Le preguntamos por qué da tanta relevancia a su carácter inquieto. “Es casi un requisito para hacerte diseñador, y también para ser emprendedor. Aquí nos planteamos continuamente el ¿y por qué no?, el ¿y si…? Nos llega el reto de transformar algo en otra cosa, o mejorarlo, o buscarle otra funcionalidad, y nuestra misión es investigar, analizarlo y comprenderlo bien. Eso sin inquietud no puede hacerse, es la base“.
Javier Vidorreta nació en Tudela en 1989, donde estudió en el colegio público Monte San Julián y la ETI. Allí, en su Escuela Municipal de Ciclismo, aprendió qué es el “compañerismo, la disciplina, la capacidad de trabajo en equipo, el sacrificio y la gratitud”. Enseñanzas recibidas de personas entre las que se encontraba su padre, Julio. “De forma altruista, con mucha dedicación y cariño nos transmitieron esos valores”, a los que atribuye buena parte de su actitud ante la vida. Las bicicletas siguen siendo importantes para Javier, llegó a correr dos años en el CAI y uno en el Caja Rural, en las categorías Elite y Sub-23, hasta que lo dejó en 2009 por incompatibilidad con los estudios. Incluso la primera empresa que cofundó, en septiembre de 2011, fue Lamilla Cycles, dedicada a la recuperación de bicis “con historia”. Ahora, desde Vidorreta Design, diseña modelos para la marca WRC que fabrica Conor.
Volvemos a esas tres definiciones que se autoatribuye en LinkedIn. La primera que figura es la de diseñador, y no por casualidad: “Desde pequeño me han gustado el dibujo y las manualidades. De más joven también el grafiti. Siempre he experimentado con cosas creativas, de ahí mi pasión por el diseño industrial aunque entonces ni sabía qué era eso. Cuando vi que había algo que combinaba lo industrial con el dibujo y la visión creativa, el flechazo fue total”.
Por eso estudió el grado de Ingeniería Técnica Industrial Mecánica con intensificación en Diseño Industrial de la UPNA en Tudela. Y en 2012, ya con el título, Ilustración Editorial en la Escuela Superior de Dibujo Profesional de Madrid: “La ingeniería era muy técnica y me faltaba formación en dibujo, capacidad creativa o expresión artística, que necesitaba para el trabajo que quería hacer”.
“La necesidad de emprender vino de que no encontraba un sitio en el que hacer lo que me gustaba en el entorno”.
Terminó en 2014, hace menos de ocho años que, le decimos, han dado para mucho. Hace un gesto ambiguo, tal vez trata de relativizar nuestro aserto, y se ríe: “Bueno, es lo que decíamos antes. La inquietud, el no parar, también el tener un equipo fuerte que te apoya y te cubre cuando andas metido en tantos líos. Es que si eres inquieto tienes muchos sitios donde cultivar pasiones. Ja, ja, ja”. Ya hemos citado su primera empresa, Lamilla Cycles, que surgió casi por casualidad. Estudiaba el último curso de la carrera, acababa de dejar la bici y comentaba con un amigo que su futuro era incierto cuando vieron en la universidad el anuncio de un concurso de ideas de negocio.
“¡Buah! ¡Tenemos que presentar algo, lo que sea! Con lo del ciclismo, aprovechando además que estaba de moda el reciclaje y lo de los hipsters, pensamos ‘¡ya está, el reciclaje de bicicletas!'”. Hicieron un plan de negocio y consiguieron un accésit, que recogieron en un acto celebrado en el rectorado. Allí estaba la coordinadora de CEIN, María Sanz de Galdeano, quien les animó a presentar su proyecto a la Beca Emprendedor Moderna, que consiguieron. Durante nueve meses, trabajaron para hacer realidad lo que era una idea. “Fue un proyecto superchulo. Aprendimos un montón porque no sabíamos nada de montar un negocio, pero no pudo ser porque se trataba de algo que era casi de artesanía y nos faltó esa mano de obra especializada”.
