Imaginen nuestra cara de sorpresa al descubrir que Ana Monreal, cofundadora de tres empresas, condecorada con la Cruz de Carlos III el Noble en 2020 y distinguida a nivel nacional con el galardón al Mejor Ingeniero Industrial del Año en 2019, en realidad no quería ser ingeniera. Lo suyo era la Medicina. O al menos eso pensaba.
“Hacer Ingeniería me parecía horroroso, no me gustaba nada”, nos confiesa. Pero sus padres le ayudaron a cambiar de idea. Cursaba entonces Bachillerato en el Colegio San Ignacio (Jesuitas Pamplona) y le hablaron de “las muchas salidas” que tendría al decantarse por esta segunda opción. El caso es que accedió. Y, al decir que sí, la hija de un ingeniero de caminos y hermana de dos ingenieros y dos arquitectos no solo se matriculó en Ingeniería Industrial en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), sino que se adentró también en la tradición familiar. “Me propuse probar el primer año y seguir si me gustaba. Fue muy duro porque no había hecho Dibujo Técnico ni Física en el instituto. Para mi sorpresa, sin embargo, me encantó”, recuerda.
Monreal (Pamplona, 1984) realizó su proyecto de fin de carrera en la Universidad Técnica de Brunswick -obtuvo la máxima calificación en el sistema educativo alemán-. Y, un año más tarde, aterrizó como investigadora en el Departamento de Energía Solar Térmica del Centro Nacional de Energías Renovables (CENER). Allí permaneció hasta finales de 2013, cuando le propusieron montar en España la filial de Sirea -empresa francesa centrada en la electricidad industrial, gestión de la energía y autoconsumo, gestión de minería y protección contra rayos solares-. “Lo único que hubiese pensado en mi vida es que terminaría emprendiendo, pero me surgió la oportunidad y pensé que, si no resultaba, podía volver atrás. La vida da muchas vueltas, era joven y no tenía preocupaciones más allá”, razona. Entonces contaba 30 años.
“Hacer Ingeniería me parecía horroroso, no me gustaba nada. Me propuse probar el primer año y, para mi sorpresa, me encantó”
Ahora, echando la vista atrás, reclama más “acompañamiento” para quienes deciden emprender en esta tierra: “Al principio, no tienes ni idea de todo lo que conlleva crear una empresa. Eres joven y vas con ilusión, pero existe el peligro de que te hundas moralmente, de que tires la toalla porque no era lo que te esperabas. O vas muy bien acompañado desde el inicio o se te puede hacer un mundo”. Por eso aplaude iniciativas como Labajera, de AJE Navarra, o el programa Impulso Emprendedor, del Centro Europeo de Empresas e Innovación de Navarra (CEIN), en el que tuvo la oportunidad de participar. “En iAR tuvimos mucha suerte de empezar con ellos. A mí me abrieron los ojos porque me plantearon preguntas que, de lo contrario, no me hubiera hecho”, admite.
La historia de esta compañía comenzó cuando Monreal decidió hacerse autónoma y se fue a trabajar a un coworking “por el tema de socializar”. En aquel espacio conoció a sus futuros socios –Jon Narvalaz y Miguel Ángel Llorente-, con los que fundó iAR en 2014. “Creamos la firma con la idea de explorar todas las posibilidades que ofrecía la realidad aumentada, pero hemos pivotado mucho. Se hablaba de un boom y empresas muy potentes prometían unos dispositivos de realidad aumentada increíbles. Luego todo eso quedó un poco deshinchado. Además, nuestra industria sigue siendo muy tradicional, por lo que nos dimos cuenta de que teníamos que abordar la digitalización desde una fase previa”, apunta la directora de Operaciones de la empresa.
Todo ello ha provocado que, aunque la compañía siga trabajando realidad aumentada “en un segundo plano”, actualmente centre el grueso de su actividad en el desarrollo de software para el sector industrial. “Creamos programas que facilitan la vida al usuario de a pie, de máquina o a cualquier persona que realice labores de mantenimiento, de manera que tenga filtrada, actualizada y trazada toda la información que necesita”, expone. También han explorado otros caminos. En 2018, los tres socios de la compañía se aliaron con Helphone para constituir Bambrai, centrada en Inteligencia Artificial. En el siguiente ejercicio hicieron lo propio con la consultora ACMP y así nació Smart Lean Solutions.
“Daría lo que fuera por la empresa y por su gente, pero tengo muy claro que hay otras cosas que van primero. Soy madre de dos niños y eso para mí es lo principal”
La apuesta parece haber salido bien. Desde su fundación, iAR ha ido cambiando de sede conforme crecía su plantilla. Algo que se notó especialmente en 2018, cuando pasó de tener una decena de trabajadores a emplear a unas veinticinco personas. “Imagínate, nos duplicamos”, cuenta Monreal con una sonrisa. Charlamos en las nuevas oficinas que compró la empresa en Pamplona, donde se aprecia un silencio casi sepulcral. Acostumbrados al trajín de una redacción de periódico, no podemos evitar sentir cierta envidia al apreciar tanta quietud. Todo tiene una razón de ser: nuestra entrevistada nos explica que muchos de los treinta empleados que hoy integran la compañía le han cogido cariño al teletrabajo.
