Han pasado más de dos meses desde que comenzó la guerra de Ucrania o, mejor dicho, la invasión rusa en el país. Ucrania es una exrepública soviética independizada en el año 1991 y siempre ha mantenido una delicada relación histórica con Rusia. Tanto es así que, en 2014, Rusia se anexionó Crimea y desde ese momento la agresión de Rusia contra Ucrania ha ido en aumento, sin descanso.
Esta guerra es una nueva crisis para Europa, encarnando la mayor violencia contra los valores europeos, y es una amenaza para nuestro sistema económico y social. No cabe duda de que lo más importante en esta guerra son las vidas de las personas y ciudadanos ucranianos, el temor de miles de personas que han tenido que abandonar sus hogares en busca de refugio y de otros muchos que se han tenido que quedar en su país. Esta violencia pone otra vez a Europa ante el reto de responder rápido a la guerra y romper la interdependencia económica que tenemos en un mundo global.
Es decir, ¿cómo ha impactado la guerra en Europa y en la economía española? Podríamos decir que ha habido cuatro consecuencias paralelas y simultáneas. Por un lado, la falta de suministros en Europa, procedentes de Rusia a Ucrania y Bielorrusia. Por ejemplo, ahora experimentamos la necesidad de productos de primera necesidad como el maíz y el aceite de girasol, dado el papel productor de Ucrania de estos productos y como abastecedor a la Unión Europea.
La segunda consecuencia es la pérdida de mercado. Las empresas europeas no pueden vender a empresas de la zona, y un ejemplo de ello es el sector textil, uno de los mayores perjudicados, ya que Rusia es el quinto importador textil europeo. Así mismo y en tercer lugar, el aumento de los precios de la energía nos ha llevado a unos niveles de inflación nunca vistos desde hace más de veinte años, con fuertes impactos en todas las industrias intensivas en el consumo de energía, como la siderurgia.
“Muchas empresas europeas tienen graves dificultades para acceder a productos agrícolas, acero y demás productos. Algunas de ellas se están enfocando en conseguirlas en América Latina”.
Parece que los incrementos en el precio de carburante y materias primas impactará al turismo porque es un gran consumidor energético y no tanto por una reducción de la demanda rusa (1,3 millones de visitantes en 2019). El país solía escoger España como destino vacacional por sobre otros países europeos como Alemania, Grecia y Chipre.
De igual manera, la industria de la automoción europea ha sufrido paradas de producción que pueden salpicar a otras factorías en nuestro país. Esta situación se acusa a la subida del paladio presente en los motores de combustión, aunque el incremento podría ser también un acelerón para los vehículos eléctricos, si bien escasea el níquel. La fabricación de componentes como el cableado, mayormente localizada en Ucrania, ha sido corresponsable de estas paradas.
La logística está sufriendo el último de los impactos. No hay camioneros que transporten entre Ucrania y la Unión Europea, y la opción de hacerlo por avión no es factible porque el espacio aéreo está cerrado. La única vía de conexión con Europa es terrestre y es complicada. Además, han aumentado los precios de la energía y todo ello nos ha llevado a unos niveles de inflación no vistos desde hace más de veinte años.
Debemos ayudar a las empresas a navegar en estas aguas tan movidas. Si analizamos el ámbito de la energía, podremos observar cómo se está desarrollando un efecto cascada que afecta a todos los ecosistemas. Estamos intentando entender la situación de cada Estado miembro e identificar quién está más expuesto en el mercado único (por ejemplo, Alemania) para poder ayudarnos y coordinarnos.
“La respuesta a la dependencia energética en el gas ruso es, sin duda, apostar por las renovables. Pero hay obstáculos como las licencias o la materia“.
Muchas empresas europeas tienen graves dificultades para acceder a productos agrícolas, aceite de girasol, maíz o acero y demás productos. Para poder solventarlo, se están esforzando en diversificar sus fuentes. Algunas de ellas se están enfocando en conseguirlas en América Latina, pero tienen dificultades con la regulación, aunque la UE ya ha adaptado sus normas para que puedan entrar ciertos productos latinoamericanos.
La guerra de Putin hace que la transformación verde sea más necesaria que nunca. Es imprescindible acelerar la implementación de un pacto verde ambicioso, centrado en la transformación industrial, y las energías limpian van a ser claves en la transformación. La respuesta a la dependencia energética en el gas ruso es, sin duda, apostar por las renovables, pero hay obstáculos como las licencias o la materia. Nuestra industria debe dotarse de mejores tecnologías.
En el ámbito nacional, el Gobierno de España ha adoptado medidas urgentes en el marco del plan nacional de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania. Entre las medidas urgentes para mitigar los efectos de la guerra de Putin encontramos materias de diferente índole: las que afectan a las familias, las personas trabajadoras y refugiadas; las que apoyan el tejido económico y empresarial; y las que alivian las consecuencias en materia de transporte y energía.
Su objetivo es apoyar a los colectivos más vulnerables y los sectores más afectados, garantizar los suministros y bajar los precios de los combustibles y la electricidad. De esta forma, el plan de choque tendrá un impacto de unos 6.000 millones en ayudas directas y rebajas de impuestos y de otros 10.000 millones en créditos ICO para frenar el impacto de la crisis.
La visión actual es a corto plazo, pero cuando la guerra se acabe y ojalá sea pronto, tendremos que reconstruir Ucrania.
Adriana Maldonado
Eurodiputada socialista