Comenzó a trabajar como freelancer en Tudela (Javier Vidorreta Photo & Art). “Sobre todo temas artísticos, no hacía aún diseño. Fotografía, daba cursos de Photoshop…”. Y, mientras estudiaba en Madrid (Sparkling Design Studio), “era como el emprendimiento del garaje de Steve Jobs, primero en tu dormitorio, después una oficinita… Poco a poco”, broma.
Vidorreta Design nació en 2015, cuando recibió el primer encargo de diseño de producto. “Eso me obligó a buscar más cosas porque era autónomo y tenía que pagar facturas. Y sí, me llegaron más proyectos, pero me encontré con que solo ya no abarcaba todo”. Habló con compañeros de la UPNA y dos se incorporaron a la incipiente empresa. Uno de ellos renunció enseguida, el otro llegó con la idea de lanzar una campaña de crowdfunding para una iniciativa de juegos de mesa. “Recogimos esa idea y, un año después, le dimos rienda suelta a través de Txarli Factory, como una spin-off emanada del estudio, más dedicada a la ilustración”. Permanecieron juntos hasta 2020.
“Ser inquieto es casi un requisito para hacerte diseñador, y también para ser emprendedor”.
Además, Vidorreta fundó en 2018 otra empresa que no tiene nada que ver con el diseño, Almotech. La idea le surgió tras las dificultades que encontró para deshacerse de una botella de aceite doméstico usado cuando desalojó el piso de Madrid. Buscó socios y, con una subvención de I+D, fundaron la firma, dedicada a la fabricación de un pequeño electrodoméstico que transforma el aceite usado en la cocina en jabón. La empresa funciona autónomamente, aunque esté vinculada al estudio: “Un litro de aceite usado contamina mil de agua”, nos informa con semblante serio. “Cuando me enteré me quedé perplejo y asustado, eso me llevó a dar caña a esa idea”.
El estudio ha ido evolucionando: “Nuestro core es el diseño de producto, pero a menudo ese producto suponía el lanzamiento de una marca nueva por parte del cliente. Crear una cosa desde cero y conocer su esencia nos daba una opción muy interesante para desarrollar la marca. Eso nos llevó a crear un departamento de diseño gráfico dentro del estudio, que ha ido cogiendo fuerza. Ahí tenemos gente superpotente, hacemos tanto diseño de producto como de marca, pero no somos una agencia de comunicación o de marketing”, detalla.
Por otra parte, la compañía ha desarrollado una quincena de diseños en el área de salud, concretamente de material médico, lo que le ha llevado a crear la división Vidorreta Medical Innovation. Queda claro entonces por qué se presenta como emprendedor. Deducimos que nunca ha trabajado por cuenta ajena y, al comentárselo, le provocamos una carcajada que nos sorprende: “¡Síííí, he trabajado para muchos… pero de camarero, en Decathlon y así!”. Fue cuando dejó la bici. “Me dije ‘a sacar perras de donde sea para seguir estudiando’. Y tuve un par de veranos con un montón de curros”.
Bueno, pues nunca ha trabajado para otros en su profesión. “Eso sí, la necesidad de emprender vino de que no encontraba un sitio en el que hacer lo que me gustaba en el entorno. Lo busqué hasta en Barcelona, también porque no me contrataban al no tener experiencia como diseñador. Así que las circunstancias me abocaban a montármelo yo. Además, pensaba que no podía pasarme ocho o más horas haciendo algo que no me llenara al cien por cien. Y, como ya tenía idea de qué iba después de lo de Lamilla Cycles, me lancé. En verdad, lo que quería era estar todo el día dibujando y el diseño era lo que me permitía hacerlo en la práctica profesional. Pero la realidad es que dibujo cada vez menos porque hay tanto lío de gestión que, al final, no me queda apenas tiempo”.
