José Antonio Arrieta nació en Allo hace 66 años pero cuando tenía 5 su familia se trasladó a Pamplona “por necesidades de la vida, eso nos hizo emigrantes dentro de Navarra”. Pasamos rápidamente por su infancia y juventud y nos plantamos en el momento en el que inicia los estudios superiores. “No sé por qué me matriculé en Ingeniería electrónica, hubiera podido terminar pero tuve un accidente de circulación que me dejó en stand by durante dos meses”. Eso le hizo aparcar la idea de ser universitario y empezó a estudiar para trabajar en banca en una academia donde una profesora le planteó reiterada e insistentemente que se dedicara a la abogacía, “hasta llegó a amenazarme con que ella iba a ser quien me matriculara”. “Quizá debía haber optado por Filosofía y Letras, o Historia, no sé, algo que tuviera que ver con la literatura… pero con esa presión terminé en Derecho, el último de los estudios que yo hubiera elegido libremente”, reconoce con el mismo tono divertido con el que añade que la profesora era americana y daba clases de inglés, “aún recuerdo su nombre, porque nos suena de otras cosas: Terry”. Los de más edad recordarán aquello de ‘Terry me va, usted sí que sabe’.
“La presión de una profesora hizo que terminara en Derecho, el último de los estudios que yo hubiera elegido libremente”.
Se matriculó en la Universidad de Navarra pero le ofrecieron un trabajo en el Banco de Navarra, desaparecido en la primera crisis del sector bancario, y lo aceptó con la duda de si podría compatibilizarlo con los estudios. En esas estaba cuando leyó en la prensa que se creaba la Universidad Nacional de Educación a Distancia, la UNED. Era lo que necesitaba, se matriculó y completó la carrera. “No sé si fui el primer licenciado en Navarra en la UNED, desde luego sí era de la primera promoción y estábamos cuatro o cinco. Y puede que sea el más joven”. Al compatibilizar teoría y práctica tenía cierta ventaja, “porque gracias al trabajo sabía qué era una letra de cambio o los estatutos de una sociedad anónima o de una limitada, distinguía un préstamo de un crédito y otras cosas que no se veían con tanta claridad en los estudios”.
NACIMIENTO DE ARPA
Estará agradecido a aquélla profesora con nombre de brandy por haberle empujado a ser abogado posibilitando así la creación del más importante despacho de Navarra, apuntamos, pero José Antonio Arrieta, como los futbolistas, se refugia en el equipo. “¿Agradecimiento? Siempre hay que estar agradecido a lo que nos ocurre en la vida, siquiera porque acumulas experiencias que luego te ayudan a tomar decisiones, pero que exista Arpa obviamente es el mérito de multitud de personas que han estado en este proyecto”.
“No sé si fui el primer licenciado en Navarra en la UNED, desde luego sí era de la primera promoción y estábamos cuatro o cinco. Y puede que sea el más joven”.
La plantilla del banco fue recolocada en otros, él pidió la cuenta y en 1978 abrió un pequeño despacho jurídico procesal, “pero tenía voluntad de algo más y siete u ocho años después fundé junto a otras tres personas otro que fue el primer origen de Arpa”. Al cabo de otros cinco años, hacia 1990, crea Arpa con Isidoro Parra. Fue creciendo, y las 15 o 20 personas que formaban la plantilla al final de la década de los 90 ahora son casi cien que trabajan en las sedes de Pamplona, San Sebastián, Valladolid y, desde finales de 2017, en Madrid.
Su éxito hizo que otros despachos se acercaran para hacerse con Arpa, “pero teníamos claro que Arpa es de los clientes, de las personas que trabajamos aquí y que debía seguir su proceso. La continuidad debía venir de la propia Arpa, y eso nos hizo reflexionar a la manera de la empresa familiar en un protocolo de sucesión y propició que pensáramos quienes podrían ser invitados a la propiedad para que siguieran con el proyecto”. Así se dio entrada a cuatro nuevos socios y luego a un quinto.
Es que José Antonio Arrieta ya vislumbra su retirada -“hay una fecha que está cercana”- si bien duda de que alguien como él, que ha dedicado toda su vida a un proyecto, pueda dejarlo de manera radical, “me pregunto qué pasaría si estando jubilado me llama algún cliente o la propia Arpa y me dicen que les acompañe en algo, ¿diré que sí o que no? Pues no lo sé”.
CONVERSACIÓN FRENTE A REDES SOCIALES
No es fácil encontrar información sobre nuestro entrevistado en internet más allá de noticias relacionadas con Arpa, entre otras cosas porque “no estoy en Twitter, ni en Facebook, ni siquiera en Linkedin y mucho menos en Instagram, quizá en el mundo actual es un error, pero soy más de conversación que de redes sociales o wattsap”. También porque admite que limita en la medida de lo posible las apariciones públicas y lo atribuye a su naturaleza “tímida y reservada” aunque añade que cuando hay confianza “puedo hablar, hablar y hablar y mi posesión del balón puede ser muy larga”, nos dice riéndose y utilizando de nuevo símiles futbolísticos, como corresponde a un fiel seguidor de Osasuna.
