jueves, 12 diciembre 2024

Javier Armentia, una vida gestionando las estrellas

Llegó a Pamplona en 1990 para poner en marcha el Planetario de Pamplona, teóricamente para un breve lapso en su carrera académica. Pero treinta años después sigue en la entidad, dando a conocer el Universo y fomentando el pensamiento crítico a través de todos los medios a su alcance. Una labor que le apasiona y que compagina con la difícil gestión de tan singular infraestructura.


Pamplona - 1 abril, 2021 - 00:02

Artículo patrocinado por BANCO SABADELL

Javier Armentia se incorporó al proyecto del planetario en 1990 y, desde entonces, lo había dirigido. (Foto: Ana Osés / archivo)

Hace más de diez años decía, en una entrevista, que pese a su largo historial de lucha contra las pseudociencias no se tenía por un abanderado del escepticismo. “Más bien, soy uno más de los muchos que intentamos, de vez en cuando, poner un poquito de racionalidad. Y diría que con escaso éxito”. Desde entonces ¿su quijotesca batalla ha dado algún fruto? Javier Armentia resopla, ríe discretamente y responde. “Si en aquélla época la gente podría haberme dicho que no fuera tan negativo en mi análisis, creo que ahora pocos dudan de que la racionalidad no es nada normal en el transcurrir de las cosas”. Pone como ejemplo los bulos que circulan por las redes sociales, las disparatadas teorías de la conspiración… “He fracasado, y me parece que hemos fracasado todos“.

Pero sigue en su empeño de fomentar el pensamiento crítico. Lo hizo desde la presidencia de la sociedad dedicada a su fomento y ahora desde la dirección del Planetario de Pamplona, en todos los foros donde participa y también mediante sus colaboraciones en los medios de comunicación, siempre descifrándonos la ciencia de forma tan rigurosa como amena. Es a lo que ha dedicado casi toda su vida este vitoriano de 58 años, a quien se le ocurrió estudiar Astrofísica: “Era un buen estudiante, pero en BUP no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Me gustaba mucho la creación y pensé en hacer Bellas Artes o Arquitectura. Quizá se deba a que mis profesores de matemáticas, física y química hicieron que me gustaran esas asignaturas. A eso hay que unir que, como siempre me había interesado el cosmos, me plantee, al principio sin demasiada convicción, ser astrónomo. Y acabé licenciándome como astrofísico en la Complutense de Madrid”.

“Opté por el planetario frente a la universidad. Me pareció algo bonito porque ya me dedicaba a la divulgación científica”.

Terminó en 1984 con el mejor expediente y pocas expectativas de trabajo. Pero entonces, empezaron a llegar a España importantes multinacionales de la informática y Telefónica creó su gran centro de desarrollo en Madrid, con lo que se abrieron oportunidades laborales por las que se decantaron muchos de sus compañeros de la facultad de Físicas ante la repentina necesidad de gente con formación científica. Sin embargo, él prefirió “seguir en la universidad y mirar al cielo”. “Desde el principio tuve muy claro que no iba a hacer nada útil en la vida”, afirma riéndose. Permaneció en la Universidad Complutense, primero con una beca de formación para personal investigador y, después, como profesor ayudante.

UNA CARRERA LIGADA AL PLANETARIO

En esas estaba cuando le dijeron que El País había publicado un anuncio interesante. En concreto, para contratar a la persona que dirigiría la sociedad pública de gestión de un planetario en Pamplona, promovido por el Gobierno de Navarra y fruto de un acuerdo con el Ayuntamiento. Este cedía los terrenos. “Yo buscaba la carrera académica, pero me pareció algo bonito porque ya me dedicaba a la divulgación científica”. De modo que se presentó y resultó elegido. En 1990, llegó a Pamplona para poner en marcha el proyecto, seleccionar su equipo de colaboradores, que en buena parte se mantiene todavía, “y empezar a imaginar qué podíamos ir haciendo” mientras se construía el edificio, inaugurado en 1993. “Creía que iba a ser un pequeño lapso ligado a un proyecto tan ilusionante como el de crear una entidad que tenía que ver con la ciencia y la cultura, que en algún momento volvería a la universidad… Pero ya llevo más de treinta años y no creo que me dé para hacer mucho más profesionalmente”, dice mostrando la palma de sus manos, como dando a entender que se rinde a la evidencia.

