Forman parte de la cuarta generación que gestiona una de las más significativas empresas familiares navarras: el Grupo Enhol. Diego y Gonzalo Oliver acuden juntos a la entrevista porque, a continuación, tienen una reunión en el Gobierno de Navarra. Existe un entendimiento entre ellos que salta a la vista y que se ha ido conformando gracias a vivencias comunes.
Diego es diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de San Pablo CEU, licenciado en Investigación y Técnicas de Mercado y máster en Gestión y Financiación de Empresas de Energías Renovables en la Escuela ESDEM, con mención especial al proyecto fin de máster. «Lo hicimos juntos, máster y proyecto. Estábamos en el mismo colegio mayor, con su hermano», dice Diego señalando a Gonzalo, quien cede el protagonismo a su primo sin ningún tipo de celos y también participa en la conversación.
Diego hizo las prácticas de su licenciatura en Siemens Gamesa, en el Departamento de Comunicación. Y tras el primer año, le dieron la oportunidad de conocer otras áreas de la empresa. «Prácticamente a elegir, me fui a Londres y allí estuve tratando de buscar inversores para las primeras máquinas preseries de Gamesa para offshore«. También le acompañó en esta ocasión Gonzalo. Su contrato terminó en 2012 y regresó en plena crisis. «A Gonzalo le estaba costando un montón encontrar trabajo. Hablamos, ¿qué hacemos?… Llevamos currículos a todas partes, hicimos muchas entrevistas de trabajo y nada. Así que Gonzalo propuso a la familia ‘para estar sin hacer nada en casa, mientras busco trabajo aprendo aquí‘». Empezó como becario en el Departamento Jurídico del Grupo Enhol y Diego entró dos meses después al Financiero, pero en Madrid.
La situación se mantuvo durante casi tres años. «En ese tiempo, empezamos a ayudar a resolver temas de estrategia, líos… La familia buscó en nosotros esa figura y es lo que hizo que nos nombraran directores generales, con la condición de que fuésemos a Tudela», rememora Diego. Gonzalo interviene en ese instante. «En aquellos momentos, había bastante conflicto, todas las empresas familiares pasan por alguno. Estábamos cada uno en un departamento, pero casi el 80 % de nuestro tiempo lo dedicábamos a resolverlo». Lo lograron y sentaron las bases en las que hoy se asienta la solidez del grupo.
«Tenemos problemas de tramitación. Necesitamos agilidad y apoyo de la Administración para no ver comprometidas nuestras empresas».
Desde luego, es un caso ejemplar de confianza, porque fueron nombrados directores generales cuando Diego tenía 28 años y Gonzalo uno menos. Este mes se cumplirán siete años desde que asumieron el cargo.
«Éramos unos críos. De tomar decisiones y del mundo de los negocios sabíamos entre poco y nada. Pero, a base de aplicar el sentido común y de rodearte de gente mejor, hemos sido capaces de aprender y hacer todo los que hemos aprendido y hecho hasta el día de hoy», retoma Diego. Hace una breve pausa y parece reflexionar: «En las empresas familiares se da mucho el que todos estén acostumbrados a liderar. No es fácil tomar la decisión de dar paso a la siguiente generación y dejarle hacer. Pero a nosotros sí nos han dejado, han sido muy generosos y así lo valoramos». Tanto es así que su objetivo «no como familia, sino como directores, es saber transmitir esa generosidad a nuestros primos, que entiendan que les daremos el relevo y ellos tendrán que estar preparados para sustituirnos con el ánimo de afrontarlo como un reto».
Dejar en manos de unos jóvenes decisiones de inversiones millonarias no es algo habitual. «Al principio íbamos un tanto acomplejados a consultarles, hoy ya no. Es que nos llega el proyecto tan analizado por los equipos… Además, como estamos totalmente involucrados en la gestión del día a día, estamos muy habituados a tomar ese tipo de decisiones, sabemos cuándo podemos ir tirando solos, que es el 95 % de los casos». Pero es que se trata de cantidades que hacen temblar las piernas, insistimos. Ambos se ríen y Gonzalo toma la palabra. «Pensamos en el dinero, claro, pero igualmente o casi más en la responsabilidad que tenemos con las casi 200 familias que hoy dependen de nuestros aciertos o de nuestros errores. Las inversiones económicas gordas están superanalizadas».
UNA SOLUCIÓN INESPERADA
Para encontrar el origen del Grupo Enhol hay que remontarse a hace casi un siglo e ir a Tudela. Fue allí donde, en 1930, Luis Oliver Portolés, bisabuelo de los actuales directores generales, puso en marcha un negocio de producción y comercialización de semilla de alfalfa. Treinta años después, Ernesto Oliver Naharro, abuelo de Diego y Gonzalo, creó Bioalfa, una planta dedicada al deshidratado de forrajes y situada en Buñuel. La empresa pasó después a los hijos de este, Luis, Ernesto, Antonio y Mariano, que profesionalizaron la gestión.