“Les pedimos que al menos una vez a la semana se pasen por aquí. Todo esto tiene sus pros y sus contras, porque al teletrabajar da igual que te contraten desde un país u otro. Corremos un riesgo porque existen cosas contra las que no se puede competir. El nivel salarial de Estados Unidos, por ejemplo, no tiene nada que ver con lo que se puede ofrecer en España”, alega. Se trata de algo que sufre en carne propia dentro de un mercado laboral en el que “no hay suficientes ingenieros informáticos” para cubrir la demanda que existe: “Tenemos varios proyectos en mente para los que es posible que necesitemos contratar a más personas. Y eso, desde el punto de vista de la búsqueda de personal, es una pelea”.
Tampoco esperamos mucho tiempo para que nos diga cuál es, en su opinión, la otra cara de la moneda: “Nuestro deseo es que la gente que entre se quede, como en ese modelo antiguo que ya no existe -ríe-. Pero entiendo que el concepto de vivir para trabajar ha cambiado y gracias a Dios que lo ha hecho. Aunque me encanta trabajar y daría lo que fuera por la empresa y por su gente, tengo muy claro que hay otras cosas que van primero. Yo soy madre de dos niños y eso para mí es lo principal. Creo que ser madre también te hace ver a la gente desde una óptica diferente. El modelo ha cambiado totalmente y tenemos que aceptarlo”.
Algo nos hace pensar que Monreal es de sangre liviana y que le gusta complacer a los demás. Se lo insinuamos y nos lo confirma. “Quiero que la gente esté a gusto, obviamente. Muchas veces haces algo pensando en que todos estarán supercontentos y siempre hay alguien al que no le gusta. Luego piensas: ‘¡Es que tiene razón, no lo había pensado desde ese punto de vista!’. Esa parte es muy bonita, pero es dura”, asiente.
MUJERES EN EL MUNDO STEM
Llegados a este punto, cambiamos de tema. Imaginamos que quizá estará cansada de hablar sobre esto, pero no podemos evitar traer a colación la infrarrepresentación de las mujeres en las carreras STEM. “Es muy difícil cambiar una tendencia cultural asentada desde hace muchos años. De alguna forma, hemos interiorizado que igual nosotras no encajamos en ese mundo. Pensamos que no tenemos ese sesgo machista, pero puede ser que sí lo llevemos por dentro. Dicen que no existen suficientes referentes femeninos y, cuando lo piensas, es verdad”, atestigua.
“Al emprender existe el peligro de que te hundas moralmente, de que tires la toalla. O vas muy bien acompañado desde el inicio o se te puede hacer un mundo”
En todo caso, lo que le resulta especialmente preocupante es que las acciones encaminadas a desmontar estereotipos no se traduzcan en más matriculaciones universitarias.
“Me sorprende que vaya reduciéndose la demanda para estudiar Ingeniería tanto en chicas como en chicos. Creo que los jóvenes, conscientes de que no pueden estar toda la vida trabajando, perciben que estas carreras son muy complicadas. Por mucho que les digas que luego podrán aspirar a un puesto o a un salario mejor, igual sienten que no les compensa”.
A Monreal le gusta dar charlas a jóvenes. Y, de hecho, ha acudido varias veces a su antiguo colegio para animar a los alumnos a optar por ese camino. “La mayoría me dice: ‘Es que es muy difícil, prefiero hacer algo más sencillo’. Lo puedo entender, obviamente no es fácil, pero sarna con gusto no pica, ¿sabes? Hace falta esa capacidad de conseguir que amen las ciencias desde niños, que busquen soluciones fáciles a cosas difíciles. No sé si es una cuestión de orgullo, pero las asignaturas más difíciles en Ingeniería han sido las que más me han gustado, por una especie de reto personal”, relata.
El próximo 30 de noviembre recogerá el Premio Empresaria Navarra 2022, otorgado por la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra (Amedna/Neeze). ¿Qué tal lleva que la consideren una referente? “Es una buena pregunta. A ver, me halaga, me encanta. Nadie me ha dicho que me considera como tal, pero entiendo que sí puedo llegar a serlo, ¿no? Sí me gustaría que, más que por empresaria o por emprendedora, me recuerden por ser buena persona”, responde.
Monreal todavía no sabe cuánta gente la acompañará en la gala, que se celebrará a las 19:00 horas en el Colegio Oficial de Médicos de Navarra. Pero tiene claro que le gustaría recibir este premio -y añadirlo a la colección de galardones que atesora- en compañía de sus padres. “Les haría mucha ilusión”, asegura. Creemos que a ella también.