El sol, ardiente, se alza sobre Cabanillas. Cinco niños serpentean entre las casas del pueblo, cuesta arriba, rumbo a los depósitos de agua. “¿Qué plan tenemos hoy?”, se preguntan unos a otros. Para unos críos, el verano en el campo brinda opciones infinitas. Con entusiasmo, Iñaki Vallejo invita a sus amigos a seguirle. Se le ha ocurrido una idea. Se sientan en el suelo, colocados en forma de corro. “Hoy vamos a hacer canicas de arcilla”, propone. Los ingredientes son pocos y fáciles de conseguir: basta con mezclar agua y barro, y moldear la pieza con las manos.
“Siempre fui mañoso”, reconoce ahora tras detenerse a pensar unos minutos en su infancia. En su memoria, los recuerdos que le dejaron huella se enlazan unos con otros, casi como un torbellino: “Éramos un poco traviesos. Nos gustaba hacer rabiar al alguacil. ¡Muchas veces incluso nos perseguía con su vara!”.
Aquella revoltosa cuadrilla andaba continuamente de aquí para allá realizando trastadas y, cuando cometían juntos algún pequeño acto “vandálico”, corrían a la velocidad del rayo para refugiarse en el campo. “A veces robábamos fruta y nos buscaban por el pueblo”, apunta entre risas. El momento cumbre del día llegaba con el runrún de un vehículo que reconocían a kilómetros: el camión de los helados. Cuando abría sus puertas y los mayores descargaban el contenido del tráiler, los cinco amigos se abalanzaban sobre los helados, cogían los que podían y huían de allí a la carrera.
Lo realmente curioso de todas estas anécdotas, que Iñaki relata como si formaran parte de una entrañable película, es que ahora, a sus 54 años, trabaja curiosamente en el campo de la seguridad. “¡Antes era un pícaro y ahora me dedico a todo lo contrario!”, exclama entre carcajadas para acto seguido aclarar que “eran cosas de niños”. Y es que, desde el pasado noviembre, este cabanillero es propietario de Autollave GT, un conocido comercio de Tudela ubicado en el interior del Alcampo y especializado en la copia de llaves residenciales, automoción y mandos automáticos.
ENTRE CERRADURAS Y LLAVES
La aventura comenzó, como muchas de las grandes historias, con una casualidad. “Se me rompió la llave del coche y busqué una tienda para arreglarla. Había oído que en Autollave GT podían ayudarme”, narra. Entonces, al detenerse en el escaparate del establecimiento, fijó la mirada en un cartel: “Se traspasa por jubilación”. En ese preciso instante, comenzó a picarle la curiosidad. El fondo rojo del local, trabajar entre alicates, mosquetones, candados… Había algo en aquel oficio que captó su atención. Y, así, se sembró en su interior una duda: “¿Qué pasaría si cojo el testigo y me lanzo a la aventura?”.
El primer paso fue contactar con su amiga Eva, que conocía al dueño y que, de hecho, ahora también trabaja en la empresa. “Ella nos presentó y enseguida nos pusimos manos a la obra”, relata sintiéndose enormemente agradecido por la oportunidad que Rafael Labarga le brindó. Un mes y medio fue tiempo suficiente para aprender a desenvolverse en la profesión, pues Labarga, como buen maestro, le transmitió todos sus conocimientos: “Estaba encantado. Quería dejar su negocio en buenas manos y yo fui un golpe de suerte. Siempre me decía ‘Iñaki, ¿por qué no te había conocido antes?’. Ahora somos muy amigos y, de vez en cuando, se pasa por la tienda para hacernos una visita”. En un negocio como este, encontrar un relevo no es nada sencillo. Por eso, también Labarga está agradecido.
Ya desde su juventud, a Iñaki le gustaba aprender de manera autodidacta. “Siempre me han interesado la electricidad y la electrónica. Tengo conocimientos, pero con la formación de Rafael he crecido muchísimo más”, resalta. Pero lo que verdaderamente le apasiona es el hecho de estar “cara a cara” con el usuario: “Escuchar los problemas de la gente y buscar la mejor solución es una tarea muy bonita. Me hace sentir realizado”. Tras trabajar en la Cooperativa San Isidro de Cabanillas, en el departamento de ventas de la compañía Algecosa y en dos ferreterías, pronto se percató de que disfruta hablando y resolviendo problemas.
CLIENTES QUE SON AMIGOS
Personas que han perdido las llaves de casa, mandos automáticos que no funcionan, llaves partidas por la mitad… Su día a día está repleto de rompecabezas que debe resolver. Al repasar en voz alta todas las tareas que lleva a cabo en el local, de pronto aparece en su mente una anécdota que le provoca una tierna sonrisa: “A un cliente le fallaba la programación de sus llaves del coche. Tenía un deportivo negro al que llamaba ‘la cucaracha’ y estaba desesperado porque nadie podía solucionar su problema. ‘¡O me lo arreglas tú o quemo el vehículo!’, me decía”. Finalmente, Iñaki encontró la solución, y hoy ese cliente incluso le deja conducir su automóvil.
“Escuchar los problemas de la gente y buscar la mejor solución es una tarea muy bonita. Me hace sentir realizado”
Algo que destaca en Autollave GT es su esencia familiar. “En Tudela todos me conocen. Me saludan y me preguntan qué tal el día. Incluso hay clientes que pasan a ser mis amigos”, constata alegremente.
La idea de Iñaki es continuar con el modelo de negocio del anterior propietario y mantener ese trato cercano. De hecho, en el establecimiento sigue como empleado Imanol, un joven de 21 años que antes trabajaba bajo las órdenes de Rafael Labarga. Cuando llegue el momento de la jubilación, probablemente será él quien coja el relevo: “Su padre estudió conmigo en el colegio. Resulta que nos conocemos desde hace años. Le gusta este negocio y, si él quiere, podrá ocupar mi lugar”.
Lo cierto es que Iñaki percibe su labor en la firma como una inversión de cara a su jubilación. “Eva y yo lo vemos como un plan de pensiones”, constata. Algunos días atienden a treinta personas, otros a cincuenta… Lo cierto es que “siempre hay algo que hacer”. Tanto es así que, mientras presta atención a Navarra Capital, son más de cinco los usuarios que solicitan sus servicios. Al son de varios saludos, le preguntan: “¡Iñaki! ¿Cómo estás? ¿Tienes mucho jaleo? ¡Te veo contento!”. Él sonríe y, en un murmullo, comparte una confesión: “Estas pequeñas cosas me hacen muy feliz”.