La Dirección General de Cultura – Institución Príncipe de Viana ha editado la obra ‘Los cines de Pamplona, 1940-1980. Crónica primicial de la exhibición cinematográfica en Pamplona’, del periodista navarro Alberto Cañada Zarranz, actual director de la Filmoteca de Navarra. Se trata de una crónica de la evolución del salón cinematográfico en la capital navarra desde 1940 hasta 1980, ilustrada con numerosas fotografías de cines, carteles de ciclos y filmes, entradas, programas de mano, tipos de proyectores empleados, así como imágenes de proyeccionistas y personas relacionadas con las salas.
El acto de presentación de la obra tuvo lugar el 18 de octubre en el Archivo Real y General de Navarra. En él participaron María Camino Barcenilla, jefa de la sección de Recursos y Desarrollo Estratégico, y el autor de la obra.
“Los testimonios personales han sido un pilar importante para dejar constancia de las experiencias vitales adquiridas en las salas de cine”.
“El trabajo aúna una profunda investigación documental con la memoria personal del autor y los recuerdos de las personas entrevistadas”, recordaron los responsables de la publicación. Para su elaboración, se visitaron diversos archivos de Navarra, así como locales o espacios donde se localizaban los cines.
Además, “se ha echado mano de la aportación documental de instituciones y profesionales ligados al ámbito cinematográfico”, explicaron. Por otro lado, los testimonios personales han sido “un pilar importante para dejar constancia de las experiencias vitales adquiridas en las salas de cine”, según comentaron desde el organismo editor.
La publicación tiene 605 páginas y una tirada de 400 ejemplares. Se puede adquirir a un precio de veinte euros en la tienda de publicaciones del Gobierno de Navarra, ubicada en la calle Navas de Tolosa de Pamplona y en librerías.
LAS SALAS DE PAMPLONA
El marco temporal, entre 1940 y 1980, comienza y termina con dos hitos destacados en la historia de la cinematografía de Navarra: en 1940 se inauguró el cine Príncipe de Viana, considerado por Cañada como “el cinematógrafo más elegante de la capital navarra”; en 1980, el final de esta investigación, “tuvo lugar la inauguración de las primeras multisalas de Navarra”, indicó. Esto generó “un cambio sustancial en el negocio de la exhibición cinematográfica”.
La obra arranca con el capítulo ‘Pamplona, 1940-1980’, una introducción al contexto histórico y social de la época. Incluye desde el desarrollo del tejido industrial y económico de Navarra, la evolución de los barrios en Pamplona, la constitución de parroquias o los negocios, hasta aspectos más concretos como las actividades de ocio, deportivas y musicales practicadas por los vecinos y vecinas de la localidad.
Los dos siguientes capítulos recogen las características propias del ámbito cinematográfico. El primero expone una visión general del cine en España, partiendo de los años de la censura. Cañada presenta diversos formatos de proyección de películas y cómo han ido evolucionando durante las cuatro décadas que trata la obra, al mismo tiempo que va cambiando el tipo de público y la organización de las proyecciones.
El segundo presenta la situación del cinematógrafo en la capital navarra en la llamada “época dorada” (1940-1960) con la apertura de emblemáticas salas de cine, hasta la llegada de la televisión y los cineclubs (1960 y 1980), “principales rivales de los salones cinematográficos”.
La obra incluye un capítulo sobre las salas de cine comercial, entre las que la empresa Saide tuvo, durante veinte años (1942-1964), el monopolio de la exhibición comercial cinematográfica en la capital navarra. En las siguientes décadas le surgió la competencia con los cines Mikael y Aitor, gestionados por Carmelo Echavarren.
Cañada realiza, además, una descripción de distintos locales que mantuvieron durante varios años una programación regular, abierta al público, y sin ánimo de lucro. Era el caso del Salón Loyola del colegio San Ignacio, del salón Champagnat del colegio Santa María la Real, del colegio de los padres Salesianos o del colegio Calasanz, entre otros.
El autor también dedica un extenso capítulo a ‘El cine en 16 mm y la Agrupación Diocesana de Cines Parroquiales’, que nació en los años 50 promovida por la Diócesis de Pamplona y creó una red de programación para unos 90 locales no comerciales ubicados en colegios, parroquias y otros centros.
Asimismo, el volumen contiene un breve capítulo dedicado al cinerama, instalado en Pamplona solamente durante cuatro meses del año 1971. A continuación, en el capítulo sobre cine público, Cañada realiza un resumen cronológico de esta actividad de proyecciones gratuitas en la calle, financiadas por el Ayuntamiento.
La obra concluye con un apartado sobre los cineclubs. En la investigación se mencionan, entre otros, el Cine Club Pamplona, el Cine Club Lux, Club de Cine Universidad, Cine Club Oberena y Cine Club Luis Lumière, con imágenes de programaciones y ciclos.