miércoles, 11 diciembre 2024

Kiko Senosiáin, con los cimientos bien puestos

Preside el Grupo Cetya, una empresa familiar que desde su fundación oficial en 1968 mantiene los mismos accionistas, todos ellos navarros, y ahora centra su actividad en la Comunidad foral. Suena a tradicional, pero la compañía apuesta al mismo tiempo por la innovación y el buen servicio, que le ayudaron a sobrevivir tras la crisis de la última década. Una crisis que fue devastadora para el sector de la construcción.


Pamplona - 31 octubre, 2020 - 06:00

Artículo patrocinado por Banco Sabadell

El presidente del Grupo Cetya, junto al retrato del fundador de la empresa, Isidro Senosiáin. (Fotos: Maite H. Mateo)

José Joaquín Senosiáin, Kiko, nació en Pamplona y dentro de unos días cumplirá 63 años. Estudió en los Jesuitas y “los amigos que tenía de chaval, los del colegio, son los que tengo ahora”. Pero la juventud actual es distinta a la de aquella época: “Hoy, los jóvenes tienen muchas relaciones, viajan, van y vienen, tienen amigos en todos los sitios. Antes no era así”. Recordamos los grises fines de semana de entonces, con el cine casi como único recurso de diversión, bancos en los que pasábamos horas hablando, bares que cerraban pronto… “Y algo más tarde las discotecas. ¡El Young Play! Entrabas gratis con el carné de estudiante. No teníamos dinero, pero yo lo recuerdo como un tiempo de felicidad”.

Pasó a la antigua Escuela de Comercio y, tras hacer la entonces obligatoria mili en Canarias, en 1982 entró a trabajar en la empresa familiar: Canteras de Echauri y Tiebas, fundada por su padre, Isidro, en 1968. “Empecé en el escalón más bajo, prácticamente de peón en la cantera de Tiebas. Y desde ahí fui subiendo”. Isidro Senosiáin falleció en 1985, Kiko llegó a la presidencia el año 2000 “y aquí estamos”. Curiosamente, a pesar de ser el menor de los siete hermanos, es quien sigue al frente del negocio. Quizás en parte porque, cuando nació, su padre tenía ya 55 años y el fue el último en dejar el domicilio familiar. “De alguna forma, estaba predestinado a continuar en la empresa y la verdad es que tampoco busqué otra cosa. Me gustaba este negocio y no es que me sintiera capaz de llevarlo desde el primer momento, ha sido una evolución a lo largo de muchos años, pero era algo en lo que pensaba porque lo veía como un proceso natural. Para mí, estaba claro que tenía que estar aquí, dice abriendo los brazos como para abarcar la sede de la empresa, en la que nos encontramos.

“Desde hace muchos muchos años, todos los acuerdos del consejo de administración se toman por unanimidad”.

También influyó el hecho de que siempre se ha sentido empresario, desde que era estudiante. “Estábamos todo el día pensando en qué hacer para ganarnos un duro: vendíamos seguros, recogíamos cascos de botellas… De todo”. Se casó “con una chica de Pamplona, hemos tenido tres hijos que han nacido aquí… Mi vida es muy normal”, dice sonriente, contento de que así sea.

Senosiáin, en la mesa donde se sienta el consejo de administración de la empresa familiar.

Senosiáin, en la mesa donde se sienta el consejo de administración de la empresa familiar.

Coincidiendo con su nombramiento, se rebautizó la empresa como Grupo Cetya porque “la denominación anterior era un poco complicada de cara a hacer algo de marketing”. Insiste en que se trata de una empresa familiar, “con sus cosas buenas y alguna no tanto”, por la que han pasado también hermanos y cuñados ya jubilados, que siguen perteneciendo al consejo de administración. Este se reúne una vez al mes y, tras cada consejo, es una tradición que coman juntos: “Tenemos una relación muy estrecha”, aclara. Y debe de ser así porque “desde hace muchos muchos años todos los acuerdos se toman por unanimidad”. Insólito. ¿Cómo lo consiguen? “El trato es permanente, también en la familia. Así que si no estamos todos de acuerdo, vamos matizando las cosas hasta conseguirlo”. Eso sí, sus casas no son una prolongación de la oficina. “Estamos muy absortos en el trabajo como para seguir con el tema cuando sales. Mi mujer es farmacéutica, tiene otros problemas profesionales y no voy a agobiarle más con los míos”.

