Jintao Lin aterrizó en Barcelona el 12 de diciembre de 2004, con apenas veinte años. Aún recuerda la fecha exacta. Abandonó su China natal porque había escuchado que en España “el clima era parecido, pero las cosas mucho más económicas”. Su primo le ayudó a acomodarse en la capital catalana, donde trabajó en fábricas madereras. Y allí conoció a su esposa, también migrante china, con quien tuvo tres hijos que hoy cuentan ocho, diez y once años.
Pronto se mudaron a Pamplona con el sueño de crear algún negocio propio: “No teníamos a nadie que cuidara a los niños”. Entonces, Lin decidió abrir una frutería junto a un primo suyo en el barrio de San Juan, como la que su hermana ya tenía en la calle de Iñigo Arista: “Pero era mucho lío”. Llegaba a dedicar hasta dieciséis horas al negocio, casi siete días a la semana. Por eso, cuando se enteró de que un Covirán se traspasaba por jubilación cerca de su domicilio, no dudó en aprovechar la oportunidad que “tanto había esperado”.
“En Navarra hay mucha integración de ciudadanos procedentes de Asia y América que, a nivel empresarial, es efectiva”.
Las pequeñas tiendas de alimentación regentadas por orientales riegan la inmensa mayoría de las capitales españolas. Y Pamplona no es una excepción. Pero algunos emprendedores han dado el salto y se han adentrado en el negocio de los supermercados, principalmente con establecimientos de esta cooperativa.
De hecho, el 7 % de los 69 socios que tiene esta firma en Navarra ya son de origen “predominantemente asiático y, en menor medida, latinoamericano”. Y la compañía prevé que ese porcentaje siga creciendo en los próximos años porque “se encuentra actualmente cursando varias solicitudes de extranjeros”, explican desde la cadena a NavarraCapital.es. A estos ciudadanos extranjeros pertenecen diez de los 75 supermercados que posee la cooperativa en la Comunidad foral, con presencia en Noáin, Villava y Pamplona. Solo la capital concentra ocho establecimientos, uno de los cuales abrirá en diciembre de este año cerca de la Plaza de Toros, en la calle de la Estafeta.
Rafael Soto, el propietario de este nuevo supermercado, se crió en el valle de Vilcabamba, en Ecuador. El mayor de ocho hermanos decidió emigrar a Alicante en 2000, a punto de cumplir los dieciocho. “Una tía que vivía allí me trajo y me ayudó a instalarme”, rememora. Pronto encontró trabajo en el sector de la hostelería, pero decidió mudarse al norte para buscar más estabilidad. Ya en Pamplona, en 2008, consiguió un puesto de camarero. Pero “metía más horas que un reloj” y no le pagaban lo que le correspondía por ellas. Entonces, Soto le aseguró a un amigo que, para el año siguiente, tendría su propio negocio. Así, en 2013, abrió su primer supermercado junto a una socia en la calle de San Nicolás. Y, en 2017, compró la parte de su copropietaria, para este año lanzarse a adecuar un segundo local en la calle de la Estafeta.
Rafael Soto: “Como dicen aquí, me gusta que ‘me den caña’, estar siempre en movimiento. Y, cómo no, a veces se me pasa por la cabeza la locura de abrir un tercer supermercado“.
Como otros, Lin y Soto, ambos de 36 años, optaron por trabajar con esta firma porque les proporciona mucha libertad a la hora de gestionar sus tiendas. Es más, el primero la necesita para compaginar su trabajo con su vida personal: “Me permite estar cerca de mi familia y de mi casa”.
Además, la marca les facilita integrarse en el mercado español porque “la gente ya la conoce”. Y, en último lugar, la fórmula de la cooperativa les resulta más atractiva: “Ni mi socia ni yo teníamos experiencia en esto cuando abrimos el local. Nuestro gestor de Covirán no solo nos dio más seguridad que otras cooperativas, sino que nos ayudó mucho cuando montamos el supermercado de cero”.
