La decisión de Javier Coloma fue acogida con cierta sorpresa porque dejaba Ingeteam, una de las empresas auxiliares del sector energético con mayor proyección. También porque Coloma había desarrollado en ella prácticamente toda su carrera profesional a lo largo de veintiséis años, hasta alcanzar los más altos cargos directivos.
Le preguntamos si el cambio se debe a que es una de esas personas que necesitan plantearse y superar nuevos retos. Entonces, mueve ligeramente la cabeza antes de contestar. «Siempre buscas nuevos retos, pero en mi caso no diría que fuera una necesidad. Siempre los había encontrado en Ingeteam. Sí que había llegado a un punto en el que quería conocer otra empresa, hacer cosas diferentes, porque te planteas si te vas a quedar ahí siempre… Era el momento, no podía esperar mucho más«, señala en probable alusión a sus 54 años antes de definir a Ingeteam como una compañía «fantástica», donde conoció a «personas buenísimas en todos los sentidos y estaba motivado y encantado».
«Allí me he desarrollado profesionalmente y solo puedo tener buenas palabras para Ingeteam y los compañeros con los que he trabajado», remarca. Como toda decisión más o menos trascendente, «y sobre todo cuando estás bien como era mi caso», conllevaba «un cierto riesgo». «¡Espero no haberme equivocado!», exclama riéndose para mostrarse convencido acto seguido de que no lo ha hecho.
«A pesar de la pandemia, el año para STI Norland ha sido… buenísimo, de récord desde todos los puntos de vista».
Además, ha sido acogido «estupendamente» por una plantilla de gente joven e ilusionada. «También he visto que el producto de STI Norland es incluso más innovador tecnológicamente de lo que me imaginaba. Eso es un estímulo añadido, me motiva. Pero sobre todo es una compañía con mucho recorrido, con muchas posibilidades y muchas cosas por hacer, que ha tenido un gran crecimiento en los últimos años y que puede seguir haciéndolo a un ritmo elevado. En definitiva, lo que me he encontrado es muy ilusionante». Todavía se encuentra en el proceso de conocer a quienes ya son sus compañeros, la forma de hacer las cosas y el producto, y eso de empezar casi desde cero dice que es un revulsivo.
STAFFORDSHIRE
Javier Coloma nació y vivió durante siete años en un pueblo riojano muy pequeño, Cabretón, hasta que la familia se trasladó a Tudela. «Yo era de Ciencias y, como hice Formación Profesional, no tenía demasiadas opciones si quería seguir estudiando. La Ingeniería Técnica era una, así que busqué una universidad que me pudiera autofinanciar para no ser una carga en casa. Y en la de Mondragón nos daban la oportunidad de trabajar mientras estudiábamos, era un modelo que me encajaba perfectamente y es la que elegí». No tenía antecedentes que seguir: «Mi padre era un operario de SKF y después de Piher, y mi madre ama de casa, modista…».
Al acabar la carrera, sopesó ponerse a trabajar, pero optó por una beca ofrecida por la propia universidad para estudiar en otras con las que tenía acuerdos. Así que se marchó a la de Staffordshire (Inglaterra) para hacer allí el doctorado: «Fue una experiencia muy exigente porque los doctorados, aquí en España pero en Inglaterra todavía más, dependen mucho de tu iniciativa. Trabajas por tu cuenta y aprendes a buscarte la vida. Además pude aprender inglés, conocer otro ambiente, fueron unos años en los que realmente disfruté», rememora. Pensaba que ya había cerrado definitivamente los libros pero se equivocaba. «Tuve que seguir por necesidad porque me encontré con, que para convalidar el doctorado, me exigían una licenciatura superior y yo tenía la técnica. De modo que hice la superior mientras trabajaba».
«Nos ha tocado sufrir la pandemia, es una desgracia, pero lo raro es que todo nos fuera tan bien».
Al regresar de Staffordshire en 1994, Ingeteam lo contrató como jefe de proyecto para su planta de Zamudio. Cuatro años después, se incorporó a Cetenasa, actual Naitec, pero al cabo de nueve meses retornó a Ingeteam Energy. «La empresa estaba poniendo en marcha la unidad de negocio de energía fotovoltaica y me tocó desarrollar tanto el producto como crear el equipo de personas, analizar el mercado internacional… Fue una etapa muy enriquecedora, ver cómo crecía eso desde cero, cómo íbamos avanzando y cogiendo relevancia en el mercado… Una etapa muy exigente, pero muy, muy bonita», recalca. Javier Coloma mueve las manos sobre la mesa de su austero y sobrio despacho como reproduciendo el camino seguido, siempre hacia delante. Posteriormente, fue director general de la División Energy & Grids de Ingeteam, que abarcaba las áreas de eólica, fotovoltaica, hidroeléctrica y coche eléctrico. «Y hasta ahora»…».
STI NORLAND
Ese ahora es STI Norland, fundada en 1996 en Pamplona. La compañía ya es el cuarto mayor diseñador, fabricante y comercializador mundial de seguidores solares (trackers) y estructuras fijas para parques fotovoltaicos, destaca por su estabilidad y solvencia financiera y se ha convertido en una de las empresas que más crecen de Europa, según Financial Times.
