El aceite de oliva es una de las joyas de España, un pilar de la dieta mediterránea. Sin embargo, sus precios han sufrido una severa caída (de unos cuatro a dos euros el litro para los productores en el conjunto del país). De hecho, marcan mínimos no vistos desde hace, por lo menos, cinco campañas. Además, dado el invierno lluvioso que se está registrando en las zonas donde se ubican las principales productoras de aceite (Andalucía, Castilla la Mancha y Extremadura), se espera que las cosechas de 2020 vuelvan a ser altas y, por lo tanto, que el precio no remonte.
Navarra también se está viendo duramente afectada. Ante esta tesitura, NavarraCapital.es ha contactado con asociaciones agrarias y productores de la Comunidad foral para profundizar en las raíces de esta problemática. Tras conversar con varios de ellos, cuatro son las principales causas que enumeran como desencadenantes de esta situación: la cosecha récord del año pasado en Andalucía, que dejó grandes excedentes; el aumento de la producción que, año tras año, se constata a nivel nacional, fruto de la implantación de sistemas de regadío; sus altos precios durante los cuatro años anteriores y el efecto rebote que han provocado; y, por supuesto, los aranceles de Estados Unidos.
Laura Sandúa, gerente de Aceites Sandúa, resalta que pocas veces se han visto ofertas «tan agresivas en los supermercados» como las que están recibiendo actualmente por un producto al que «no se consigue dar el valor que se merece». Por su parte, Mario Gómara, gerente de La Casa del Aceite, profundiza en el problema que supone Estados Unidos: «En 2019, se produjeron muchísimas toneladas de aceite en el país norteamericano, de las cuales han sobrado bastantes. Es decir, siguen ahí acumuladas para su venta».
En la misma línea se sitúa José Francisco Doncel, de la Unión de Cooperativas Agrarias de Navarra (UCAN), quien agrega que Estados Unidos no está ayudando a encontrar una salida. «Están haciendo que sea el sector del aceite de oliva uno de los que está pagando las consecuencias de la guerra comercial entre Estados Unidos y Europa», indica. Un conflicto en el que los olivicultores «no tienen nada que ver».
La excesiva producción está afectando gravemente a la caída de los precios, según Imanol Puñal y David Barberena, dueños de Disal Navarro. «Esto se puede deber a la proliferación de plantaciones de intensivo, tanto nacionales como en países del Mediterráneo», analizan. Sin embargo, pese a que los precios están bajando a la mitad, ambos confirman que «los consumos nacionales son prácticamente los mismos, independientemente de lo que valga».
Mario Gómara: «En 2019 se produjeron muchísimas toneladas de aceite en EEUU, de las cuales han sobrado bastantes».
AFECTADOS POR EL PROBLEMA
Todas las empresas consultadas coinciden en que este problema les está perjudicando. Eso sí, hay que tener en cuenta que la producción de aceite navarro supone un mínimo porcentaje del volumen total de España (no llega al 2 %). Y que los precios en la Comunidad foral tal vez no experimenten un descalabro tan notorio. «Al tener una calidad excepcional en nuestra provincia debido a las almazaras pequeñas con las que contamos, podemos defender un poco los precios. Pero cuando bajan, también tenemos que bajar», se sincera Gómara.
Así mismo, como señala Sandúa, «la coyuntura global también afectará». Y según Manuel Román, socio de Ecoprolive-Isanatur, las alzas y bajas crean «inseguridades e indefensión al pequeño agricultor y productor».
POSIBLES SOLUCIONES
Todos los productores están expectantes ante un futuro que parece imposible de predecir. Aun así, plantean algunas medidas para reconducir la situación. Desde UCAN proponen tres. La primera, el cumplimiento de la ley de la cadena alimentaria. «Ningún eslabón podría vender por debajo del precio de coste, pero la presión de la gran distribución sobre los productores hace que se venda muchas veces a pérdidas», explica Doncel.
Actualizar los precios del almacenamiento privado, de acuerdo a los actuales costes de producción, también es un punto «muy importante» a tener en cuenta. Y por último, una autorregulación del mercado por parte de los productores: «guardar aceite en años de producciones altas y sacarlo cuando la cosecha sea más corta para que el precio pueda ser más estable y no existan los picos que hay entre años de escasez y años de superproducción».
De igual manera, de cara a los próximos años sugiere promulgar normas para que, cuando se den situaciones de sobreoferta, «obliguen a destinar parte del aceite lampante a producción de biodiésel».
Laura Sandúa: «Tenemos que provocar un cambio de cultura en países que no lo utilizan y debemos saber transmitir los valores que nuestro producto posee».
Para Sandúa, la solución pasa más por concienciar sobre el verdadero valor que tiene el aceite de oliva para la salud: «Tenemos que provocar un cambio de cultura en países que no lo utilizan y debemos saber transmitir los valores que nuestro producto posee. Somos el primer productor y exportador mundial de la grasa más saludable que existe».
Tanto ella como Román creen que la clave reside en la base del problema. «Ante un aumento de la oferta es necesario un aumento de la demanda para que haya un mayor equilibrio», explican.
No obstante, también hacen referencia a algunas de las soluciones que se han intentado llevar a cabo y que, tras fracasar, se han convertido en desencadenantes de la actual situación. Por ejemplo, la Unión Europea intentó la retirada voluntaria de aceite como paso previo a una autorregulación efectiva del sector. «Es un organismo que te paga una cantidad de dinero durante seis meses para que no vendas aceite. De esa manera se retira del mercado y comienza una subida de precios», explica Gómara.
Sin embargo, se consiguió el efecto contrario. «Pagaron tan poco que prácticamente no han retirado nada. Han conseguido que los productores piensen que se han reído de ellos y, por eso, han bajado aún más los precios», apostilla.
Imanol Puñal y David Barberena: «En cada cosecha, la demanda o los diferentes agentes externos impactan notablemente sobre el precio, en unas ocasiones al alza y en otras a la baja»
Para él, la continua mejora de los sistemas de plantación y producción, sumada a las plantaciones superintensivas en zonas de regadío, se han convertido en un arma de doble filo. «En el norte de España hemos apostado por el olivar en seco. Esto nos permite estar recogiendo aceitunas en buenas cantidades para el quinto día. Con los sistemas tradicionales, la producción es más lenta. Ahora son más constantes», desgrana.
Puñal y Barberena, acostumbrados a las grandes oscilaciones de precios, son conscientes de que el mercado es muy volátil. Y no creen que vaya a cambiar en exceso. «En cada cosecha, la demanda o los diferentes agentes externos impactan notablemente sobre el precio, en unas ocasiones al alza y en otras a la baja», rematan.
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