Entre esas noticias que ligan Arpa con su fundador hay varias de carácter solidario y nos interesamos por ellas. “Esa sensibilidad siempre ha existido en Arpa, se incardina en su esencia. Suceden cosas delante de nuestras narices y tenemos la opción de volver la cara o de ver qué se puede hacer, y Arpa mira qué se puede hacer”. Lo hace a través de una fundación que tiene su propio patronato, a la que Arpa y sus trabajadores aportan dinero y trabajo, y que colabora con Proyecto Hombre, con la Fundación Vicente Ferrer o con París 365.
José Antonio Arrieta se ha involucrado personalmente en la labor que realiza Proyecto Hombre, fue invitado a participar en su patronato con la promesa de que no le restaría apenas tiempo, “y dije que sí aun sabiendo que cualquier compromiso requiere dedicación, y que apenas sabía lo que hace Proyecto Hombre”. Hoy dice haber aprendido “muchísimo” con esta experiencia y elogia la labor de la organización, “unas personas que trabajan lo que no está en la nómina, va mucho más allá. Si como ellos nos diéramos cuenta de que los problemas de nuestro entorno social son de todos, no de los otros, nuestra sensibilidad sería mayor”, añade.
“Quizá en el mundo actual es un error, pero soy más de conversación que de redes sociales o wattsap”.
Arpa colabora con las universidades navarras, algunos integrantes del despacho son profesores en la de Navarra o en la Pública, y Arrieta forma parte de la Comisión de Calidad de Ciencias Jurídicas de la UPNA. “Me pasó como con Proyecto Hombre, dije sí sin saber muy bien qué podía hacer, ni siquiera he hecho unos estudios universitarios convencionales. Pues nada, voy y para mi absoluta sorpresa parece que mis aportaciones son recibidas y valoradas, ¡y les dan importancia! Estoy encantado”, reconoce José Antonio Arrieta con una sonrisa que se extiende por toda su cara. Eso ha hecho que le inviten, también en la UPNA, a formar parte del Club CEO y a intervenir en otros foros universitarios.
Además, y como consecuencia de la estrecha relación profesional de su despacho con la Asociación para el Desarrollo de la Empresa Familiar de Navarra, Arpa y Adefan han promovido la Cátedra de Empresa Familiar en la UPNA con financiación de Caja Rural de Navarra: “Ahora hay que darle forma entre todos, incluido el mundo empresarial, el de la docencia y los alumnos que estén sensibilizados con este tema que no es otro que intentar que las empresas continúen, que no se desmorone ninguna por un cambio generacional”. Añade consideraciones sobre el voluntariado, la RSC y la cooperación solidaria que le llevan a preguntarse “¿qué quiero yo para el sitio donde vivo?: que sea fantástico, sin olvidar que hay otras necesidades fuera que tenemos que tenerlas presentes y movernos hacia ellas. ¿Por qué estamos ahí? Pues porque eso también es Arpa”.
¿RUMBO AL ACONCAGUA?
Llevamos ya un buen rato de grata charla, “ya os había advertido que cuando cojo el balón…”, y como vuelve a aludir a su retirada le preguntamos qué planes tiene para cuando deje de trabajar. Sonríe abiertamente y dice que el primer día, por la costumbre, quizás tome el camino de su despacho, pero cuando sea consciente de su nuevo estado “me iré a la biblioteca de la Plaza de San Francisco, cogeré un sitio y me sentaré, tranquilamente”.
También cultivará sus múltiples aficiones, “el problema es que me gustan demasiadas cosas, la montaña es una de ellas, voy casi todos los años a los Alpes, a la zona de Chamonix, ahí está el Mont Blanc que lo he subido un montón de veces y las últimas me pareció que estaba más alto, debe estar cambiando la faz de la tierra”, comenta entre risas. “Tengo otro proyecto que llevo cuatro o cinco años sin poder hacerlo por una cosa o por otra, quizás por estar contaminado por aquello que nos decían nuestros padres que antes es la obligación que la devoción, y es subir el Aconcagua. Tengo que hacerlo”. Pero eso no le hará dejar Proyecto Hombre, piensa en Cáritas, “también me gusta el mundo de la literatura, siempre he tenido una tendencia a escribir, sobre todo poesía, y tengo algún otro proyecto diferente en la cabeza que quizá no lo haga nunca, es tal el caos que tengo…”
Apostamos a que consigue ascender al Aconcagua y escribir su libro, porque como él mismo dice, “la única batalla que se pierde es la que se abandona”, y José Antonio Arrieta ha demostrado que no es de los que se rinden.