“Empezamos en el 93, con una crisis que parecía que no teníamos futuro. ¡Y nosotros dedicándonos a las estrellas!”.

Se nota que es un buen divulgador, acompaña cada reflexión con ejemplos y anécdotas, lo que ayuda a desdramatizarlas o, al menos, a relativizar su trascendencia. “Empezamos a lo loco, en medio de una crisis que se nos ha olvidado con las que han venido después. Pero parecía que no teníamos futuro: un aumento enorme del paro, hipotecas al 18 % ¡Y nosotros dedicándonos a las estrellas!”, recuerda evocando el complicado arranque del planetario. “Pensábamos que nadie iba a apostar por aquello y decidimos ir paso a paso, haciendo lo que estuviera a nuestro alcance y, en la medida de lo posible, divirtiéndonos. Esa ha sido la filosofía desde entonces. En ese sentido, hemos cambiado poco”.

LA EMPRESA

Inicialmente, dependía del Departamento de Educación y Cultura y, por último, quedó integrado en NICDO. Por tanto, forma parte de CPEN. “Estar dentro de NICDO ha supuesto un despegue importante para el planetario en tiempos muy difíciles. Antes dependíamos completamente de unos Presupuestos Generales de Navarra que se nos cortaron totalmente en 2012. Ahora nos financiamos mediante convenios con La Caixa, con departamentos del Gobierno, empresas… con todo el mundo que quiera aportar”. Esa gestión conlleva más trabajo, pero al mismo tiempo es gratificante “porque te permite llevar adelante proyectos que antes no te planteabas como posibles”. “Hombre, yo me quejaré siempre de que tenemos menos dinero del que quisiéramos, aunque podemos funcionar porque somos un equipo muy pequeño pero compacto y versátil“, añade acto seguido.

El planetario se ha posicionado como una institución muy abierta.

El planetario se ha posicionado como una institución muy abierta.

Ha sido una institución pionera a nivel local, explica Armentia. “En Pamplona, no había una tradición en materia de ciencias básicas. En Donosti tenían el empuje arrollador de Pedro Miguel Etxenike, que como otro gran físico navarro, Javier Tejada, ha desarrollado su labor en otra comunidad. No teniendo eso dijimos ‘bueno, pues seremos un centro cultural muy abierto‘. Al principio, por ejemplo, montamos exposiciones con cuadros del Museo del Prado y la colaboración de Caja Navarra. Me parecía precioso poner en el planetario pinturas de los grandes del siglo de oro español y, a la vez, de cómo se veía el cielo en esa época. Eso nos ha gustado siempre, somos muy salseros“.

“Estar dentro de NICDO ha supuesto un despegue importante para el planetario en tiempos muy difíciles”.

Otra muestra de esa apertura es su estrecha colaboración con el Departamento de Universidad, Innovación y Transformación Digital en el desarrollo del programa Planeta STEM, pensado para fomentar el estudio de carreras científicas entre los más jóvenes: “Es apasionante porque no solo se implican las chicas y chicos participantes, también sus familias y hasta sus centros”. Las salas del planetario acogen arte y ciencia, cultura y tecnología. Una amalgama no siempre bien entendida, quizás por esa falta de tradición a la que aludía Armentia. “Alguna vez nos criticaron en el Parlamento, acusando al planetario de ser un totum revolutum. Y la verdad es que es cierto, tanto que incluso pensamos que podíamos utilizarlo como lema”.

Por aquélla época, surgieron el Parque de las Ciencias de Granada, el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife, el Museo de la Ciencia de Barcelona (hoy CosmoCaixa), la Casa de las Ciencias de La Coruña y otros con los que trabaja habitualmente el planetario. Proyectos que forman una comunidad de centros de divulgación científica, entre los que el dirigido por Armentia aporta una singularidad: es el único planetario del país capaz de producir completamente un audiovisual. “Somos una industria creativa en el sentido que define la S3 de Navarra“.