La crisis forrajera de los años 80 los puso en una situación tan difícil que tuvieron que presentar una suspensión de pagos. Entonces decidieron, entre otras medidas, reducir el principal coste de la fábrica, el energético, con la puesta en marcha en 1986 de una de las primeras plantas de Europa de cogeneración de gas de 5 megavatios. «La sorpresa que se llevaron fue que, sin haberlo previsto, el mayor coste pasó a ser el más importante ingreso de la compañía. No solo cubría sus necesidades energéticas, sino que generaba unos excedentes que vertían a la red e Iberdrola lo pagaba religiosamente», evoca Diego.
«Tenemos la obsesión de que nuestros empleados se sientan felices trabajando porque así no se marchan y eso atrae a otra gente».
Esa inesperada circunstancia les animó a investigar. «Si algo tuvieron claro nuestros padres, es que iban a seguir apostando por la generación de energía, pero renovable. Estudiaron la hidroeléctrica, la eólica… Hasta que un poco al rebufo de EHN, en 1998, instalaron su primer parque eólico junto con Elecnor en Cabanillas», rememora. Así abrieron la que hoy constituye la principal línea de negocio del Grupo Enhol: la inversión en proyectos de energías renovables. La empresa se expandió e invirtió en parques eólicos en Aragón, Castilla-León y Andalucía. Y a partir de 2003 se internacionalizó, centrándose en Francia y países del este de Europa, como Polonia o Bulgaria; de Sudamérica, como Chile y Perú; en México; e India. Inauguró también su primera planta solar fotovoltaica y se convirtió en el mayor accionista y socio estratégico de Fersa Energías Renovables.
Al mismo tiempo, la firma se diversificó. Y, en el campo energético, además de invertir en proyectos propios, presta servicios de promoción, construcción, explotación y mantenimiento a otras empresas, principalmente grupos de inversión.
Posee trece parques eólicos propios, que generan 360 megavatios, y sumará próximamente 50 MW más. Hoy, el 80 % de la facturación del grupo viene de la energía. «Pero no hemos olvidado el origen. Seguimos con la producción y comercialización de semilla de alfalfa y mantenemos la planta deshidratadora de Buñuel, Liverco, que produce unas 60.000 toneladas anuales de las que exportamos el 95 %, principalmente a los Emiratos Árabes y Asia. Allí es inviable su cultivo y son los que tienen más ganado en todo el mundo. Para alimentar a sus vacas tienen que importar forraje de Italia, países del Este, España y Estados Unidos, además de que son los principales traders del mercado», detalla Diego. También está presente en el sector de la industria agroalimentaria a través de Brotalia, dedicada a la producción sostenible de germinados enriquecidos. Un proyecto por el que obtuvo en 2018 el Premio Alimenta Navarra a la Innovación. A partir de esos brotes, obtienen carne vegetal. «Nos estamos metiendo ahí y va muy bien, estamos supercontentos», apostilla.
La actividad se extiende al campo inmobiliario, que era residual y ahora se ha profesionalizado con «pequeñas inversiones en apartamentos turísticos y hoteles, o viviendas para alquiler, siempre pensando en el largo plazo». La compañía emplea a más de 190 personas en sus sedes de Tudela, Madrid, Sofía (Bulgaria) y Lima (Perú), de las que alrededor de 120 trabajan en energía, 35-40 en el sector agroalimentario y el resto en alimentación.
«Cuando Gonzalo y yo llegamos a Enhol había bastante conflicto, todas las empresas familiares pasan por alguno».
«Somos muy de diversificar”, manifiesta Diego. Y, al preguntarle si tienen proyectos en nuevos campos de actividad, mira a su primo. «¿Qué podemos decir? ¿La comercializadora…?». Hablan medio minuto entre ellos y acuerdan responder que están trabajando en tres vías de actuación «muy claras». «Una es la inversión en sostenibilidad y economía circular, para la que hemos creado una sociedad al 50 % con Sidenor. También hemos invertido en un crowdfunding dedicado a democratizar la participación en proyectos de energía renovable, que se llama Fundeen y en el que cualquier persona puede entrar aportando desde 500 euros. Y estamos iniciando los trámites para montar una comercializadora de energía», sobre la que por el momento prefieren no dar más detalles.
