Parece que, una vez más, se cumple ese manido dicho que exclama que nadie es profeta en su tierra. Si bien ha actuado en varias ocasiones en Navarra, lo cierto es que buena parte del público, quizá por su juventud, aún desconoce su brillante carrera. Por destacar solo un aspecto: graduado summa cum laude (ahí es nada) por la Thornton School of Music de la Universidad del Sur de California, Los Angeles, Estados Unidos. ¿Qué sinfonía resuena en su interior cada vez que regresa a tierras navarras?
Es difícil encontrar una única sinfonía que describa todo lo que siento cada vez que vuelvo a mi casa. Pero diría que en los últimos años, El Baile de la Era (de Remacha) resuena a menudo en mí de manera especial, por una cuestión más bien sentimental. Fue la primera obra que dirigí con la OSN en 2017, en el concierto del Día de Navarra. Y cuando se trata de Remacha, me acuerdo siempre de mi tía abuela, que era profesora de música y mi fan número uno. Siempre que venía a vernos recordaba que conoció Pamplona en los años 50 invitada por Remacha. Ella siempre creyó en mí; incluso vino una vez a Londres, ya muy mayor, para verme dirigir un concierto con una orquesta amateur, y aunque no sonaba muy bien ella no paró de aplaudir y emocionarse. Ella era siempre alegre, como este Baile de la Era, y sé seguro que estaría muy feliz de ver lo que voy logrando paso a paso.
Porque está claro que, a pesar de su juventud, 32 años cumple mañana domingo, ha dirigido orquestas en los cuatro continentes. Por poner varios ejemplos: la Orquesta de Cámara de Hong Kong, la Orquesta Nacional de Túnez, la Grand Philharmonic Orchestra (India y Reino Unido), el festival Cabrillo en EEUU, la Orquesta Filarmónica de Málaga, o la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, donde ejerce en la actualidad de director asistente e invitado. ¿Tan diferente suena una pieza en función del país en el que se interpreta?
Y a veces en función de la orquesta que la interpreta. Durante muchos años era más o menos sencillo identificar una orquesta por su sonido, una cosa que con la globalización se ha ido perdiendo. Pero yo diría que la música no ha de sonar a director X, u orquesta Y, o cargada de un vibrato romántico porque se toque en Rusia… La música ha de sonar primero a Beethoven, Debussy, o al compositor que se esté interpretando. Por supuesto un director podrá luego darle una interpretación, incluir los manierismos de cada conjunto para que la obra tenga personalidad y guste al público, pero siempre con fidelidad y humildad.
Existe en el imaginario colectivo, al menos en el europeo, la vaga idea de que los artistas asiáticos son excelentes en ejecución, pero más fríos en interpretación. Al contrario de lo que ocurre en el Viejo Continente. ¿Tiene base científica, o de nuevo caemos en habladurías?
Si yo pospongo o cancelo un ensayo por la tarde, con una orquesta en el extranjero, para dar más tiempo a las músicos a descansar antes de un concierto difícil, habrá de seguro quien espete que es para que el director español se eche su siesta de tres horas… Yo tengo compañeros asiáticos que tienen una sensibilidad por la música increíble, y europeos que a mí personalmente no me llegan al alma. Para mí la belleza de la música clásica es precisamente que es, con un lenguaje universal, tolerante e incluyente. Prefiero quedarme con esa parte.
Por cierto, no lo hemos citado antes, pero también se ha puesto al frente de la Orquesta Sinfónica de Navarra como director invitado. Concretamente, en octubre de 2019, marzo de 2018, y diciembre de 2017. ¿Se juega en casa con ventaja?
Más que ventaja es una sensación muy especial notar que en el público hay amigos y familiares que te están mandando sus mejores vibraciones. La OSN es una orquesta que admiro desde que era pequeño, donde trabajan grandes músicos que fueron mis profesores de juventud (como mi mentor y trompa solista Julián Cano) a quienes siento no debo fallar, y he de demostrar mi gratitud por haberme inculcado la pasión por este arte. Por supuesto, que Baluarte esté literalmente a dos minutos de mi casa andando, es también un gran bonus (ríe).
Está claro que su vida es la música. Tengo entendido que su amor por este arte nació gracias a su profesora de música en el colegio de los Maristas de Pamplona. Después pasaría al Conservatorio Pablo Sarasate, y ya en 2005 (tras concedérsele una beca) viajaría para formarse a Estados Unidos, y luego a Londres. En resumen: más de catorce años fuera de casa. ¿Le gustaría fijar su domicilio en esta Pamplona de Baluartes, Navarras Arenas y Teatros Gayarres?