“Empecé en el escalón más bajo, prácticamente de peón en la cantera de Tiebas. Y desde ahí fui subiendo”.

Pero no parece que el sucesor de Kiko Senosiáin en la presidencia de Cetya vaya a ser alguien de la familia. “De momento no hay nadie, pero el consejo de administración seguirá siendo familiar siempre. La verdad es que a nivel profesional no nos preocupa, queremos tener aquí a los mejores. Hace tres o cuatro años se jubiló quien fue director general de esta casa durante veinte años y su trabajo ha sido impecable. Le ha relevado otra persona que, por lo menos, ha empatado con él, así que… Soy el único de la familia que está aquí y, el día de mañana, cuando me retire, vendrán otros profesionales”. Aclara que en Cetya no hay un protocolo familiar: “No me convence. Es que un protocolo no vale para siempre, cambian las situaciones y las personas… ¿Y si viene uno al que no le gusta? Si lo hay, tiene que ser vivo y estar consensuado con la familia. Es más, no va a funcionar aunque tengas el 51 %, el acuerdo tiene que ser mucho más amplio. Lo importante es que vaya bien la empresa. ¿Que la familia tiene que pasar a ser socia capitalista? Puede ser, no pasa nada”.

EMPRESA NAVARRA, CAPITAL NAVARRO

Su abuelo y su padre ya se movían en el mundo de la construcción allá por 1930. “Por entonces no había registros ni nada. Oficialmente hemos cumplido 52 años, pero en la práctica somos casi centenarios”. La vinculación de Cetya con Navarra es total, el cien por cien de su accionariado es de aquí. En nuestro capital no hay fondos ni multinacionales, están los hijos o nietos de los socios que empezaron en su día con mi padre. No ha habido movimientos accionariales prácticamente desde 1968”. Y su actividad también se centra en la comunidad. “En los años 90 fuimos a Madrid, pero la crisis de 2008 fue devastadora para la construcción. Vivimos ahora otra enorme, pero aquella creo que fue peor para nuestro sector, que además venía de unos años de excesos. Bajó la actividad cerca del 90 % en dos o tres años, se llevó por delante todo. Nos replegamos, nos centramos en Navarra y creo que fue un acierto”.

“En nuestro capital no hay fondos ni multinacionales, están los hijos o nietos de los socios que empezaron en su día con mi padre”.

No es que el actual volumen de negocio del sector sea alto. “El tema es que somos muy pocos porque entonces desaparecieron muchas empresas. en el hormigón y áridos había siete que atendían la Comarca de Pamplona, ahora somos dos con una capacidad de producción que nos permite abastecer todo el mercado”. Para definir la situación actual, utiliza ese término tan común como real de “incertidumbre” y añade que “no estoy muy seguro de qué vamos a ser capaces de hacer cuando acabe esta pandemia”. Por eso, no tiene claro si es “optimista, pesimista o mediopensionista”, aunque sí ve necesario ser precavido. Aunque la construcción sale de momento algo mejor parada que otros sectores porque tras la anterior crisis se ha replegado, el futuro encierra muchas incógnitas: Si esto no acaba pronto, sí tendremos un problema tremendo porque no seremos capaces de aguantar. Bueno, ni nosotros ni nadie”.

Cetya cuenta con una plantilla de veinticuatro personas, que como suele ocurrir en las empresas familiares, llevan mucho tiempo trabajando en la compañía. Nunca hemos tenido un conflicto laboral. Mi padre era de trato muy directo, nuestras puertas siempre están abiertas… Creemos mucho en la gente que trabaja con nosotros porque, si no fuésemos un equipo, esto no funcionaría”. Suena bien como lema, y sus siguientes palabras profundizan en esa idea: “Nuestra filosofía es hacer bien las cosas. Es obvio, pero la verdad es que las chapuzas no nos gustan. Hacer bien las cosas cuesta, pero al final el cliente lo reconoce”.

“Si esto no acaba pronto, tendremos un problema tremendo porque no seremos capaces de aguantar. Bueno, ni nosotros ni nadie”.