EL PRESIDENTE MÁS JOVEN DE LA GALAXIA
Javier Vidorreta no rehúye obligaciones, más bien parece buscarlas. Solo así se explica que, a pesar de su juventud, haya sido ya presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Navarra (AJE Navarra), lo que llevaba aparejado sentarse en la mesa de la Junta Directiva de la CEN como vocal y en el pleno de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Navarra, además de ejercer igualmente como vocal en la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios (CEAJE). Excepto a este último cargo, hace año y medio renunció a todos los demás tras ser elegido en noviembre de 2020 presidente del Consejo Social de la UPNA. Abre los brazos como pidiendo disculpas por su insistencia. “Es que volvemos a lo de la inquietud. Cuando arranqué con el estudio aún estaba en Tudela, empezando desde cero y sin relación con otra gente que se moviese en este mundo del diseño”.
“Con el ciclismo aprendí compañerismo, disciplina, capacidad de trabajo en equipo, sacrificio y gratitud. Le debo mi actitud ante la vida”.
Para paliar esa soledad se incorporó a AJE Navarra y a la Asociación de Diseñadores de Euskadi y Navarra. “Así entré en contacto con otras personas que tenían parecidas inquietudes y problemas y eso fue creando una inercia que me llevó a la junta de AJE cuando quedó una vacante. Me encontré con gente que es una pasada: Íñigo Ayerra, Ciro Larrañeta, Ion Esandi… Una cosa te lleva a otra, llegó el momento del relevo en la presidencia y fui el primero en levantar la mano. Es una forma muy chula de aportar a la sociedad y que también me aporta mucho porque estás con personas que son valiosísimas”, reflexiona. “El ambiente de las asociaciones me atrae, me seduce”, añade acto seguido.
Algo parecido le ocurrió en la UPNA, donde primero fue miembro de su Club Emprendedor. “Estando en esas salsas, me llegó la oportunidad de acceder al Consejo Social como vocal. Ni lo pensé, era mi universidad. Después hubo que nombrar presidente o presidenta, me presenté y me eligieron. Santiago Iraburu, compañero en el Consejo, me toma el pelo diciendo que soy el presidente más joven de la galaxia porque parece que es un puesto para gente que ya ha cerrado su carrera profesional. Y sí que la mayoría tienen bastantes años, pero está superbien porque tienen experiencia y muchas cosas que decir”. Además, el presidente de CEAJE le pidió que continuara en su comité y Javier puso como condición que le asignase una misión. “Por eso, desde hace poco, soy secretario de universidades dentro de la Confederación, el enlace entre las universidades y el mundo de los jóvenes empresarios”.
Javier Vidorreta y Vidorreta Design comparten una vocación solidaria y social, trabajan por la sostenibilidad y la preservación del medio natural. “Es que ves cómo estamos y hacia dónde vamos y creo que es una cuestión de responsabilidad, de tomar conciencia de ver qué puedes hacer”. Almotech es una de sus aportaciones en materia medioambiental, participa activamente en programas de apoyo al emprendimiento con CEIN y, hace escasas fechas, su estudio acogió el Festival 4K.
“Fue la bomba, lo montamos con amigos y colaboradores con los que hacemos cosas para dar visibilidad a proyectos chulos y hacer networking. Echamos a rodar la bola de nieve, fue creciendo y salió el 4K. Porque, aunque lo escribimos con ‘K’, quiere decir cultura colaborativa, creativa y comprometida. Había una zona de arte, tatuadores, pintamos en vivo el mural lateral del estudio, ponentes que expusieron proyectos como el de Costura Poderosa, un colectivo de mujeres contra la trata… lo invivible”. ¿Habrá otro 4K? Nuestra duda parece extrañarle. “¡Nuestra idea es que el 4K sea un festival de referencia internacional!”. Únicamente le ha faltado añadir que para eso solo hace falta ser inquieto, pero nos tomamos la licencia de decirlo nosotros.