Al gozar de un menor prestigio del que se concede a la lana merina, el vellón de las ovejas que pastan en los campos navarros se encuentra incluso con más dificultades para salir actualmente al mercado. “La caída de la raza referente arrastra a todas las demás. Es como si la DOCa Rioja se pegara un batacazo. Esa ola afectaría al resto de vinos”, explica a este medio Javier Ayechu, presidente de la IGP Cordero de Navarra.
Si la crisis económica actual ha hundido la demanda de un material muy cotizado antiguamente por la industria textil, las consecuencias han sido incluso más catastróficas para la Comunidad foral. Su depreciación, en todo caso, es anterior a la irrupción del coronavirus. “Aquí no hay merina, pero sí tenemos otras tres razas de ovino: la navarra, la latxa y la sasi ardi. La lana de estas dos últimas no tiene ningún valor desde hace años”, puntualiza Patxi Lazkanotegi, presidente de la Asociación de Criadores de Sasi Ardi de Navarra (Sasiko) y técnico de INTIA.
No siempre fue así. Hasta hace media década, Luisan Oyarbide visitaba a ganaderos del País Vasco y de la Sakana en busca de lana de oveja latxa, que pagaba “a unos 20 céntimos” por kilo. A diferencia del material obtenido en otros rebaños de España, esta nunca se empleó para confeccionar carísimos jerséis que se exhiben en tiendas de lujo. Sí había conseguido suscitar, no obstante, el interés de fabricantes de alfombras y moquetas. El propietario de Ardibide vendía a una empresa afincada en Portugal, mientras que muchos de sus colegas exportaban a India y a otros países del continente asiático. ¿Qué cambió? “Ahora se trabaja mucho más con producto sintético y las industrias han dejado de interesarse por la lana. Se ha quedado sin mercado”.
Patxi Lazkanotegi (INTIA): “La lana de las razas latxa y sasi ardi no tiene ningún valor desde hace años”.
El panorama es casi igual de desolador para quienes crían ovino de raza navarra. Comparada las especies latxa y sasi ardi, esta lana entrefina tiene más aceptación en la industria textil, pero también ha sufrido una caída “muy significativa” de sus precios. “Llevábamos varios años en los que vendíamos un kilo en 40 o 50 céntimos. Ahora se está valorando entre 0 y 10 céntimos”, lamenta Ayechu. La desvalorización de este material preocupa igualmente a Malena San Millán, gerente de la Cooperativa Ovino/Vacuno Navarra (COOVA), quien afirma sin titubeos que la lana ha pasado de ser un subproducto a un mero residuo. “Ya es un problema y estamos en la antesala de que sea un gran problema”, zanja.
Lo que anteriormente suponía un ingreso extra para los ganaderos, al margen de la carne y de la leche de los animales, se ha convertido en “una traba o una zancadilla más” a la producción cárnica del ovino. “Esta es una carne más costosa que otras porque el proceso es lento y en extensivo. Encima de que se vende poco, de que ha bajado el consumo de carne y de que la producción ganadera está en unos márgenes ajustadísimos, algo que podía dar un poquito de respiro ahora es un gasto adicional”, apostilla la gerente de COOVA.
Malena San Millán (COOVA): “El esquilaje se ha convertido en una zancadilla más a la producción cárnica del ganado ovino”.
Se venda o no, esquilar las ovejas es un requisito necesario para garantizar su higiene y bienestar durante los meses más calurosos. “Quitar ese manto permite que estén mucho más frescas y que se eviten enfermedades. Hay que esquilar sí o sí”, insiste el presidente de la IGP Cordero de Navarra, vecino de Carcastillo. Retirar el vellón supone desembolsar entre 1,30 y 1,40 euros por unidad, según detalla Oyarbide. Un coste que, por otra parte, se añade a la suma que se debe abonar para su correcta gestión.
Ante la falta de interés por este material, los ganaderos de ovino en Navarra tienen cuatro opciones: venderlo a un precio paupérrimo, regalarlo, guardarlo o llevarlo a zonas de recogida específicas, tal y como lo exige la legislación vigente, o a una planta de residuos ubicada en Artajona, donde se utiliza para elaborar abono orgánico. El año pasado, el gerente de Ardibide constató cómo a unos conocidos de Guipúzcoa les cobraban 300 euros para la recogida de lana de unos 500 animales: “Y eso independientemente del esquileo”.
Javier Ayechu (IGP Cordero de Navarra): “Llevábamos varios años en los que vendíamos un kilo de lana de raza navarra en 40 o 50 céntimos. Ahora se está valorando entre 0 y 10 céntimos”.
El acaparamiento podría parecer una opción para quienes confían en que la situación puede mejorar en los próximos años, pero exige disponer de un lugar que reúna ciertas condiciones y es una solución que tiene fecha de caducidad. “La lana se puede almacenar hasta unos dos años para que no se estropee y necesita de un ambiente seco, no le gusta la humedad“, sentencia Ayechu.
En plena temporada de esquilaje, los asociados de COOVA recurrieron a la ayuda de clientes “históricos” de la cooperativa. De esta manera, los ganaderos no pagaron por la gestión de la lana, pero tampoco recibieron ninguna contraprestación económica al deshacerse de ella. Uno de los intermediarios que se prestó a colaborar fue Jesús Ruiz, propietario de Lanas y Pieles Ruiz. Con sus almacenes a rebosar, recuerda en una conversación con NavarraCapital.es aquellos tiempos en los que llegaba a acuerdos con otras pequeñas empresas para exportar a China, principal consumidor de este producto.
Todos los entrevistados coinciden en que el precio de este material, que abrigó a pueblos enteros, ya ha sufrido fluctuaciones importantes en otros periodos de la historia. “Pero ahora ya no tenemos empresas textiles ni abaderos de lana aquí”, matiza Oyarbide. Con esa misma idea en mente, la gerente de la Cooperativa Ovino/Vacuno Navarra reclama que el Ejecutivo foral implante nuevos sistemas de recogida a través de las mancomunidades e impulse “algún proyecto de investigación” -como ya ha hecho el Gobierno Vasco-, que permita revalorizar estas fibras.
Luisan Oyarbide (Ardibide): “Ojalá se encuentre una salida, pero le veo un futuro bastante negro”.
Mientras tanto, Ayechu subraya que por Navarra ya no abundan pastores dispuestos a llevar a cabo la minuciosa tarea de extraer, lavar e hilar las fibras que se extraen de la lana. Tampoco es fácil dar con una clientela sólida dispuesta a pagar por dicha labor. El presidente de la IGP Cordero de Navarra critica la “curiosa” manera de operar de quienes exigen políticas de sostenibilidad medioambiental al mismo tiempo que salivan por camisetas de 5 euros. Lo secunda en su planteamiento Oyarbide: “Ya se están elaborando prendas de altísima calidad con lana, pero su consumo es mínimo. El coste es muy grande y los productos se disparan de precio. Ojalá se encuentre una salida, pero le veo un futuro bastante negro”.