EL GRAN DIVULGADOR

Armentia es popular gracias a sus colaboraciones con los más importantes medios de comunicación del país. También lo hace con otros de carácter local, como la emisora municipal de San Vicente del Raspeig, en Alicante. “Sí, estuve con ellos durante muchos años. Es que mi especialidad han sido las colaboraciones no pagadas. Ja, ja, ja. Son salsas en las que me gusta untar, hablar y comunicar. Me resulta muy grato”. Alguna experiencia no lo fue tanto, como cuando prescindieron de sus servicios tras dos semanas de participación en un programa de audiencia nacional de una cadena de emisoras, entre otras cosas por no comulgar con su ideología.

“He intentado siempre que mi opinión fluyera allí por donde me apetecía hacerlo. En eso tengo que agradecer su comprensión al equipo del planetario porque formo parte de la institución y a ella me debo. Es que me parece fundamental que un profesional tenga criterios y se exponga. Han llegado a decir que pongo un punto de provocación. No quiero provocar, pero sí asumo que me expongo en posturas y posiciones que no siempre serán bien vistas. Pero a veces hay que provocar, sobre todo en los temas sociales. Tiene que haber alguien que te diga que no somos tan guapos como nos creemos”. Le recordamos a Juan Cruz Alli, quien decía que de vez en cuando había que remover la salsa. Le comentamos la anécdota y, entre carcajadas, muestra su aprecio por el talante del expresidente del Gobierno.

“Me parece fundamental que un profesional tenga criterios y que se exponga”.

Recientemente, y de forma casual, el planetario ha añadido otra actividad a ese totum revolutum al responder a las dudas que el alumnado de una clase de tercero de Primaria planteó a su profesora sobre los planetas y satélites que estaban estudiando. Como ella lo ignoraba, los estudiantes llamaron al planetario, pusieron el manos libres y les contestaron telefónicamente. “Fue una experiencia preciosa, queremos ir desarrollándola. Esas cosas hacemos aquí y me encanta, en el plan profesional y el personal. Es muy divertido”.

Armentia, junto al proyector del planetario.

Armentia, junto al proyector del Planetario de Pamplona.

Aún le queda tiempo para impartir clases en un máster de comunicación médica, científica y ambiental en la Universidad Pompeu Fabra. “También en otro creado por la UPNA y la UPV de cultura científica, un experimento muy interesante y que para mí tiene además el atractivo de estar con gente con la que luego vas a trabajar. Y aprendo mucho”.

No contento con todo eso, dirige asimismo la colección de libros ‘¡Vaya timo!’ de la editorial Laetoli, dedicados a desmontar teorías sobre los ovnis o la homeopatía desde la evidencia científica. “Desde que estoy aquí se ha ido mejorando en algo. Entonces se daba carta de naturaleza a muchas pseudomedicinas. Los homeópatas aparecían en la prensa sin problemas y sus productos se vendían en las farmacias. Hasta se estudiaba homeopatía en la universidad. Pero en los últimos años, quizá porque hay una mejor información en la opinión pública sobre la medicina basada en las pruebas, se ha puesto coto a esta y a otras pretendidas medicinas alternativas” apunta. La pandemia ha ayudado en el sentido de que el movimiento antivacunas había ido creciendo en los últimos años. “Y con el Covid-19, se ha demostrado que las vacunas son fundamentales para la salud. La realidad va haciéndonos caer de ciertos burros”.

“No puedo ser astronauta porque tengo sobrepeso, y lanzar un kilo al espacio tiene un coste de 10.000 euros”.

Ya damos por terminada la entrevista. Pero mientras salimos, caminando sobre los planetas grabados en el suelo del acceso a la sala del proyector, no nos resistimos a hacerle una pregunta un tanto obvia: “¿Le hubiera gustado ser astronauta?”. “¡Oye! ¡Que no desespero de que un día pueda conseguirlo!”, advierte dando muestras de su buen humor. Y, en el mismo tono, recuerda que “lo más complicado de subir al espacio es algo que pese porque supone un gran gasto”, unos 10.000 euros por kilo. “Yo siempre he tenido sobrepeso, así que es mi vocación frustrada porque me hubiera encantado. Los críos de mi edad queríamos ser bomberos y astronautas, además de futbolistas”. Como consuelo, le queda poder contemplar la bóveda celeste en el planetario o haber colaborado para bautizar una estrella con el nombre de Cervantes.

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