Son iniciativas de marcado carácter social, algo que internamente también atienden. «Tenemos un Departamento de Sostenibilidad, que apoya mucho al entorno regional; a eventos culturales, deportivos y sociales; a ONG y campañas de alimentación para personas desfavorecidas… Muchísimas iniciativas solidarias. Estamos midiendo lo que aportamos de positivo a la sociedad, que creo que es algo que deberíamos exigir a todas las empresas para, entre todos, hacer un mundo mejor. Y la sociedad también puede hacer mucho más». ¡Pues menudo trabajo tenemos por hacer!, se nos escapa. Gonzalo vuelva a entrar entonces en el debate: «Es una cuestión de filosofía, de vivir el día a día con arreglo a unos valores positivos«.
El grupo goza de buena salud. Este año ha realizado inversiones que rondan los 40 millones de euros y, en 2022, crecerán hasta los casi 200 para plasmarse en cuatro parques fotovoltaicos y dos eólicos, todos en la Ribera. Además, en 2021 facturará cerca de 70 millones, con un Ebitda aproximado de 20 millones y, en 2022, prevé acercarse a los 90 millones.
«Tenemos problemas de tramitación, necesitamos agilidad y apoyo de la Administración para no ver comprometidas nuestra empresas», deja caer no obstante Diego. En este sentido, el grupo se encuentra en pleno proceso de transición entre la tercera y la cuarta generación, ya incorporada. Y ha llegado a ser lo que hoy es gracias a una gestión que se rige por valores como la confianza y la generosidad. «Sin esos tres factores, la transmisión familiar es muy, muy complicada», señala acto seguido. El acatamiento de los acuerdos, la visión a largo plazo, el arraigo o la permanencia también están impregnados en el ADN de la firma. «Nos está funcionando muy bien la profesionalización. Trabajamos muchos de la familia y, por eso, es importante saber el rol que tiene cada uno y que los demás lo respeten», destaca Diego.
Como a menudo suele ocurrir en este tipo de compañías, la relación con los empleados va un poco más allá de lo laboral. «La empresa es familiar desde el consejo de administración hasta la última personita que está trabajando con nosotros», remarca Diego. Eso se traduce en una vinculación como la de quien fuera la secretaria del abuelo de Diego y Gonzalo, Mari Carmen, que sigue en la firma tras más de 50 años. «Hay que gente que lleva veinte, veinticinco, quince… Por eso, el ambiente es tan familiar. Desde nuestra entrada va rejuveneciéndose la plantilla, todos los jueves nos vamos de cañas 30 o 40 personas al paseo de Invierno de Tudela, hacemos excursiones, vamos a ver partidos de fútbol… Tenemos la obsesión de que sean felices trabajando con nosotros porque así no se marchan y eso atrae a otra gente».
Su objetivo es continuar como empresa familiar. «A día de hoy no nos planteamos otra cosa», atestigua Diego. Por eso, han desoído las «muchas ofertas» que les han llegado: «La empresa ha decidido mantener el capital en manos de la familia y, por ahora, no existe una estrategia diferente».
Han desoído las «muchas ofertas» que les han llegado por la firma: «La empresa ha decidido mantener el capital en manos de la familia y, por ahora, no existe una estrategia diferente».
Dedicándose a la generación de energía y teniendo en cuenta el convulso panorama actual en este terreno, ¿tiene Diego Oliver claro hacia dónde vamos? Lo tiene: «La transición energética es una obligación, y tiene que serlo para todos. Hay que hacer confluir los intereses de todos los agentes, productores, consumidores y administración, para llegar a los objetivos que nos marca Europa. ¿La situación actual? Pues es delicada, hay muchos proyectos en tramitación que la administración tiene que apoyar, más aún cuando la energía renovable es la más barata a la hora de generarla y estamos en una fase de precios desbocados».
El Grupo Enhol ha recurrido a los PPA (Power Purchase Agreement), contratos de compraventa de energía que se firman a largo plazo y proporcionan una considerable estabilidad en el precio. «Te pierdes momentos especulativos como el actual, pero nosotros tenemos claro que buscamos otra cosa. Como empresa familiar, pensamos en la siguiente generación. Y nos fastidia que a veces se considere que el sector se está aprovechando cuando hay empresas que somos muy serias. No es justo», resalta Diego.
Ponemos fin a la charla. Mientras recogemos, apuntamos que sus responsabilidades les habrán privado de muchos momentos de evasión o actividades propias de la gente de su edad. Diego responde que solo de algunas, porque no le han impedido jugar a fútbol en el CD Fontellas: «Soy superdeportista». Desgraciadamente, va a tener que colgar las botas porque tiene una rodilla lesionada y, días después de nuestra conversación, va a pasar por el quirófano. «Y eso, con 35 años, quiere decir que lo tengo que dejar», nos dice con la misma sensatez que ha mostrado en toda la conversación.