sábado, 27 abril 2024

De Alsasua a Italia, Cambridge, Belfast y Alicante: el viaje de Alerie Guzmán

Alumna brillante desde pequeña, esta alsasuarra de 37 años se convirtió en doctora en Neurociencia Clínica por la Universidad de Cambridge y, posteriormente, recaló en la Universidad de Queen's (Belfast). Doce años después, regresó a España para seguir creciendo profesionalmente y estar más cerca de su familia. Bajo un contrato Miguel Servet, lidera ahora un grupo de investigación en Alicante que estudia el papel de un tipo de células madre en el desarrollo de la esclerosis múltiple.


Alicante - 28 septiembre, 2023 - 05:59

Criada en Alsasua, Guzmán dio el salto a la capital navarra para cursar sus estudios de Biología y Bioquímica. (Foto: cedida)

Hubo un tiempo en el que la pequeña Alerie Guzmán jugaba a ser peluquera, abogada o astronauta, según el humor con el que se levantara ese día. Pero ella no recuerda aquellas historias que le ha contado su madre. Lo que sí sabe, en cambio, es que “entre los 6 y los 8 años” decidió que quería ser científica y nunca más volvió a cambiar de opinión. “En una época, me gustaba mucho la biología marina. Fue un poco antes de comenzar la carrera cuando me empezaron a llamar la atención las enfermedades, entender cómo funciona y cómo falla el cerebro”, rememora.

Su vocación despertada en la infancia llevó a Guzmán, nacida y criada en Alsasua, a mudarse a Pamplona para estudiar Biología y Bioquímica en la Universidad de Navarra. Fue una estudiante brillante: en su segundo año de carrera, ya era alumna interna en uno de los laboratorios de neurociencias del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) y obtuvo una nota media final superior a 9: “Cursar la doble era duro -admite más de una década después de licenciarse-. Junto a una compañera, completé todo en cinco años en vez de seis. Eso básicamente significaba vivir en la universidad. Estábamos allí de 9 de la mañana a 9 de la noche”.

Esa dinámica de trabajo arduo e incesante se ha repetido hasta la actualidad, pero no lanza queja alguna. Al contrario, Guzmán, de 37 años, no para de repetir que se siente “afortunada” porque, al fin y al cabo, trabaja haciendo lo que más le gusta. Desde muy pronto supo que “para hacer ciencia, una de las vías más obvias es salir un tiempo de España y descubrir todas las opciones que tienes”. Esa necesidad, unida a su afición por visitar otros países, la empujó a abandonar pronto el nido familiar.

«Me educaron en la creencia de que, por muy buena que seas, siempre va a haber gente mejor que tú»

El primer salto fue a Italia, siguiendo la recomendación de varios colegas del CIMA. Allí trabajó durante seis meses en un laboratorio especializado en la investigación sobre el alzhéimer. Para entonces ya sabía que el tema que marcaría su trayectoria profesional -y su vida- serían las enfermedades neurodegenerativas y estaba decidida a hacer un doctorado. Por eso, compaginaba ese empleo con buscar, investigar, comparar opciones, anticipar posibles preguntas, contestar respuestas…

No escatimó en ambición para lograr su objetivo y apuntó alto: aplicó a un programa de la Universidad de Cambridge -la segunda mejor institución de educación superior del mundo, según el último QS World University Rankings– y voló a Londres para una entrevista. “Mis padres no conocían la ciudad y les propuse juntarnos allí para pasar el fin de semana juntos. Ellos viajaban desde Pamplona, y yo desde Italia. Recuerdo que cayó una nevada impresionante, casi no llego a la cita, tuve que coger un taxi… Salí de la cita y les dije: ‘Bueno, no os preocupéis, no voy a entrar en Cambridge. Vamos a disfrutar’”.

LLEGADA A REINO UNIDO

El caso, en resumidas cuentas, es que sí entró. “Creí que no me cogerían porque soy muy sincera, pero luego me dijeron que, precisamente, les había gustado que tuviese una opinión y la defendiera”. Bajo la tutela del profesor Robin Franklin, durante cuatro ejercicios siguió centrándose en la investigación de enfermedades neurodegenerativas. Se enfocó, en concreto, en el estudio de la esclerosis múltiple. Fueron años intensos dentro de un ambiente que despertaba toda su ilusión y sus ganas de aprender, y que paralelamente también provocaba que florecieran en ella algunas inseguridades.

“Era muy motivante, muy enriquecedora y a la vez muy frustrante. Desarrollé el síndrome del impostor. Tengo suerte -remarca- porque me educaron en la creencia de que, por muy buena que seas, siempre va a haber gente que sea mejor o peor que tú en todo lo que hagas en la vida y de todos se puede aprender. Pero si es cierto que Cambridge es una burbuja en la que se junta lo mejor de lo mejor, donde todo el mundo es muy bueno en lo que hace. Cuando llegué me sentía muy pequeñita. Pensaba ‘no sé a quién he engañado para estar aquí”.