Explica, a continuación, algunos pormenores de la actividad de Cetya, como su trato diferencial a los clientes. Por ejemplo, cuenta con una aplicación que permite seguir la trazabilidad del pedido e incluso saber dónde se encuentra el camión encargado de la entrega. E incide en que ese trabajo bien hecho se traduce en una producción de hormigones que cumplen unas estrictas normativas y controles, lo que unido a la eficacia de las constructoras da como resultado unas edificaciones “con un estándar de calidad del máximo nivel”. “¿Cuándo se ha caído una casa en Navarra? Creo que nunca por un defecto estructural”, destaca entrecerrando sus ojos azules, haciendo memoria.

Aprovechamos para indicarle que resisten terremotos como los que sacudieron Pamplona y sus alrededores hace algunas semanas. Asiente con la cabeza y las manos y recuerda que el seísmo de Lorca, registrado en mayo de 2011 y con una magnitud de 5,1 grados, solo derribó una casa. “Pero tuvieron que demoler 1.600 porque su estructura estaba dañada”. También adelanta que la empresa está desarrollando un proyecto de I+D para conocer la consistencia del hormigón desde que se produce hasta que se vierte en la obra. “No te puedes imaginar lo que puede significar para un arquitecto tener ese control. ¿Por qué hacemos cosas así? Porque en un sector tan competitivo, estás obligado a diferenciarte de los demás”.

DEFENSOR DE LA SOCIEDAD CIVIL

La actividad institucional de Kiko Senosiáin es intensa. ADEFAN, Cámara Navarra… “He estado muchos años en la CEN y participo porque soy corporativista. Creo que a Navarra le hace falta más sociedad civil porque debe ser oída. La CEN, por ejemplo, representa a 14.000 empresas. Y lo mismo pasa con la Cámara de Comercio, hay que potenciarla. Es un error pensar que la Administración puede hacer todo. Se habla mucho de la colaboración público-privada, pero no se hace tanto, cuando es fundamental”.

Kiko Senosiáin asegura que siempre se ha sentido empresario.

Kiko Senosiáin asegura que siempre se ha sentido empresario.

“Los empresarios tenemos mucho mérito –manifiesta en otro momento-. Hay que potenciar la figura del empresario desde la escuela. Casi todo el mundo tiene iniciativas, ideas… Nosotros tenemos una fundación dirigida, sobre todo, a temas medioambientales. Pero mi sueño sería disponer de un fondo para ayudar a emprender a los jóvenes, ahora que los bancos no les abren sus puertas”. Y ya puestos, sueña con “otra relación entre empresa y trabajadores” para que “el empresario se sintiera más trabajador y al revés, a las duras y a las maduras”. “Si la empresa va bien, todo el mundo debería beneficiarse. Pero si va mal, todos se sacrifican. Es que un convenio, el 2 % anual… ¿Por qué no un 10 si ha sido un año muy bueno? Y si hay pérdidas, pues igual no tiene que subir”.

“Mi sueño sería disponer de un fondo para ayudar a emprender a los jóvenes”.

Senosiáin habla con sosiego, intercalando sonrisas o leves gestos para dar énfasis a tal o cual afirmación. Así, plácidamente, avanza la conversación. Charlamos ahora de su jubilación, que teóricamente podría materializar dentro de cuatro años. “Aún no me lo he planteado. ¿Qué pasará de aquí a entonces…? Seguiré en el consejo, eso seguro, como uno más. Y como tenemos un ejecutivo que funciona en el día a día, por ahí veo las cosas con tranquilidad”.

El día en que se retire, le gustaría seguir haciendo deporte. “Pero pasa el tiempo y estás más cascado. Antes corría, pero tuve problemas en una cadera y ahora tengo que ir andando. También voy al monte…”. Cuando el coronavirus lo permite, hace vida social con sus amigos de toda la vida, con la extensa familia Senosiáin, y la “no menos enorme” de su esposa. También viaja. “Me encanta, pero ahora que tenemos dos nietos pequeños que son nuestra gran alegría… Dejas unas cosas y coges otras”. Y, ahora sí, la sonrisa se extiende a todo su rostro.

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