Su facturación pasó de 18,3 millones de euros en 2016 a 64 en 2018, más de 100 millones en 2019 y alrededor de 200 el año pasado a pesar de la pandemia, que no ha conseguido detener los proyectos en marcha si bien ha ralentizado algunas operaciones internacionales por las restricciones de movilidad. Unas limitaciones que, inevitablemente, han impedido algunos viajes: «Todo cuesta más en remoto, sobre todo si es en lugares donde tus filiales aún están desarrollándose. Con mucho esfuerzo y cambiando bastante la mentalidad de la gente para adaptarla a ese trabajo en remoto, la verdad es que el año ha sido… buenísimo, de récord desde todos los puntos de vista», apunta Javier Coloma, cuyo nombramiento fue adelantado por NavarraCapital.es el pasado mes de febrero.
También ha sido incluida en la selecta lista CEPYME 500 tras una rigurosa evaluación de su facturación, crecimiento sostenido, tamaño y rentabilidad. Con la contratación de Javier Coloma, la firma busca mejorar aún más, pero a la vista de esas cifras el objetivo parece difícil. Acoge nuestro comentario con una risa suave y advierte de que, a pesar de lo que muestran los rankings, «todavía hay margen de crecimiento» y «esas son las previsiones para el sector». «Hemos llegado a este punto desarrollando nuestro negocio sobre todo en España y Latinoamérica, principalmente en Brasil pero tocando otros países como México, Colombia o Chile. aún nos quedan muchos donde la implantación es incipiente o está por iniciarse», precisa.
De hecho, la compañía cuenta con un plan de desarrollo enfocado a la expansión internacional. Sus oficinas centrales se encuentran en la pamplonesa avenida de Sancho el Fuerte, pero tiene también filiales en Brasil, México, Chile, Australia, Israel, Estados Unidos, Sudáfrica e India.
«Para mí es tremendamente importante un entorno de confianza. Esa es la clave para que esto funcione».
Cuenta, para conseguirlo, con el equipo humano de STI Norland: «Quiero que la gente con la que trabajo sienta que tiene capacidad y confianza suficiente como para plantear iniciativas y tomar decisiones. Me gusta moverme en un entorno poco jerarquizado, que no sea rígido para que la gente pueda aportar y participar en el desarrollo de la empresa y note que su trabajo se valora». Ha escogido con mimo las palabras, remarcando los conceptos con más movimientos de manos. «Ya sé que no es un método nada sofisticado ni se sale de lo común, pero es el que utilizo porque para mí es tremendamente importante el entorno de confianza. Si la gente tiene miedo a la toma de decisiones o no se siente respaldada por sus superiores, difícilmente van a aportar o proponer… Confianza, esa es la clave para que esto funcione».
El negocio en un sector regulado como el suyo está sujeto a los vaivenes de la gestión política. Sucedió en España con el ‘parón’ de 2008 y ahora es México el que ha dado un frenazo. «Si estás muy centrado en un mercado geográfico, un cambio en ese sentido te va a influir brutalmente. Lo aprendimos con la parada de las renovables. En cambio, cuando estás presente en varios serás más estable porque las caídas de uno se compensan con los crecimientos en otros», matiza.
No obstante, el panorama ha cambiado porque actualmente «hay una apuesta general por las renovables», ante la evidencia del deterioro medioambiental y las medidas adoptadas para minimizar sus efectos. «Lo que España está desarrollando es una ayuda tremenda para las empresas porque trabajar en tu mercado natural facilita mucho las cosas. Pero eso tiene que ser una palanca para salir fuera por mucho que sea más cómodo vender aquí que en Australia. No, hay que vender en Australia porque igual dentro de cinco o diez años cambian aquí las cosas». Pero el tiempo y las circunstancias juegan a favor del sector, ¿no? «Hombre, sí. El momento es bueno para las renovables… muy bueno«. El problema es que ese halagüeño panorama se sustenta en la grave amenaza que para el futuro del planeta supone el cambio climático. Aunque Coloma nos tranquiliza algo al comentar que «todo tiene solución, siempre que no lo estires hasta el infinito, claro».
LA PANDEMIA
Él mira las cosas desde el lado positivo. Por ejemplo, al preguntarle si las empresas han mostrado un comportamiento solidario con la sociedad en los momentos más duros de la pandemia, responde convencido. «Todos hemos hecho lo que hemos podido en todo esto. Y el que lo ha hecho no ha sido por falta de voluntad, sino por no encontrar cómo. No he visto a nadie escatimando esfuerzos. Te encontrabas con alguno que decía ‘es que no sé qué hacer’ y, si le dabas una idea, se ponía manos a la obra para colaborar en lo que fuera. Todo el mundo ha respondido bien y eso es para estar contentos, es de agradecer», valora.
Incluso relativiza las consecuencias que la pandemia ha tenido en nuestro día a día: «Casi todas las generaciones sufren por algún motivo. Otras padecieron guerras, calamidades… ¿Nos ha tocado esto? Pues nos ha tocado. Es una desgracia, pero también era raro que todo nos fuera tan bien, que tuviéramos esa suerte tan inmensa. Nos habíamos acostumbrado a que todo transcurriese sin que ocurriera nada anormal». Ahí enumera algunas de las cosas de las que le ha privado el coronavirus, como ir a El Sadar a ver a Osasuna, salir con los amigos o visitar Cabretón. «Las he echado de menos, aunque me da pudor quejarme cuando ha habido tantas pérdidas irreparables y gente que ha estado tan mal. ¡Chico, que no te ha pasado nada gordo, te adaptas y ya está!», se dice a sí mismo, abriendo los brazos como si fuera a abrazar al mundo.