«Ha sido un trance complicado pasar de tener tantas horas cuadriculadas a tener todo el día para mí. Echo de menos el trato cercano con los clientes». Así define Sara Estébanez su mes de marzo, en el que vendió la farmacia de Pamplona que había dirigido durante 35 años, ubicada junto a la biblioteca pública de la Txantrea, para fundar El Rotu Rojo. Su nueva compañía se dedica a la edición de textos para editoriales, como Pamiela y Lamiñarra; escritores; y revistas.
La pamplonesa, de 62 años, decidió «dar este giro de 180 grados», que le permitirá contar con un horario más flexible que en el pasado. «En la farmacia, el horario era muy esclavo. Estaba a piñón fijo y no podía ir a conciertos o a Castellón a ver a mi nieta. Además, el año pasado tuve una hernia discal, pero seguí trabajando. No podía cogerme una baja. Era muy triste. Mis cuatro hijos me recomendaron venderla, y tomé la decisión en el pasado otoño», resalta.
«En la farmacia, estaba a piñón fijo y no podía ir a Castellón a ver a mi nieta. Además, el año pasado tuve una hernia discal, pero no podía cogerme una baja. Mis cuatro hijos me recomendaron venderla»
Pero su nuevo proyecto comenzó a gestarse en 2005, cuando Estébanez se presentó a un concurso de relatos en la biblioteca pública de la Txantrea, donde quedó finalista, y en los dos años siguientes ganó el certamen. Eso despertó el interés de un editor de la firma de libros Pamiela, que le invitó a formar parte del jurado.
«Él me daba manuscritos y se los devolvía corregidos. Poco a poco me fue trayendo libros para que los ojeara. Cogía mi rotulador rojo para corregir las erratas, y el azul y negro para las observaciones, y observé que tenía un don», rememora.
Desde entonces, ya ha corregido más de treinta libros, como Barricada ElectricAos, y de autores navarros como Javier Enériz, Patxi Irurzon o Roldán Jimeno. Cuando «no había mucho lío en la farmacia» o en los ratos muertos de las guardias, aprovechaba para revisar los textos. Eso sí, no solo corrige faltas ortográficas en español. También traza una concepción global del libro y detecta las posibles incongruencias de la trama. Incluso puede llegar a detectar errores en catalán, euskera, italiano, francés, inglés y alemán.
Ahora, quiere ofrecer dos servicios más. Por un lado, sus clientes podrán enviarle brutos para que los refine. Y, además, se ofrecerá para organizar el material recibido. «Hay autores con un gran número de recursos, pero no saben en cuántos capítulos los pueden dividir o qué partes son más importantes. Incluso estoy pensando en ayudar a escribir la biografía de la gente. Hay personas que consideran que su vida es interesante y que pueden materializarla», agrega.
SUS OTRAS FACETAS
Pero Estébanez también ha desarrollado otras facetas en su vida. De joven, hizo la carrera de Farmacia en Pamplona y, en 1985, se presentó a un concurso de diseño moda, en el que ganó dos premios. Aquel éxito le llevo a estudiar Diseño de Moda en Madrid durante tres años antes de volver a su tierra natal. Ente tanto, hasta obtuvo el título de cinóloga, lo que le permitió ser jueza en concursos de perros y comisaria general de este tipo de competiciones.
A la vez, impulsó su faceta musical y se convirtió en cantante, teclista y bajista de varias bandas. Así, fue pianista del grupo de versiones Labanda Flowers durante once años y otros cuatro de Sabotaje. Ahora colabora en algunos temas del cantante Josetxo Zugaldia. «El secreto para abarcar tantos campos es no ver la televisión. Cuando cerraba la farmacia a las 20:00 empezaba mi vida, ya fuera ensayando, quedando con los amigos o corrigiendo», remarca.
IA VS INTELIGENCIA NATURAL
Uno de los puntos clave de El Rotu Rojo es la dedicación con la que Estébanez moldea los textos. Frente al auge de la Inteligencia Artificial (IA), reivindica que ella aporta un factor humano clave: «El propio corrector de Word no te indica, por ejemplo, que has dejado un párrafo de diecisiete líneas sin un punto. Yo voy a ser partícipe de esa obra. Veo cosas que no me cuadran, si el párrafo es seco o árido; si faltan datos, chispa, cariño, amor… Cuando el autor está en su propia historia, es muy difícil que pueda ver sus errores».