Una lesión de cadera cambió la vida de Juan Salgado. A los 23 años, el pamplonés vio cómo se truncaba su prometedora carrera como nadador de braza, en la que luchaba para competir en unos campeonatos europeos. Tuvo que dejarlo todo. Pero, como dice el refrán, «cuando se cierra una puerta, siempre se abre una ventana». Así, tiempo después inició una nueva etapa deportiva, aunque en otro ámbito: el motor.
Tras su adiós a la piscina, los estudios se convirtieron en un refugio para él. Primero finalizó el Grado de Ingeniería Industrial en la Escuela de Ingeniería Tecnun (Universidad de Navarra) y, más tarde, decidió volar a Estados Unidos para estudiar un Máster en Gestión Deportiva por la Universidad de San Francisco. Allí fue cuando se le despertó «el gusanillo» por el mundo del motor: «No tenía la misma devoción por el motor que por la piscina, pero siempre me había llamado la atención el mundo de la ingeniería. Mi tío fue quien me introdujo en este ámbito».
«En EEUU podíamos trabajar dieciséis o dieciocho horas diarias, sobre todo cuando estábamos en las carreras»
Así que decidió contactar con un equipo de la localidad californiana de Sonoma, el Cameron Racing, a pesar de que no contaba con mucha experiencia. Y, tras superar un periodo de prueba, comenzó a trabajar como ingeniero de carreras y de sistema de datos en las competiciones donde participaba la firma. De esta forma, participó en distintas categorías y pruebas del Campeonato International Motor Sports Association (IMSA) como Gran Turismo 4 (GT4), Gran Turismo 3 (GT3), las 24 horas de Daytona o la Petit Le Mans de Road Atlanta.
«Me dedicaba principalmente a asegurarme del funcionamiento de todos los sistemas eléctricos y electrónicos del coche. Tuve que aprender desde cero a montar el cableado para cualquier aparato eléctrico que instaláramos, cualquier consola. Mi labor también se centraba en la obtención y análisis de los datos que te ofrecía el coche y, a partir de ellos, en la extracción de conclusiones. Así diagnosticaba problemas e intentaba mejorar el rendimiento del auto», detalla a Capital Sport.
El estilo de vida estadounidense le impactó especialmente: «La gente vive allí para trabajar». Tanto es así que a su alrededor casi nadie solía cogerse días libres salvo en los períodos de vacaciones. «En Estados Unidos podíamos trabajar dieciséis o dieciocho horas diarias y era algo común, sobre todo cuando estábamos en las carreras. Estábamos siempre al pie del cañón. Si había cualquier problema, debíamos solucionarlo para que al día siguiente el coche volviera a salir a pista».
REGRESO A CASA
Este año le ha caducado el visado, así que ha regresado a su Pamplona natal. Pero, lejos de tomarse una temporada de reflexión, ya ha fundado un nuevo proyecto empresarial: NovaHera Performance and Strategy. Así, su idea es ofrecer los servicios que prestaba en Estados Unidos a equipos de carreras de todo el mundo.
Por el momento, ha comenzado a buscar clientes y ya se encuentra en negociaciones con algunas firmas europeas. «Hay marcas que testan en Barcelona, pero que su sede central se encuentra en Alemania, por lo que les interesa tener a alguien a nivel local, aunque sea un trabajo de dos días. Tampoco me cierro a quedarme toda una temporada con alguna firma», apunta.
En concreto, el pamplonés ofrece tres servicios a sus clientes. El primero es el análisis sobre la estrategia de las carreras. Esta labor adquiere gran importancia en competiciones de resistencia (de ocho a veinticuatro horas), donde el coche no puede empezar y acabar con solo un depósito de gasolina o un set de ruedas.
«Hay entre quince y veinte paradas por carrera para repostar y cambiar los neumáticos. Solo con la estrategia puede ganar el coche, pero también puedes equivocarte y acabar último. Hay que tomar muchas decisiones. Los estándares en este sector son muy altos. Y, si te equivocas dos veces seguidas, probablemente te despiden», revela.
El estudio de datos es otro de los servicios que presta. Además de prever e identificar los posibles problemas que pueda tener el coche, la información que recopila permite preparar mejor los entrenamientos de los pilotos, con los que se puede analizar la conducción y optimizarla.
«En GT4, un BMW puede oscilar entre los 200.000 y 250.000 euros, mientras que en un coche de GT3 se pueden invertir entre 600.000 y 1,2 millones»
Por último, realiza estudios sobre la configuración mecánica del vehículo: «Las categorías donde he trabajado más son GT4 y GT3. En la primera, un BMW puede oscilar entre los 200.000 y 250.000 euros, mientras que en un coche de GT3 se pueden llegar a invertir entre 600.000 y 1,2 millones de euros. Este trabajo requiere de bastante dominio y experiencia».