Según cuenta mi madre, ya desde bebé empezaba a moverme y saltar en cuanto oía cualquier música, y a los cuatro años me llevó a la escuela de baile de Maribel Fernández. Me dice que al terminar la actuación de fin de curso en el Gayarre salí diciendo “no me desapuntes nunca”, ahí debí coger el gusanillo artístico. A los 8 años, mi profesora de música en Maristas, Uxue Uriz, aprovechando que era la primera vez que el Conservatorio Pablo Sarasate convocaba pruebas de acceso para inicio de niños pequeños (imagino que con la intención de crear cantera), me dio el empujón definitivo y me presentó. Conmigo lo consiguieron. Me gusta mucho trabajar en Pamplona y disfruto más que en ningún sitio por todo lo que tiene de añadido. El ideal sería, más que el ser profeta, ser embajador.
Además de un crack con la trompa, recibió el premio Vince de Rosa 2011 al mejor trompista del año en su universidad de Califonia, afirman las buenas lenguas que antaño se le daba también muy bien el balonmano.
Mientras pude compaginar todo con mis estudios musicales y académicos, intenté, como tantos otros jóvenes, hacer deporte en el colegio. Incluso empecé a jugar en el equipo del Club Anaitasuna un año, y una vez hasta me llamaron para la selección navarra alevín… Y de nuevo la música tuvo que ser la prioridad (tampoco era tan bueno –ríe-). La música y el deporte comparten muchas similitudes, nos enseñan a trabajar en equipo, el valor del sacrificio y a trabajar y esforzarnos para un bien común que va más allá de nosotros mismos. Este mensaje lo quisimos transmitir Nacho Monreal y yo en el proyecto MakeitReal que hicimos en 2016 con Marca (los dos estudiamos en Maristas). Creo que nunca me he tenido que poner una camiseta que me quedase tan prieta…
El caso es que, repasando su currículum vitae, impresiona ver su formación académica y musical. Y su dominio de los idiomas. Habla inglés perfectamente, nivel avanzado en italiano, intermedio en francés, básico en alemán… ¿Qué le queda por estudiar a Pablo Urbina?
Lo más bello de la música, y la dirección en particular, es que jamás dejas de aprender. Asistía una vez a Bernard Haitink con la 7ª sinfonía de Mahler, y me contaba que había descubierto (con casi 84 años) cosas nuevas en una obra que de seguro ha dirigido al menos 50 veces. Durante el confinamiento he asistido a seminarios online con algunos de los mejores directores del mundo, charlas sobre arte, música o historia. He visto documentales (y también alguna serie y películas por supuesto). Aunque uno no se acuerde siempre de todo lo que estudia, creo que si se tiene inquietud esto estimula la creatividad y el pensamiento racional para que seamos críticos del mundo en el que vivimos. Y ya que lo ha mencionado, me encantaría poder hablar los otros idiomas tan bien como el inglés.
Además de los clásicos, ¿qué lista de Spotify nunca falta en su teléfono móvil?
Definitivamente, música para relajarme y meditar. Si salgo a correr o hacer ejercicio intento usar esos ratos para relajarme, ya que a veces el día a día, y más en esta profesión, puede ser algo estresante. La lista la he creado yo. El por qué cierta música nos ayuda a meditar en mayor o menor medida es algo que he estado investigando mucho los últimos años, y he dado algunas charlas sobre ello. Así que es una lista muy personal. También soy gran fan de la música de Michael Kamen. Coldplay, Enya y Muse nunca faltan tampoco.
¿Y la canción que más veces ha escuchado en sus 32 primaveras?
Todos nosotros tenemos una especie de banda sonora de nuestra vida, canciones u obras que por alguna razón (a menudo más sentimental que racional) nos han acompañado en el viaje. Para mí algunas de estas obras son el primer movimiento del cuarteto número 2 de Borodin, la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Vaughan Williams, Fix You, de Colplay, Frozen, de Madonna, o el tema principal de Hermanos de Sangre, de Kamen. Como ve no hay una temática que las una a todas excepto por su relación conmigo. ¿No es eso algo muy especial que tiene la música?
