El padre de Miguel Ayerra, también Miguel, era mecánico y montó un taller, Electromecánica San Juan, en el que además trabajaba su madre, Sagrario, en los asuntos administrativos. El negocio prosperó y la familia compró bajeras anexas para ampliarlo hasta que, en 1982, su padre se hizo agente de ventas y taller oficial de Seat, Audi y Volkswagen. No era un concesionario, pero vendía bastantes coches. En 1989, Oneca dejó la concesión de Seat “y mi padre lo cogió con el padre de Carlos Sagüés, que ahora tiene el Grupo Mundomóvil, y con otro socio montaron Ramauto”. A mediados de los 90, llegaron los años dorados de la venta de automóviles, y la marca les propuso abrir otro concesionario, que inauguraron en 1997: Iruña Motor, en la avenida de Zaragoza.
Mientras tanto, él estudiaba en el Centro de Cultura Francesa (hoy Colegio San Cernin), posteriormente cursó FP administrativo y… a trabajar. Empezó en Ramauto, primero en la administración, después en recambios y finalmente como vendedor. “Yo tan contento, ganaba dinero, soltero, viviendo en casa de mis padres… Maravilloso”. Fue ampliando después su formación: “Me pegué un año yendo semana y media al mes a Mombrió del Camp, cerca de Salou, porque Seat daba allí un máster de gestión de concesionarios. Me lo sabía todo porque era en lo que trabajaba, como suele decirse mi escuela había sido la vida”.
«Cuando hablan de la eventualidad, les digo que será en algunas empresas, no en la nuestra».
Cuando Seat les planteó la apertura de Iruña Motor, también pidió que Miguel fuera el jefe de ventas del concesionario. “Ya sabía bastante de programas, de sistemas, llevaba seis o siete años vendiendo y me puse a trabajar como director comercial”.
A TOPE… HASTA LA CRISIS
En 2002, los socios decidieron emprender caminos diferentes y los Ayerra se quedaron con los dos concesionarios, Ramauto e Iruña Motor. “Pasé a ser gerente de un grupo empresarial con más de 100 personas en la plantilla, porque también estábamos en Tudela, teníamos servicio oficial en Tafalla y habíamos cogido Kia”. El negocio marchaba “a tope” hasta que llegó la catastrófica crisis, que se cebó con el sector del automóvil: “Tuvimos que reducir. La marca dijo que solo había espacio para un concesionario. Nos quedamos con Iruña Motor, podía haber sido Ramauto, tanto daba. Me dio pena, pero había que elegir”. Las instalaciones de Iruña Motor estaban en Landaben y, para entonces, Ramauto se había trasladado de Burlada al polígono Agustinos, que fue el local que conservaron. “Seguimos ahí, trabajando, ahora en vez de 100 personas somos casi 40, que no está mal”.
Toda su carrera profesional ha estado ligada al automóvil, “mi vida son los coches”, y más concretamente a Seat, como su padre, que empezó a trabajar con 14 años en Doria, entonces concesionario de la marca. “Ser Seat me da seguridad, ahora está más de moda y funciona muy bien. El trato que tengo con la gente de la marca es más cercano y más humano de lo que suelen ser los grupos tan grandes”.
“Tengo otra faceta que no la sabe casi nadie” nos revela sonriente. “Por accidente, porque eché un cable a un amigo, soy socio de dos bares en Pamplona, la cervecería La Quinta y el Paddy’s Corner, los dos en Yamaguchi. No trabajo ahí, tampoco los gestiono, de eso se encarga mi socio”. Además, la familia tiene otra empresa que gestiona inmuebles, de la que Miguel es administrador, que alquila locales antes ocupados por sus concesionarios.
EMPRESA FAMILIAR “PURA”
Iruña Motor es “una empresa familiar pura», formada por sus padres, su hermana Ainhoa y él. «Y como mis padres están jubilados, soy el administrador único”. Bueno, con 75 años su padre sigue yendo al concesionario todos los días, nos confiesa orgulloso y bajando un poco la voz, como si nos hiciera partícipes de un secreto. También su vida son los coches. ¿El carácter familiar del negocio se traslada a la relación con los empleados? “Sí, totalmente, soy lo más accesible que hay. Vienen los delegados sindicales y me piden una reunión, pues nos reunimos si queréis. ¡Pero si estoy todo el día con vosotros! Hombre, si es para algo importante lo hacemos más formal. Si no, aquí te pillo y aquí te mato”.