Tanto Lin como Soto se sienten “como en casa” en Pamplona, un hecho que la propia compañía destaca: “Hay mucha integración cultural de ciudadanos procedentes de Asia y América en Navarra que, a nivel empresarial, es efectiva. Cumplen sus compromisos escrupulosamente. Además, para tener locales en lugares emblemáticos como el Casco Viejo tienen que ser supermercados muy bien gestionados”.
Jintao Lin: “Crecí en el campo, por eso me gusta mucho. Cuando tenemos tiempo, vamos con los niños a pasear a la finca. Así les mostramos cómo crecen los árboles y las frutas“.
Lin abre su local a las nueve de la mañana y trabaja hasta las ocho y media de la noche, con una pausa a mediodía “para comer en familia”. También trabaja los domingos hasta las dos de la tarde.
“Con la crisis del Covid-19, hay que pagar mucho y si no lo hacemos, el dinero no llega”, resalta. Junto a Lin están tres pamplonesas, una plantilla que heredó del anterior dueño y con la que se siente “cómodo y contento”. Ellas le ayudaron a mantener a los clientes habituales durante el traspaso del supermercado, la mayor parte de ellos españoles: “Como ya las conocen y tienen confianza en ellas, siguen viniendo”.
El impacto del Covid-19 ha incrementado las ventas de su establecimiento, como ha sucedido en gran parte del sector. En concreto, Lin potenció el servicio a domicilio desde el primer día del confinamiento. Lo mismo hizo Soto, que ha visto crecer en gran medida sus pedidos por esta vía, especialmente los de bebidas. “Vendemos más porque los clientes compran para tomar en casa el vino o la cerveza que antes bebían en el bar”, constata.
Este emprendedor ecuatoriano comienza su jornada a las cinco de la mañana, cuando va a un mayorista a comprar la fruta y las verduras del día. Después organiza los productos y gestiona el local, donde cuenta con el apoyo de una trabajadora: “Los jueves, viernes y sábados solían ser una locura. Mis clientes son, sobre todo, bares, turistas y vecinos de la zona. Pero, con la crisis, estoy trabajando más con los vecinos”. Ahora, muchos de ellos bromean con él para que abra cuanto antes el nuevo establecimiento. “Hay personas a las que les queda más cerca de su domicilio y, por eso, me animan a hacerlo pronto”, señala.
RELEVO GENERACIONAL
El relevo generacional en los supermercados de esta firma se materializa en el 41,6 % de los casos. Y gran parte de los extranjeros que regentan uno de ellos en Navarra son ya de segunda generación, hijos de inmigrantes que han nacido en España. No obstante y a pesar de que su negocio está creciendo, Lin preferiría que sus hijos estudiasen una carrera universitaria y consiguieran un trabajo en otro sector: “No es por el dinero, sino para que tengan una vida más tranquila”. Porque Lin valora mucho poder disfrutar de su tiempo libre en plena naturaleza. Tanto es así que, cuando puede, se escapa con su familia a una finca que tiene desde hace cinco años en las proximidades de Lizoáin. Allí, el matrimonio cultiva junto a sus tres hijos las almendras, nueces y aceitunas que comercializan en el supermercado. “Crecí en el campo, por eso me gusta mucho. Cuando tenemos tiempo, los sábados, domingos y festivos, vamos con los niños a la finca a pasear. Así les mostramos cómo crecen los árboles y las frutas”, resalta.
Durante el verano, la hija de Soto le echa una mano en el supermercado de San Nicolás. “Es para que aprenda, y parece que le gusta. Ahora está decidiendo si estudia Derecho o Economía”. Él tiene claro que la educación sigue siendo “capital para un mejor futuro”. Por eso, y con la apertura de su segundo local, está considerando iniciar los estudios de Administración y Dirección de Empresas: “Como dicen aquí, me gusta que ‘me den caña’, estar siempre en movimiento. Eso me motiva mucho. Y, cómo no, a veces se me pasa por la cabeza la locura de abrir un tercer supermercado”.