones más económicas, sencillas y naturales”. “Igual es preferible mejorar la calidad de lo que producimos y fomentar el consumo ‘kilómetro cero’, favoreciendo de paso a un sector que emplea a muchísima gente”.
¿Idoia Labayen ha probado, por ejemplo, la carne de origen vegetal? “No. Me producen rechazo alimentos supuestamente mejores para la salud hechos a base de mucha química. Mirad lo que pasa con la leche: la mejor forma de prevenir la osteoporosis es dotar a los huesos de una buena densidad mineral en la infancia y, para eso, la leche es imprescindible. Es un producto muy nutritivo, encima muy barata, pero vas al supermercado y te encuentras leche de soja enriquecida en calcio. Solo la denominación ya chirría. Como nutricionista diré que ese calcio no se absorbe, pero además no es una leche y cuesta cuatro o cinco veces más que la de vaca de toda la vida. Lo que decía antes, o no sabemos comunicar o nuestro mensaje no es tan sexy como el de quienes fabrican esas cosas”.
200 KILÓMETROS DIARIOS
Alegamos que quizá nuestras ajetreadas vidas tampoco favorecen una alimentación sana, pero responde que todo es cuestión de organizarse y que la industria agroalimentaria hace grandes esfuerzos para poner a nuestra disposición platos saludables. Una línea que intuye que va a desarrollarse “porque hay mucha gente preocupada por su salud alimenticia y la industria es consciente de que el exceso de grasa y de sal de la comida lista para calentar no tiene futuro”. “En algunos países ya se grava con impuestos. Nuestra idea en el IS-FOOD es apoyar a las empresas en ese camino”.
Siempre nos quedará volver a la dieta mediterránea, comentamos, pero Idoia Labayen casi lo da por descartado. “Prácticamente ha desaparecido de nuestras vidas, es un modelo que apenas se sigue y al que debíamos volver por ser saludable y sostenible”.
“Cuando hice las estancias postdoctorales en Suiza y Estados Unidos me llevé a mis dos hijos”.
Sin duda, la suya es una de esas vidas ajetreadas. Tiene que compaginar docencia, investigación y la dirección del IS-FOOD con los compromisos y viajes que todo eso comporta, además de la vida personal. Otras mujeres científicas que hemos entrevistado nos han hablado de las dificultades con las que han tropezado en su carrera profesional. ¿Es su caso? “Es lo que tiene ser mujer orquesta”, bromea.
Admite que es complicado, aunque ya ha superado la fase de crianza de sus hijos, dos chicos de 21 y 22 años que estudian Ingeniería y Medicina y, por supuesto, practican el baloncesto. Pero siendo más pequeños, y durante catorce años, iba diariamente desde Pamplona a Vitoria para dar clase en la UPV. “Para una mujer, la carrera académica es muy exigente y complicada si tiene niños porque debe seguir dando clase, publicando, participando en proyectos… Cuando hice las estancias postdoctorales en Suiza y Estados Unidos, me los llevé. A veces doy charlas sobre mujer y trabajo y muestro una gráfica en la que se ve cómo mi producción científica se resentía cuando eran pequeños. Y eso que en casa nos repartíamos las tareas. Los hombres pueden mantener una línea más constante y eso nos relega porque tenemos que ir acreditando el currículum y a nadie le importa si no lo has hecho porque has tenido un hijo. Por eso, nos hemos propuesto apoyar más aquí a las jóvenes investigadoras. Les toca aplazar la maternidad porque necesitan acreditarse y publicar, y eso no puede ser”.
En esa esfera familiar, ¿se permite alguna licencia alimentaria? “Por supuesto, como todos, ja, ja, ja. Como muy sano en general, pero de vez en cuando en mi casa se come pizza, muy de vez en cuando. Durante muchos años, siendo mis hijos aún pequeños y como estaba muy concienciada, la verdad es que no entraba en casa comida rápida o precocinada. Tanto por la salud como porque los niños aprenden de lo que dices y haces. ‘¡Esto es un aburrimiento!’, se quejaban”.