domingo, 15 diciembre 2024

La firma de Muzki que vende su ropa en Norteamérica, Japón y Hong Kong

En el taller de Worker's Nobility, ubicado en un pueblito "de unos doce habitantes empadronados", Zuriñe Gurpegi diseña dos colecciones al año con tejidos 100 % naturales. Las prendas, elaboradas en Navarra, se comercializan en el sitio web de la marca y en 'boutiques' de América y Asia. Un pequeño porcentaje también se vende en Europa.


Valle de Guesálaz - 30 octubre, 2023 - 05:59

Aunque sus ventas se concentran en el extranjero, la producción de la firma se lleva a cabo en la Comunidad foral. (Fotos: cedidas)

No era un aparato extraño para ella. Zuriñe Gurpegi ya sabía manejar aquella modesta máquina de coser que adquirió “por unos 20 dólares” en una tienda de segunda mano ubicada en la ciudad de Portland (Oregón, Estados Unidos). Era, en definitiva, una cuestión de herencia: sus padres regentaron durante años un negocio textil en Pamplona -incluso tenían su propia marca de ropa de montaña-, así que creció entre telas y agujas. Pero desde muy joven había descartado la posibilidad de relevar en el negocio familiar a sus progenitores. Quería dibujar su propio futuro y por eso se convirtió en arquitecta, licenciándose además en Bellas Artes.

Al margen de una época en la que se sumergió en la presentación a concursos públicos para la construcción de viviendas de protección oficial (VPO), a nivel laboral procuró combinar siempre las peculiaridades de sus dos titulaciones. De esa sinergia nacería, años después, una ambición que se despertó con el nacimiento de su primer hijo. Entonces se hallaba en un país, Estados Unidos, donde el permiso de maternidad no es más que una utopía de difícil acceso para el grueso de los mortales. Fue entonces cuando, mientras cuidaba a su bebé en casa, se atrevió a crear un proyecto alineado con el espíritu del lugar en el que residía.

Portland es un modelo de ciudad que me encantaría que los políticos estudiaran. Es muy interesante. En Beaverton, ubicada en la periferia, está Nike Town, la sede central de la empresa. Eso ha hecho que otras marcas como Adidas, Columbia y The North Face también tengan edificios allí. Se juntan un grupo de diseñadores e investigadores que tienen unos hábitos de consumo concreto y que, a su vez, permiten que la ciudad no solo viva de la industria, sino también del comercio”, expone.

«Parece que hoy en día hay ciertos oficios importantes y otros que no lo son. Yo creo que todos tienen su nobleza y son necesarios»

En ese momento no seguía una estrategia empresarial concreta. Buscaba, simplemente, “algo con lo que ocupar la cabeza”. No obstante, sus aspiraciones evolucionaron y, poco a poco, fue encontrando significado a la iniciativa a medida que su vida cambiaba. Embarazada de su segundo retoño, hace ocho años decidió emprender el viaje de vuelta a Navarra junto a su marido -que es californiano- para criar a sus niños en la tierra que la había visto crecer. Su destino inicial fue Pamplona, pero desde hace casi un lustro reside junto a su familia en Muzki, un pueblito «de menos de doce habitantes empadronados» y enclavado en el valle de Guesálaz.

En el fondo, el propio nombre que había elegido tiempo atrás para su marca de ropa marcó, a su vez, su destino geográfico. Worker’s Nobility es toda una declaración de intenciones: “No se me ocurrió sin más. Allí está la esencia de la marca: la nobleza del trabajador. Parece que hoy en día hay cierto tipo de oficios importantes y otros que no lo son. Yo creo que todos tienen su nobleza y todos son necesarios”.

En ese escenario rural apostó precisamente por un oficio milenario. Hoy, su caso es excepcional, pero ella insiste en que no ha descubierto nada que sus antepasados no supieran. “La sostenibilidad es una forma de hacer distinta. Bueno, distinta tampoco. Parece que nos hemos inventado ahora el concepto y esto lo hacían nuestros abuelos, básicamente. Lo que pasa es que ellos lo distribuían en veinte kilómetros a la redonda y ahora producimos cerca, pero lo vendemos muy lejos», defiende.

PRODUCCIÓN LOCAL, VENTA EN EL EXTRANJERO

Ese “muy lejos” viene como anillo al dedo porque, en efecto, desde que consiguió su primer cliente -una boutique japonesa-, su mercado ha sido extranjero. “La ropa va a Japón, Hong Kong, Estados Unidos, Canadá y un pequeño porcentaje a Europa. Sobre todo, Estados Unidos va entrando más fuerte. Creo que allí tienen un poder adquisitivo bueno y muchas tiendas dedicadas a este tipo de productos”, detalla.

Tras unos años trabajando en Estados Unidos, Gurpegi regresó a Navarra, su tierra natal.

Tras unos años trabajando en Estados Unidos, Zuriñe Gurpegi regresó a Navarra, su tierra natal.

Se da una paradoja: las prendas de Worker’s Nobility lucen en cuerpos extranjeros, pero su producción se hace enteramente dentro de la Comunidad foral. El suyo es un modelo difícil de entender -como ella misma admite- en un mundo que ha abrazado la fast fashion. “Es complejo. Recuerdo que participé en una feria en Pamplona. Iba con precio de fábrica y aun así había gente a la que le parecía caro. Trabajar con fibras naturales implica muchas horas de producción, de modo que si de verdad alguien cree que puede darle una salida más económica, ¡le pongo a coser, vamos! Comprendo que es normal. Nos están educando en la idea de que una camisa cuesta 15 euros y no es así. Con eso no pago ni el tejido”, sostiene.

«El 99 % de mi negocio ha llegado a través de Instagram. Hay que meterle muchas horas, eso sí»

Así, la filosofía de Worker’s Nobility ya despierta admiración en el extranjero. Su premisa es simple: dos colecciones al año de estilo atemporal, con piezas sobrias y funcionales -cuyos precios que oscilan entre los 150 y los 350 euros-, confeccionadas con tejidos 100 % naturales de origen holandés o español. Gurpegi presenta el catálogo a las tiendas y, según la demanda, se apoya en un taller ubicado en Burlada para sacar adelante la producción. “Como es un volumen más grande y hay que darle solución en un periodo más corto de tiempo, acudo al taller para el cosido de las piezas. Luego vuelvo a traerlas a casa para su empaquetado. Con eso se sirve a tiendas y a la vez voy presentando la próxima colección. Siempre se trabaja con un año de antelación”, especifica.

El modus operandi es diferente cuando se trata de un pedido online. En ese caso, Gurpegi cubre todos los eslabones de la cadena en el taller de confección que instaló en su hogar, desde el diseño, el patronaje y el prototipado hasta la elaboración final de cada pieza: “Si recibo un pedido hoy, mañana haría el corte y la confección de esa prenda y pasado mañana la mandaría. No hay excedentes. El único stock sobrante que puedo tener es el de una devolución eventual o algo de textil que sobre. Por eso no hago rebajas: no tendría sentido porque no produzco de más”.

El principal aliado para la marca ha sido, sin duda, Instagram, donde suma más de 11.400 seguidores. “En mi caso, es una ayuda enorme. Puedo decir que el 99 % de mi negocio ha llegado a través de esta red social. Una tienda da con tu perfil y ya sabe si le puede interesar o no tu proyecto. Hay que meterle muchas horas, eso sí”, resalta. La presencia en la red, por otro lado, también le ha servido para rentabilizar su página web. “Hace cosa de dos temporadas, mis ventas online eran prácticamente cero. Ahora no son para tirar cohetes, pero sí para ir sacando un sueldo y defenderme”, apostilla.


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