Sus caminos se cruzaron en la década de los noventa, cuando trabajaban en la bodega navarra de Dicastillo, Palacio de la Vega. Pero la enóloga ovetense de 63 años Alicia Eyaralar y el economista pamplonés de 58 Jose María Fraile no pusieron en marcha su propio negocio hasta 2003, después de que este último decidiera dar un giro a su vida tras realizar el Camino de Santiago. No le resultó difícil convencerla…
Desde entonces, la bodega Tandem, adscrita a la Denominación de Origen Navarra y ubicada en el valle de Yerri, ha lanzado hasta diez referencias de vinos tintos, blancos y rosados que ha posicionado en Alemania, Suiza, Bélgica, República Checa, Reino Unido, Irlanda, Suecia, Polonia, Ucrania, China, Taiwán, Filipinas, Japón, Singapur, Corea del Sur, Hong Kong, Malasia, Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico y Brasil. En la actualidad, las exportaciones suponen ya el 90 % de su facturación, que creció un 20 % en 2023.
Su expansión internacional ha llevado a estos dos emprendedores, que ahora buscan expandirse en España y en nuevos mercados como Dinamarca, Finlandia, Holanda y México, a vivir experiencias inauditas. “Recuerdo que, en enero de 2022, íbamos a firmar un acuerdo con un proveedor ruso. Pero de repente nos dijeron que el acuerdo se rompía porque estaban en guerra con Ucrania. En ese instante, nadie sabía nada del conflicto armado. Y, a las dos semanas, la noticia estaba en todos los medios. Aquí lo supimos antes que nadie”, rememora Eyaralar.
EL PUNTO DE ENCUENTRO
La ovetense estudió Biología en la Universidad de Oviedo y, tras acabar la carrera, decidió cursar un Máster de Viticultura y Enología en la Universidad de Barcelona, donde descubrió su pasión por la uva. Esa formación le llevó a trabajar después, concretamente en 1989, en una bodega familiar de Villafranca del Bierzo (León). Un hecho que la “marcaría de por vida”. Dos años más tarde, decidió mudarse a Navarra para unirse a Palacio de Vega, donde coincidió con actual socio.
Por su parte, Fraile estudió Económicas en la Universidad de Deusto, además de un MBA por el Instituto de Empresa. De esta forma, en 1992, se hizo cargo de las exportaciones de Palacio de Vega durante cinco años. Tras dejar ambos la empresa en 1997, este comenzó a trabajar para Príncipe de Viana, mientras que la enóloga optó por ofrecer servicios de asesoramiento a bodegas de La Rioja y la Comunidad foral.
Pero el Camino de Santiago volvió a unirlos: “En 2002 me llamó Jose María. Me dijo que había realizado la ruta, que quería cambiar su forma de vida y su trabajo. Así que me propuso crear nuestro propio proyecto. Al principio me costó lanzarme, pero en dos cenas me convenció. Fue un proceso muy bonito al principio, de viajar y buscar socios que nos quisiesen acompañar. Un elemento clave fue encontrar un socio viticultor que aportase una parte del viñedo”.
El siguiente paso fue encontrar la ubicación de la bodega. Al final se decantaron por el valle de Yerri, por donde precisamente pasa la ruta jacobea… “Fue una señal. Además, yo en Villafranca trabajaba al lado del Camino. Y a los peregrinos les gusta mucho venir a la bodega, catar algún vino… Hay veces que han pasado bodegueros de Estados Unidos o incluso de Nueva Zelanda. Es una ventana abierta que te puede ayudar a la venta. Incluso alguna vez, un visitante nos ha puesto en contacto con un posible importador”, relata Eyaralar.
La bodega sigue un proceso ancestral, donde se aprovecha la gravedad para reducir al mínimo posible la intervención humana
Con trece metros de altura y 2.500 metros cuadrados de superficie, el edificio se divide en tres pisos. En la parte superior se encuentran las oficinas. Es la zona más cálida del recinto, donde penetra la luz natural del sol y se pueden observar los viñedos que rodean el lugar. En la zona subterránea, las sombras y el hormigón generan un clima fresco y húmedo para que el vino pueda reposar de manera natural. “Este edificio ocupa mucho volumen. Da una gran sensación de amplitud. Lo que hemos buscado en estas instalaciones es facilitar el flujo natural del proceso de vino, de tal manera que la uva entra por la parte más alta y baja hasta la zona inferior. Allí se encuentran las barricas, los depósitos y la embotelladora”, concreta la enóloga.
Aprovechando la altura del terreno, los bodegueros decidieron aplicar un proceso ancestral. De esta forma, la uva, cuando se agrieta, es prensada automáticamente en una cantina de acero inoxidable.
Una vez el líquido se fermenta, se trasvasa a un depósito de hormigón o a barricas de madera, dependiendo del producto, de tal forma que el poso de la uva quede en el primer depósito sin tener que acceder a él: “En este proceso, traspasamos el líquido a través de unos conductos, aprovechando la gravedad para ello. Es un sistema muy sencillo, donde hay una mínima intervención humana. El mosto fermenta con su propia levadura”.
Dentro de este proceso, los propietarios trabajan mano a mano con José Ángel Roldán, el técnico encargado del correcto mantenimiento de las instalaciones. De hecho, este vecino de Lorca fue quien encontró el terreno para poder construir la bodega. “Somos como una familia. Yo llevo la parte más técnica del vino, y Jose María se dedica a los números, la comercialización… Pero todos hacemos de todo. Y todas las decisiones se toman en conjunto”, explican la ovetense.
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA
Todos los nombres de sus vinos tienen un significado especial. Por ejemplo, Ars Nova hace referencia a un inversor de la bodega amigo de Fraile, músico de profesión, y alude además al movimiento musical con la misma denominación. Y su primer vino blanco, Inmácula, fue bautizado así porque no produce manchas: “Nuestro rosado y segundo vino blanco se llaman Casual porque nacieron por casualidad. Mucha gente se cree que nos llamamos Tandem porque somos dos. Pero realmente significa en latín “al fin”. Es un nombre que representa nuestro sueño cumplido, el de tener una bodega”, rematan.