«Cambridge era muy motivante, muy enriquecedora, y a la vez muy frustrante. Desarrollé el síndrome del impostor»

Tras cuatro años de investigación, se doctoró en diciembre de 2014. Para celebrar ese hito decidió hacer una de las cosas que más disfruta: viajar. Aterrizó en Sudamérica, primero como turista y después como voluntaria en una ONG peruana que, entre otros cometidos, perseguía la escolarización de niños en situación de pobreza extrema. Volvió a Cambridge poco después, al mismo laboratorio que le había dado la bienvenida, para comenzar su postdoctorado. En la institución -por la que pasaron científicos de renombre como Stephen Hawking, Alan Turing o Charles Darwin, entre otros- permaneció ocho años en total.

“Cambridge siempre tendrá un hueco muy importante en mi corazón, es donde me he formado y donde he conocido a muchas de las personas más importantes de mi vida. Suelo decir que mi padre científico es mi jefe de doctorado. Siento que me llevé lo mejor de allí, de esa competitividad que te motiva a mejorar”, subraya. En 2018 se mudó Irlanda del Norte para comenzar una fellowship en la Universidad de Queen’s en Belfast (Queen’s University Belfast). “Seguí trabajando en la esclerosis múltiple -precisa-, pero conjugando la neurociencia con la inmunología. Aprendí más sobre el sistema inmune”, relata.

RETORNO A ESPAÑA

La vida de académica viene acompañada de algunas desventajas, como pueden ser la duración de los contratos, el acceso -o la falta de- financiación o los trámites burocráticos: “En ciencias, después del doctorado, puedes hacer uno o dos postdocs, pero si luego quieres ser independiente y trabajar en tu propio laboratorio, tienes una ventana de tiempo. Yo estaba en esa ventana por motivos personales y profesionales. Al final, la carrera investigadora es poco estable. Ya había decidido que, si no conseguía dar ese salto, dejaría la investigación y me iría a la industria farmacéutica”.

A veces uno pasa meses esperando a que se abra una puerta cuando, de repente, se abren varias en distintas direcciones. En la misma semana, a Guzmán le ofrecieron dos oportunidades: un contrato Miguel Servet, concedido por el Instituto de Salud Carlos III, o la posibilidad de formar su propio grupo de investigación en el King’s College de Londres. No fue una decisión fácil. “Me costó muchísimo decidirme. Visité los dos laboratorios, lo consulté con mis mentores…”, evoca.

Hizo sus cálculos y le dio mil vueltas a la cabeza, pero al final terminó pesando más el corazón. “Después de la pandemia, empezamos a replantearnos todo. Aunque están muy bien, mis padres ya son mayores. No pude verlos durante dos años y medio. Y tras doce en el extranjero, llega un momento en el que empiezas a pensar en la calidad de vida, en asentarte en algún sitio”, expone. Así que regresó a España con 36 años -se había ido del país con 24- para asentarse en Alicante. “Elegí la ciudad porque se daba una sinergia interesante. Estoy contratada por el Instituto de Investigación Sanitaria y Biomédica de Alicante (Isabial) y por el Instituto de Neurociencias de Alicante (UMH-CSIC). Veía que podía hacerme mi propio hueco y que, al trabajar también con el hospital, podría interactuar con los pacientes”, remarca.

A Guzmán, una investigadora de “ciencias básicas”, ese aspecto humano la sedujo: “Me he pasado la vida mirando células en un microscopio, preguntándome cómo funcionan las cosas y por qué fallan, bastante lejos de las personas. A veces nos enfrascamos tanto en entender esos problemas que se nos olvida que el objetivo final es mejorar la calidad de vida de los pacientes. Esa dualidad es interesante”.

En concreto, la científica alsasuarra se enfoca en el estudio de un tipo de células madre, presentes en el sistema nervioso central, que funcionan como una “capa protectora” para las neuronas. “Esa capa se puede regenerar de forma natural, pero la esclerosis múltiple y el envejecimiento provocan que esa capacidad se pierda. Estoy tratando de entender qué mecanismos regulan esa facultad regenerativa y cómo se puede aumentar”.

Su labor resulta crucial en un contexto en el que este tipo de patologías –“epidemias del siglo XXI en países desarrollados”- cobran cada vez más importancia en las políticas sanitarias y el debate público. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que alrededor de 1,8 millones de personas en el mundo padecen esta enfermedad.

Esta entrevista forma parte de la Estrategia NEXT del Gobierno de Navarra.

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