En nuestras tierras, Navidad es sinónimo de turrón. De Alicante, de Jijona, a la piedra, de mazapán, de guirlache, de coco, de chocolate y arroz, de yema tostada… El postre decembrino por excelencia se remonta a los tiempos de Al-Ándalus y, en principio, consistía en una masa que se obtenía únicamente a partir de miel, azúcar, almendras peladas y tostadas y clara de huevos. Mucho ha cambiado desde entonces. Esta tradición milenaria sigue vigente y fiel a sus orígenes, pero sus artesanos han sabido abrazar las corrientes más vanguardistas, experimentando con distintos ingredientes, sabores y recetas para satisfacer los paladares más exigentes y sibaritas.
Absténganse puristas. No hace falta ser un magnate ni contar con los servicios de un chef particular para degustar estas creaciones. Tan solo basta, como probablemente haya notado, con pasearse por su supermercado de confianza. Desde principios de noviembre ya es posible hacerse con las propuestas más suculentas e innovadoras. Turrones de coulant de chocolate, de mojito, de tarta de queso, de arroz con leche… Si lo que le gusta es ir a contracorriente, un helado de turrón combina perfectamente con el calor del sofá y la manta que nos reciben después de un día largo y frío. Paramos ya, que se nos hace agua la boca.
Llegados a este punto, quizá alguno de nuestros apreciados lectores haya cogido el carrito de mercado para unas últimas compras nerviosas. ¡Deténgase, que todavía nos queda mucho por hablar! Porque aunque no hay fiestas sin turrón, tampoco sería de justicia ignorar otros bocados dulces que convierten cualquier sobremesa de diciembre en un espectáculo gastronómico. Sí, hay vida más allá del Roscón de Reyes que da la bienvenida a enero y nos despide, al mismo tiempo, de una de las épocas más bonitas del año.
Prueba de ello, por ejemplo, reside en los deliciosos mantecados y polvorones instalados en los lineales. ¿Qué es lo que diferencia unos de otros, exactamente? Ambos están elaborados a partir de manteca de cerdo, harina de trigo y azúcar, pero mientras que los mantecados tienen una forma circular y una consistencia más compacta, los polvorones que se deshacen en la boca son más ovalados y suelen estar recubiertos de azúcar glas. ¡De ahí su nombre! Los más famosos, sin duda, son los que se fabrican y venden en la provincia sevillana de Estepa.
Un poco más complejos de sabor son los roscos de vino. Además de la bebida fermentada, tiene entre sus ingredientes harina, azúcar, aceite de oliva, ralladura de limón y aguardiente. Y aunque se pueden encontrar fácilmente en cualquier rincón de la península, son especialmente populares los que se elaboran en Málaga y en Castilla La Mancha. Si prefiere los sabores más sencillos, compatibles con el momento del desayuno, no lo piense dos veces: cómase una mantecada de Astorga. Cuenta la leyenda que la receta de este popular dulce con Indicación Geográfica Protegida (IGP) se difundió en el siglo XIX, cuando una monja del convento Sancti Spiritus (León) renunció a los hábitos para casarse y reveló un secreto que hoy es vox populi: harina, azúcar, huevo y mucha, mucha mantequilla.
En esos mismos años comenzaron a comercializarse, bajo la denominación de Yemas de Santa Teresa, unas pequeñas bolitas de color naranja elaboradas exclusivamente con yema de huevo y azúcar. Hoy en día, el producto gastronómico más celebre de Castilla y León se ha convertido en un souvenir imperdible para quienes pasen por Ávila. No podríamos excluir de esta lista a los cordiales murcianos, las peladillas típicas de Valencia o a los hojaldres, siempre presentes en cualquier pastelería que se precie.
Navidad es tiempo de tradición. Y las fiestas no estarían completas sin algo de sabor foral. Nunca es mala ocasión para degustar unos canutillos rellenos de crema pastelera, unos chandríos crujientes y anisados acompañados de chocolate a la taza o unas coronillas de Salcedo. Cómo olvidarnos, por otro lado, del txantxigorri o de la cremosa costrada de Aoiz, dos tortas que rescatan restos de manteca recogidos el sacrificio de los cerdos. ¿Con ganas de más? La trenza del Reyno no deja indiferente a nadie.