La inteligencia deportiva es la capacidad de comprender lo que está sucediendo en el contexto del deporte: reglas, normas, interpretación de situaciones, toma de decisiones… En el desarrollo de una actividad entran en juego multitud de factores que pueden determinar el éxito o fracaso. “No es lo mismo la inteligencia que tiene que aplicar en su deporte un nadador o un escalador que un jugador de baloncesto”, indica Javier Pérez, director de la Cátedra Fundación Sanitas de Estudios sobre Deporte Inclusivo de la UPM. “Esas habilidades intelectuales tienen mucho que ver en el contexto en el que se desarrollan, ya sea en una competición, un entrenamiento, en la iniciación deportiva o en el deporte de alto rendimiento”, apostilla acto seguido.
Este tipo de inteligencia, por tanto, supone un proceso que contiene varios momentos de preparación, la capacidad de dirigir tu atención y pensamientos, la motivación, la relajación y la resiliencia. Y todo ello se puede entrenar. “Hay muchos deportistas que no son capaces de medirse o regularse mientras entrenan o compiten. Por eso, es fundamental adecuar la frecuencia de ejecución a las demandas de la prueba”.
La toma de decisiones es uno de los aspectos que más se valora en los deportes colectivos. Futbolistas como Xavi Hernández, Andrés Iniesta o Xabi Alonso se convirtieron en auténticos referentes a la hora de saber dar el pase adecuado en el momento preciso dentro de un terreno de juego. “El deportista percibe la situación y ejecuta en función de la posición tanto de sus compañeros como de los oponentes. Es importante que el entrenamiento se enfoque no solo en el gasto energético, sino también en la línea de toma de decisiones”, señala Pérez.
“En el baloncesto y otros deportes, los jugadores que llegan a la elite, curiosamente, han nacido en los seis primeros meses del año”.
En ocasiones, el paso del tiempo es fundamental para que el deportista madure en los dos niveles: físico y comprensivo. Pero, además, el director de la Cátedra Fundación Sanitas de Estudios sobre Deporte Inclusivo de la UPM acompaña su razonamiento con una curiosa apreciación: “En el baloncesto y otros deportes, los jugadores que llegan a la elite, curiosamente, han nacido en los seis primeros meses del año”, comenta. En ese sentido, explica que, en el momento en el que fueron seleccionados y empezaron a tener protagonismo por su rendimiento, “los entrenadores se fijaron en los que se habían desarrollado físicamente antes”. Por eso, “seguramente fueron dejados de lado deportistas con un potencial tremendo a nivel táctico o comprensivo, pero que no se habían desarrollado en ese momento”.
UNA HERRAMIENTA ÚTIL EN EL ENTORNO LABORAL
El mundo laboral no es ajeno a la inteligencia deportiva. Y muchas de estas decisiones pueden aplicarse perfectamente en ese entorno. “Lo vemos en los deportistas de alto nivel que luego acaban trabajando, compartiendo las habilidades que han entrenado o adquirido en un centro de alto rendimiento”. Esas destrezas adquiridas las llevan a las empresas para que estas puedan inspirar, motivar y dar herramientas a sus empleados.
“Si alguien te ve cómo lanzas a canasta, cómo golpeas al balón o subes una vía de escalada, inmediatamente recibes un feedback de tu desempeño en esa actividad”.
Según la disciplina deportiva, la importancia entre lo físico y lo intelectual varía ya que, por ejemplo, en pruebas de atletismo, como los 100 metros lisos, las condiciones físicas son lo más determinante.
En cambio, en los deportes colectivos ocurre lo contrario, con gran predominancia del aspecto cognitivo. “El deporte lo bueno que tiene es que te dice muy rápidamente cuales son tus habilidades”, sostiene Pérez. “Si alguien te ve cómo lanzas a canasta, cómo golpeas al balón o subes una vía de escalada, inmediatamente recibes un feedback de tu desempeño en esa actividad”. Y explica que esto, trasladado al ámbito laboral, “se resume en tener muy claro cuál es mi rol dentro de mi empresa, cuál es mi trabajo diario y a quién tengo que rendir cuentas”.
Pérez también destaca la importancia de ir en la misma dirección dentro de la empresa y recuerda las palabras pronunciadas por el consultor y conferenciante Enric Lladó en un acto al que acudió recientemente. “Hoy en día, hay compañeros de trabajo que compiten entre sí por el rendimiento laboral o el reconocimiento de los superiores, cuando al final se trata de saber qué rol tiene cada uno y competir, no entre nosotros, sino con la empresa de al lado, con la que compartes nicho de mercado”, sentencia el conferenciante.
La eficiencia en el trabajo y el liderazgo son dos aspectos que se trabajan en el deporte y que también tienen un valor fundamental para el día a día de las empresas: “Hay que saber pedir a las personas siendo conscientes de que igual ese trabajador no tiene las herramientas ni el conocimiento necesarios”. Por eso, considera importante “generar las expectativas adecuadas sobre la base de los retos y los medios que uno tiene”. Por ejemplo, “muchas veces echamos más horas de las que queremos y, a lo mejor, teniendo la clave de lo que tengo que hacer o el apoyo necesario, puedo evitar alargar la jornada laboral”.
“Es importante determinar las metas y que estas estén bien ajustadas a las posibilidades de cada uno”.
También la frustración en el terreno laboral presenta importantes similitudes con la vivida por parte de los deportistas, así como el papel del entrenador o el jefe de la empresa. “Es importante determinar las metas y que estas estén bien ajustadas a las posibilidades de cada uno”, aconseja. Y pone un ejemplo: “Es habitual ver a jugadores que se enfadan consigo mismos porque no han sido convocados. Aquí es importante el locus de control. ¿Qué posibilidad tengo yo para influir en la decisión del entrenador?”.
Seguramente, ninguna. “¿Cuál es mi locus de control? Lo que yo puedo y debo hacer es mejorar mi desempeño, hacer lo que el entrenador me dice y dar lo mejor de mí. Si yo he hecho eso, no tengo por qué sentir frustración ya que la decisión no depende de mí, depende de él y es su problema. Así la frustración es mucho más manejable”, concluye.
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