Comer en Navarra es un placer hasta para los paladares más selectos. La Comunidad foral no solo cuenta con una gran variedad paisajística, también tiene 15 certificaciones de calidad que aseguran la mejor materia prima en lo que a gastronomía se refiere. ¡Anímate a hincarle el diente a este territorio!
Las cocinas vasca, riojana, aragonesa y francesa han enriquecido la navarra a lo largo de los siglos.
Sus productos se cocinan con un recetario lleno de matices e influencias de las cocinas vasca, riojana, aragonesa y francesa, que han ido enriqueciendo la propia de la Comunidad foral a lo largo de los siglos. Con ellos se puede escribir la carta del mejor restaurante. Así, la degustación promete estar, al igual que el paisaje, llena de notas de contraste.
LÍNEA DIVISORIA EN PAMPLONA
De hecho, la gastronomía navarra cuenta con una clara línea divisoria a la altura de su capital, Pamplona. Por un lado, el norte es sinónimo de montaña, de naturaleza virgen, de nacederos fluviales y cuevas legendarias, de bosques y de verdes valles. El clima varía desde el más extremo de las cumbres pirenaicas orientales hasta más húmedo y suave en los paisajes occidentales cercanos al mar.
Ahí encontramos el escenario ideal para el desarrollo de una ganadería autóctona que nos brinda sus frutos. Si empezamos el viaje por esta parte del territorio, encontramos su sabrosa carne vacuna y ovina, así como los derivados lácteos (quesos con DO Roncal e Idiazabal, la cuajada o el requesón) son algunos de los manjares más apreciados en esta zona.
No obstante, tampoco nos podemos olvidar de la carne porcina y su chacinería o el pato. Además, la caza y pesca de río ponen sobre la mesa otros productos, como las truchas y los salmones. Los bosques del norte también son el hogar de una gran variedad de setas y hongos que, con su sabor característico, marcan la diferencia en muchas recetas.
En las huertas de esta parte del territorio navarro se cultivan verduras y hortalizas de gran calidad. Por ejemplo, alubias, tomates o guisantes. Pero si hay algo que se gana el beneplácito de todos los visitantes es la repostería artesana de la que hacen gala en los municipios de la zona. No te olvides de hacer una parada para degustar los riquísimos canutillos o las tradicionales tortas de txantxigorri.
Pamplona sabe a diversidad. En la capital navarra se puede disfrutar de todos los aromas de la Comunidad foral. En sus cocinas comparten espacio desde las excelentes hortalizas de la fértil huerta del Ebro hasta los contundentes guisos de la montaña. Pero también se pueden encontrar otros productos habituales de la Cuenca, como el cordero asado, el relleno y la chistorra.
Bajo esta línea divisoria, nos esperan las despensas de la Navarra Media y de la Ribera. La Zona Media, llanada de secano y huerta de regadío, huele a Mediterráneo, a vino de dos Denominaciones de Origen (Navarra y Rioja), a pan de trigo y a aceite. Pero también a tierra, la que esconde uno de sus tesoros más valiosos, la trufa negra. Así como a regadíos de pimientos, espárragos y pochas, a queso trashumante y a rico asado de gorrín.
Llegando a la Ribera del Ebro encontramos huerta y pesebre, desierto y oasis. Un cofre que esconde muchos y variados tesoros. Sus oros blancos, rojos, verdes y amarillos son los espárragos, los pimientos y vinos, las alcachofas y cogollos, y su aceite. Son productos que han sido reconocidos internacionalmente, y que, gracias a la potente industria conservera de la zona, se pueden seguir disfrutando en cualquier momento del año.
Como maridaje perfecto, el menú se redondea con los vinos de la tierra. Los blancos, aunque cortos de producción son deliciosos, afrutados, frescos y ricos en aromas. Pero los rosados están entre los mejores del mundo. Estos proceden de la garnacha y se elaboran con la técnica del sangrado, que es la más natural y antigua. Afrutados, frescos y limpios, con ligeras burbujas de carbónico, deben consumirse jóvenes. Los tintos, elaborados mayoritariamente con las variedades tempranillo, garnacha, cabernet sauvignon y merlot, adquieren colores cereza con matices teja. Son vinos frutales, potentes y sabrosos.
Para la sobremesa, por supuesto, no puede faltar el sabor del licor navarro por excelencia, el contundente pacharán. Todavía hoy, muchas familias lo siguen preparando de forma artesanal. Para ello, maceran en anís el fruto de las endrinas recogidas en el campo.