“Te interesas por la gente, le preguntas cómo está, te cuentan sus penas, sus quejas, alegrías no tantas… Hay gente que lleva 40 años trabajando con nosotros”, señala Miguel Ayerra al tiempo que hace gestos afirmativos con la cabeza para indicar a continuación que de los 36 empleados actuales del concesionario, solo hay uno eventual “que va a pasar a ser fijo dentro de dos meses. Por eso, cuando hablan de la eventualidad les digo que será en algunas empresas, no en la nuestra”. Asegura que no es una excepción y que en otros concesionarios “la mayoría de la gente es fija, por su especialización tanto en venta como en postventa”.
“Me estoy planteando volver a estudiar, siempre me ha gustado mucho la historia”
Le preguntamos qué aconseja a quien va a comprar un coche desorientado ante la avalancha de noticias sobre la transformación del mercado automovilístico. Y nos dice que “el diésel contamina menos que un gasolina, y para quien conduce a partir de 25.000 kilómetros al año, es la mejor opción. Lo que pasa es que los políticos querían colgarse una medalla…”. ¿Y los eléctricos? “Aún tienen bastante camino que recorrer, son más caros y el precio aumenta con la autonomía que tengan. Hay un problema añadido: la producción de energía eléctrica es limitada y si todos enchufáramos el coche, tendríamos que ponernos a hacer centrales nucleares como locos. Pero bueno, aunque es imparable, un estudio de Volkswagen dice que en 2040 todavía el 60 % de los coches que habrá en el mundo serán de combustión”.
OPTIMISTA A PESAR DE TODO
Miguel Ayerra vuelve al tema de los políticos y aunque se declara “optimista por naturaleza”, opina que “la inestabilidad política no ayuda nada, el dinero es cobarde y si ve que las cosas no están claras se asusta. Pero como empresario, tengo que ser optimista, tirar hacia delante para que haya trabajo y se cree riqueza”. Hablamos algo más de la situación política, de la española y de la de otros lugares, y vuelve a proclamarse optimista: “Vivimos en un país excepcional, a pesar de nuestros problemas. Si no los tuviéramos, sería el mejor sitio del mundo y puede que aun y todo lo sea. Si todos empujamos y los políticos se ponen las pilas, tenemos un futuro interesante”.
“¡Últimamente, más que apoyos tenemos zancadillas, como lo de hablar mal del diésel!”
Le decimos que es un caso atípico, por ese espíritu tan positivo en estos tiempos de incertidumbre. Y entonces hace un análisis global de su sector: “La ayuda que pedimos al Gobierno, que ahora mismo no hay, sería para renovar un parque tan viejo que contamina muchísimo. Si se renueva contaminará menos y, además, con la venta de coches se crea una riqueza exponencialmente altísima. El concesionario es el que menos se beneficia porque el margen de beneficio es muy bajito, pero crea impuestos municipales que benefician a los ayuntamientos y otros impuestos; crea riqueza en los proveedores, en la postventa de recambios y de ruedas, en los talleres. ¡Es que últimamente más que apoyos tenemos zancadillas, como lo de hablar mal del diésel! No somos llorones, creo que pedimos lo que es justo”, remacha.
Miguel Ayerra, a sus 49 años, está casado y no puede disimular el orgullo al hablar de su hijo, que por supuesto se llama Miguel, de 17. Se define como “familiar y amigo de mis amigos, hay que sacar tiempo para estar con ellos porque, como todo en esta vida, lo que se cuida se conserva”. Hace deporte, viaja, dice que se cuida “y me estoy planteando volver a estudiar, siempre me ha gustado mucho la historia, no sé, quizás en la UNED…”. Por el momento, va a conocer in situ la historia de Turquía porque aprovechará estos días festivos para viajar con su familia a Estambul: “A mi hijo también le gusta la historia, va a disfrutar con el viaje”.