Me gustaría hablar sobre la deuda pública. Antes de la crisis, en diciembre de 2007, España debía 384.662 millones de euros. A cierre de 2017, España debe 1.144.298 millones de euros (sí, no me he equivocado, casi el triple de deuda). Si dividimos la deuda por habitante, como somos unos 46,5 millones aproximadamente, nos toca a 24.600 euros por cabeza, incluidos niños.
¿Y tiene pinta de mejorar? Pues no, la deuda sigue subiendo. Ya ha habido un dato de 2018, concretamente a cierre de marzo. Ha subido a 1.160.613 millones, unos 16.300 millones más que el trimestre anterior. Pues si actualizamos el dato, ya rozamos los 25.000 euros por persona. ¿Era usted consciente de ese dato? Como es notorio que tiene su importancia, querría explica algún concepto de cultura financiera sobre deuda pública.
La administración pública tiene como principal fuente de ingresos la recaudación de impuestos. Ahora bien, si recauda menos de lo que gasta tendrá que tapar el desfase pidiendo dinero, básicamente emitiendo deuda pública, encargándose en el caso español el Tesoro Público ¿Y cómo se hace? Pues mediante subastas.
La deuda sigue subiendo. Hasta el pasado marzo, en 16.300 millones de euros más.
Con este sistema, los demandantes que acuden a la subasta señalan a qué precio estarían dispuestos a comprar los títulos de deuda. El Tesoro Público ordena las ofertas de mejor a peor, y se adjudican los títulos a los que mejores ofertas han hecho. Por tanto, el interés que pagamos por la deuda depende, además del precio que quieran pagar los solicitantes de la subasta, del número de solicitantes, ya que cuantos más haya, aunque sea simplemente por un tema de probabilidad, se ofrecerán mejores precios. Sin querer liar mucho, señalar que también se puede acudir a la subasta sin señalar un precio, adjudicándose en ese caso al precio medio que haya salido.
Pues aclarado el concepto de que, al ser una subasta, cuanta más demanda haya de la deuda mejores tipos de interés tendrá la emisión, es importante que conozcamos a un actor fundamental, el Banco Central Europeo. Esta entidad inició en 2015 un programa novedoso consistente en la compra de bonos (llamado QE), tanto públicos como privados. Pues resulta que actualmente unos 240.000 millones de nuestra deuda está en poder del Banco Central Europeo, suponiendo una parte muy significativa (más de un 20%) de la deuda total.
Si el interés vuelve a subir al nivel de 2014, nos supondría casi 11.000 millones más de pago de intereses al año.
¿Y esto que ha supuesto? Pues que nuestra deuda se ha emitido a un mejor interés, al haberse incrementado notablemente la demanda de títulos en las subastas. Y esa es la parte buena. Pero también hay una parte mala, y es que este programa, que es atípico y fue concebido para una aplicación temporal, finalizará en diciembre de este año.
¿QUIÉN PAGA LA FIESTA?
Es difícil prever su impacto, pero creo que nadie duda que encarecerá nuestra financiación. Por dar algún dato, en 2014, antes de iniciarse este programa, el tipo medio de nuestra deuda era 3,480 %. A mayo de 2018, el tipo medio es de 2,554%. No puedo afirmar que este abaratamiento se deba en su totalidad a la puesta en marcha de esta medida, pero lo que sí que es seguro es que si el interés vuelve a subir al nivel de 2014, nos supondría casi 11.000 millones más de intereses al año.
Y la subida del interés de la deuda tiene una segunda derivada, que es que el valor de los títulos ya emitidos se reduce. Imagínese que usted compra un bono con vencimiento a 10 años por 1.000 euros, que le va a dar un interés del 2% anual. Eso significa que cada año cobrará 20 euros, y el último año, además de los 20 euros, recuperará los 1.000 euros invertidos.
Imagine que, antes del vencimiento, unos nuevos bonos se emiten al 3%. Si usted sigue con su bono, seguirá cobrando el 2% anual hasta el vencimiento, sin afectarle la nueva emisión. Pero puede pasar que necesite vender su bono antes del vencimiento. Y ahí tendrá un problema porque nadie le pagará 1.000 euros por su bono al 2%, ya que por ese precio se puede comprar uno al 3%. Consecuentemente, lo tendría que vender por menos de 1.000 euros para compensar que el interés a percibir por el comprador de su bono es inferior. Por tanto, debe saber que, aunque parezca extraño, también puede perder dinero con la deuda pública al venderla, en función de cómo evolucionen los tipos de interés de las siguientes emisiones.
Y ahora vamos a ser un poco honestos. La deuda hay que pagarla tarde o temprano, y si un político intenta contener determinados gastos para intentar controlar el problema, los políticos contrarios le vapulearán. Y exigirán gastar más, claro que sí, pensando en las siguientes elecciones y no en las siguientes generaciones. ¿Y por qué son tan generosos los políticos contrarios? Porque la fiesta, querido contribuyente, no la pagan ellos, la paga usted. Y la resaca también la pagará usted, o mejor dicho, sus hijos y sus nietos.
José Félix García Tinoco
Premio Nacional de Fin de Carrera en Empresariales y en ADE
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