Iosune Berruezo, una de las jugadoras que llevó al Itxako a División de Honor, define el balonmano como un deporte muy noble. Sostiene que, en cuanto un jugador cae al suelo, siempre va a haber alguien que le tienda su mano para ayudarle a levantarse, aunque sea del conjunto opuesto. “Es una rivalidad sana. Sabes que, tras una pugna, el que está en enfrente te va a asistir para que puedas seguir adelante, da igual que sea un contrario”.
De hecho, esa empatía con la que convivió dentro del deporte es la que intenta extrapolar a Maia, su nuevo proyecto de mediación para empresas y asuntos de carácter social, recién inaugurado en Villava (Navarra). En este caso, el equipo de Berruezo está formado por cuatro profesionales: tres mediadores (entre los que está ella como abogada y mediadora, un auditor y una especialista en mindfulness y desarrollo personal) y una psicopedagoga.
De hecho, este nuevo proyecto profesional también le lleva a recordar cómo se trataban los conflictos en el balonmano: “Una empresa es como un equipo. Todos tenemos que estar compenetrados y saber las jugadas. En este caso, el entrenador es el mediador, que busca la forma de seguir adelante”, ejemplifica. Y, precisamente, la primera desavenencia con la que le toco lidiar fue en el ámbito deportivo, cuando todavía ni si quiera imaginaba que su carrera profesional terminaría vinculada a ese sector.
“Una empresa es como un equipo. Todos tenemos que estar compenetrados y saber las jugadas. En este caso, el entrenador es el mediador, que busca la forma de seguir adelante”.
Berruezo comenzó a entrenar en esta disciplina con diez años. Al principio como una simple extraescolar en su colegio de Villava. Pero terminó formando parte de una plantilla que lo ganó todo. Su equipo se alzó campeón de la liga en todas las categorías (Alevín, Infantil, Cadete y Juvenil). Jugó en Primera División con el Beti Onak. Estar en esta categoría fue una circunstancia que dio pie a que algunas jugadoras de Oberena, equipo femenino de máximo nivel en Navarra en aquel momento, recalasen en sus filas. Algo que cambió la plantilla: “Ellas estaban en División de Honor. Y cuando nosotras llegamos a jugar en primera y segunda, venían todas las que caían de ese equipo. El problema fue que ellas se iban quedando como jugadoras principales de nuestra plantilla y no nos gustaba. Lo consensuamos y decidimos irnos de Villava. Creamos un nuevo equipo que bautizamos como Etorkizuna, que significa ‘futuro'”.
De esta forma, querían buscar la mejor solución para las integrantes “de siempre”. La consecuencia, que estuvieron un año sin tener un lugar en el que entrenar. Ante la imposibilidad de quedarse en Villava, porque ya existía un club, pasaron un año rotando por diferentes localizaciones: jardines de casas, las pistas de hockey de Aranzadi… “Lo que defendíamos era que las chicas que llevábamos en el equipo desde la base pudiésemos jugar, fuera en la categoría que fuera. No teníamos mucho dinero, y era la manera de seguir adelante”, relata.
Con Etorkizuna llegaron todavía más alto. Tras consagrarse en Primera División, se fusionaron con el Itxako para poder permanecer en la categoría. Así nació el Etorkizuna-Itxako. Con esta sinergia consiguieron llegar a División de Honor, lo que depararía un nuevo giro en la evolución de la plantilla: “En la máxima categoría hubo una nueva política de fichajes. Solo se quedaron cuatro de las que habíamos comenzado el proyecto, y trajeron jugadoras extranjeras. Fue un poco disgusto porque habíamos peleado muchísimo”. Una etapa que terminó con sensaciones encontradas. Les volvió a pasar lo mismo, pero esta vez habían llevado al equipo de Estella al máximo nivel gracias a su buen hacer.
Berruezo asegura que el deporte ha dejado una gran huella en su vida, también a la hora de emprender su camino en el ámbito laboral. “Los valores que me ha dado el balonmano valen más que cualquier título que me haya podido sacar”, defiende. Además de constituir Maia, también ejerce como administradora concursal en un despacho de abogados pamplonés que dirige junto a otros dos compañeros; es administradora solidaria de Elizalde y Berruezo Administradores Concursales; y, hace poco, emprendió ACT Nordest, asociación de asesoramiento para empresas con problemas relacionados con este ámbito: “La abogacía quizá parezca una profesión individual, pero la realidad es que necesitas rodearte de los mejores. No vale de nada que tu seas muy bueno si no puedes abarcar todo. En ambas sociedades, yo cuento con compañeros que son como mi equipo de balonmano, pero en el ámbito profesional”.
Su siguiente destino deportivo fue Anaitasuna. Un club con una gran trayectoria en este deporte, pero que en aquel momento no tenía equipo femenino. Sin embargo, ganaron la liga y de nuevo, subieron a Primera. En aquel instante, Berruezo decidió dejar el deporte para continuar con sus estudios: “Estaba terminando Administración y Dirección de Empresas. En el último año me fui a Bélgica y no seguí en el club por incompatibilidad”. En 1998, acabó la carrera y comenzó Derecho. Entonces volvió a jugar, dentro del equipo de la Universidad de Navarra (2004 -2008).
“Tenemos los juzgados saturados, vivimos en un constante ‘yo te demando, yo te denuncio’… El fin es cambiar esa mentalidad, ya que las personas son capaces de solucionar muchos problemas sentándose a hablar”.
Tal es el vínculo que mantiene con la plantilla junto a la que creció que sus integrantes formaron un grupo de WhatsApp, a través del cual mantienen el contacto. “El balonmano me ha dado grandes amigas. En Navidades nos juntamos para hacer un partido y, después, nos vamos a comer juntas. Aunque no nos veamos a menudo, es como si no hubiese pasado el tiempo”, subraya.
EL VALOR DE LA MEDIACIÓN
Berruezo considera que la sociedad, en su gran mayoría, no tiene herramientas de gestión emocional. Y, precisamente, el control de lo que cada uno siente es imprescindible para poder negociar sin bloqueos: “Tenemos los juzgados saturados, vivimos en un constante ‘yo te demando, yo te denuncio’… El fin es cambiar esa mentalidad, ya que las personas son capaces de solucionar muchos problemas sentándose a hablar. Los abogados, en realidad, somos mediadores encubiertos y gran parte de nuestro trabajo es intentar llegar a acuerdos con las otras partes”, remata.
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