Cada mañana, cuando llega a su peluquería, lo primero que hace Franklin Castillo es encender el equipo de música. Pase lo que pase, hay que empezar el día con buen ánimo: “La música es primordial. Pongo de todo: salsita, merengue y, cómo no, una bachata. Pura latina. Eso le gusta a mi cliente”.
Para los estilistas dominicanos como él, la música es parte del producto. Así lo afirma también Ada Williams, peluquera desde hace veintiséis años y que vino hace siete a Pamplona para fundar un salón que lleva su nombre. “Me gusta poner ‘pop’ en inglés, suavecito. Después, depende del día. Si es viernes o sábado, puedo poner una bachata. Quería tener un negocio que fuera cómodo para las señoras mayores o para las familias españolas”, detalla. En cambio, Ángel Bonifacio, de 26 años, opta siempre por el reggaeton, quizás porque sus clientes son adolescentes y jóvenes. Aunque también se declara fan de algunas bandas españolas: “Me agradan Bad Bunny y Ozuna, aunque yo soy más de Fito & Fitipaldis”.
Ángel Bonifacio: “En República Dominicana, hay zonas específicas para cada sector. La gente ya sabe a dónde dirigirse para conseguir lo que quiere”.
Cinco peluquerías regentadas por ciudadanos dominicanos, abiertas sobre todo a partir del año 2015, riegan la avenida de Marcelo Celayeta, espejo evidente de una tendencia que, poco a poco, se ha extendido por la Comarca de Pamplona. Porque, en la actualidad, ya hay unos veinte establecimientos dirigidos por emprendedores de este país caribeño, que se reparten por la Rochapea, San Jorge, San Juan, Burlada, la Milagrosa y Barañáin principalmente. La fama de los peluqueros dominicanos crece en paralelo a la proliferación de los locales.
Aunque pueda parecerlo, la concentración de negocios que son competencia entre sí en un mismo punto no es casual ni obedece a una batalla entre profesionales del sector. Por un lado, la mayor parte de la clientela de estas peluquerías reside cerca de la arteria de la Rochapea. De hecho, estos tres peluqueros trabajaron previamente en el establecimiento más antiguo del lugar: D’Santos.
Pero, además, existe un factor cultural detrás de este fenómeno, nada común en Europa. “En República Dominicana (igual que en otros países latinoamericanos), hacemos lo mismo con todos los negocios. Por ejemplo, hay una zona para los locales de repuestos de vehículos, otra de discotecas… La gente ya sabe a dónde dirigirse para conseguir lo que quiere”, especifica Bonifacio, propietario de The Family Peluquería.
Franklin Castillo: “Los peluqueros dominicanos tenemos la ventaja de que sabemos trabajar con todo tipo de pelo: africano, chino, colombiano…”.
Los tres enfatizan que la convivencia es muy buena porque cada uno tiene su propio modelo de negocio. Bonifacio, cuya tarifa estándar es de quince euros, busca atraer a clientes españoles y, sobre todo, a deportistas: “Mi peluquería tiene como eslogan ‘la barbería de las estrellas’. El otro día, por ejemplo, estuve con Jonathan Calleri, de Osasuna. Un chico muy humilde y cercano”. Williams, en cambio, se centra más en atraer a mujeres, tanto españolas como de otras nacionalidades. “El 60 % de las clientas son de aquí. Vienen muchas señoras mayores cada día y me recomiendan entre ellas porque tengo precios especiales para jubiladas y ofertas. El otro 40 % son colombianas, ecuatorianas, brasileñas…”, resalta.
Ada Williams: “En mi país tuve una peluquería en la mejor zona de la República. Me vine por la tranquilidad, porque me habían asaltado varias veces. Lo vendí todo para estar aquí”.
Castillo, peluquero desde hace veinte años y propietario de VIP Barbershop Peluquería, atestigua que sus verdaderos competidores son extranjeros de otras nacionalidades, cuyas peluquerías han proliferado también en los últimos años. “El público que atraen los pakistaníes, por ejemplo, busca un bajo precio. Ellos cortan a diez euros y nosotros a quince. Sus clientes son menos detallistas, van más a que les corten el cabello y ya”. En las peluquerías dominicanas, en cambio, buscan que “les dejen bien delineados”. Porque si algo tienen en común los estilistas de este país caribeño es su habilidad con todo tipo de cabellos. “Tenemos la ventaja de que sabemos bregar con todos porque somos una raza muy mezclada. Yo sé cortarle a un africano, a un chino, a un colombiano…”, remarca.
Al menos en su país de origen, los peluqueros dominicanos tienden a trabajar únicamente con un sexo, bien con hombres o bien con mujeres. “Nosotros somos una barbería, aunque la llamamos peluquería. Nos especializamos en hacer cortes de pelo, diseños, barbas y limpiezas faciales para hombre”, subraya Bonifacio. En los “salones”, sin embargo, trabajan las “extensiones de pelo, el color y el alisado con keratina” para mujeres, señala Williams. No obstante, en España también hay quienes apuestan por los establecimientos unisex para expandir su negocio y ampliar la clientela.
Ángel Bonifacio: “Las redes sociales, en especial Instagram, han sido muy importantes para crecer en clientela”.
Entre sus especialidades figuran los diseños más complejos, a menudo con trazos, cenefas y dibujos de lo más singular. “Pero nuestro plato fuerte, en realidad, son los degradados. Cuando un español viene a mí y cambia su peluquería habitual, es por un degradado o ‘fade’”, comenta Bonifacio. Otro servicio muy demandado, indica Williams, es el alisado de keratina para mujeres.
LOS MOTIVOS DE SU LLEGADA
Algunos llegaron con lo justo para seguir formándose y crecer profesionalmente. Bonifacio, por ejemplo, empezó a los 16 años en una peluquería con el mismo nombre que tiene la que dirige hoy. A los 19, vino a España para buscar nuevas oportunidades. También hay quienes renunciaron a una próspera empresa por seguridad. “En mi país tuve una peluquería en la mejor zona de la República, con veinte profesionales. Me vine por la tranquilidad, porque me habían asaltado varias veces. Lo vendí todo para estar aquí”, rememora Williams.
Sus negocios también han evolucionado con el paso del tiempo, en una sociedad muy diferente a la suya. Y, como a tantos otros, el Covid-19 también los está golpeando, tanto por la caída del consumo como por las restricciones aplicadas a los locales en los últimos meses. Williams, por ejemplo, destaca que los hombres que iban a su peluquería a arreglarse la barba cada quince días han empezado a espaciar sus visitas, a desistir de tenerla tan cuidada como antes: “La clientela se ha reducido, por lo menos, un 50 %”. Bonifacio, por su parte, subraya “la importancia de las redes sociales, en especial de Instagram”, para la captación de clientela joven. Es más, durante el confinamiento no dejó de mantener el contacto con sus clientes más fieles por esta y otras redes sociales. Gracias a esta comunicación externa y a que siempre se ha organizado mediante citas previas, asegura el peluquero, no se ha visto tan afectado por la situación.
Ada Williams: “La clientela ha bajado al menos un 50 % por el Covid-19”.
Pero unos y otros aún conservan una de las señas de identidad más propias de las peluquerías de República Dominicana, donde estos negocios son también puntos de reunión de amigos y vecinos. “En mi país, son como centros de recreación. Los chavales van y, aunque no se corten el cabello, se sientan en la peluquería a escuchar música y hablar con los amigos. Es un poquito la cultura, y da gusto hacerlo aquí al final de la tarde”, asiente Castillo.