La pasada semana, Isabel Villanueva (directora de Pamplona Reclassics) afirmaba a Vanity Capital que el novedoso festival, entre otros motivos, nace con el objetivo de “hacer ver a los jóvenes que la música clásica no es cosa de mayores o de aburridos”. “Esa música clásica que ellos alejan de sus vidas está compuesta de obras maestras de compositores, de personas con una vida muy intensa que mucha gente de nuestra época se sorprendería al conocer”, destacó en su entrevista. ¿Cuesta sumar adeptos en un mundo dominado por el reggaetón?
Isabel es una gran compañera (nos conocemos desde niños y coincidimos en el Royal College de Londres) y excelente músico, y estoy muy de acuerdo con ella en lo que dice. Para mí hay además un cierto grado de autocrítica que hemos de hacer para entender por qué una música que tiene tanto que decir y que expresar (cosas que son de actualidad a pesar de que hayan pasado cientos de años) no somos capaces de transmitirlas al público. Chaikovski compone de una manera emocionalmente desgarradora fruto de una frustración interna con su propia identidad y sexualidad; ¡cuántos jóvenes podrían identificarse con esta dificultad y encontrar en su música un alivio! La música clásica es también un reflejo de su relación contextual con la historia, que nos ayuda a aprender para no cometer los mismo errores. Pero la música (y vea que no digo clásica solamente), como el arte, ha de estar al servicio de la humanidad y de nuestra sociedad más cercana. Y para ello tenemos que visionar un futuro en el que realmente la música sea un pilar del tejido social. Y por supuesto, y como ya supieron los griegos hace miles de años, en el centro de la educación.
Por curiosidad, ¿qué opinión le merece Rosalía?
Me confieso un fan de Jaime Altozano, quien con sus videos para todos los públicos nos acerca brillantemente a la música clásica. Recomiendo que vean el video en el que habla de Rosalía y por qué su música es tan buena. Una cantante que ha puesto en boca de todo el mundo un género autóctono de nuestro país, sin estereotiparlo, que además demuestra (no olvidemos que se formó en el conservatorio superior de Cataluña) un conocimiento extenso de la armonía y de la historia musical, y que ha sido capaz de tener éxito en la dura tarea de mezclar varios géneros musicales, para gusto de una mayoría, se merece mi respeto. Al final a veces es bueno, simplemente, cerrar los ojos y dejar que nuestros oídos sean los jueces.
La cultura, y en especial las artes escénicas, han sufrido de forma especialmente grave el sopapo económico impuesto por el Covid-19. ¿Cuántos conciertos se ha visto obligado a cancelar?
Muchos, pero dos me han dolido especialmente. En abril iba a realizar mi primera grabación en los estudios de Abbey Road, para un proyecto muy especial que mezcla música y arquitectura (por desgracia, hasta aquí puedo leer…). Y en mayo íbamos a estrenar una nueva ópera con Ópera de Cámara de Navarra; un proyecto precioso en el que la música (compuesta por talento navarro, con varias entidades musicales navarras, solistas navarros del mundo clásico y popular) nos unía al mismo compás con entidades sociales, como la Fundación Atena y Cáritas. Era un proyecto que llevaba más de un año planeándose y que ensalzaba todo aquello en lo que yo creo. Espero con todas mis fuerzas que se pueda retomar en el futuro. En el lado positivo, hace un par de días se presentó la nueva temporada de la orquesta y coro de RTVE, y por suerte mi debut con esta gran orquesta, que está programado para mayo 2021, no se ha visto afectado. Y esto me ha dado una gran alegría.
Y cómo ve, a corto plazo, la llamada “nueva normalidad” desde la tarima de director de orquesta. Hay quien dice que ni es nueva, ni mucho menos normal.
Por una parte, con tristeza por la limitación para llegar a mucho público en directo, pero confío en que no haya mal que por bien no venga y que esta situación nos permita reflexionar y profundizar en muchos temas que nos hagan a la larga mejorar como sector cultural y como sociedad. He comenzado, por ejemplo, una serie de charlas online para conocer a compositores de ayer y hoy que quizás mucha gente no conozca, como por ejemplo Emiliana de Zubeldia, una grandísima compositora del siglo XX, y que era Navarra. En estas charlas vamos a aprender de la mano de personas como el también navarro y compositor Koldo Pastor, la nieta de Jesús Guridi, o José Luis Temes, Premio Nacional de Música. De no haber sido por esta situación desafortunada, no sé si hubiera podido sacar tiempo. Y como constaté ya el pasado domingo en mi primer concierto post-Covid, la gente se ha dado cuenta de que lo que se siente cuando se escucha la orquesta en directo no tiene comparación. Me quiero quedar con lo positivo.