Todo comenzó con cuatro palos, un par de tablones y unas cortinas viejas. Unos martillazos por aquí, otros por allá… En apenas unas horas, sus tíos lograron construir una cabaña, que pronto se convertiría en el refugio de nuestra protagonista. Para cualquier otro niño, aquella choza no habría sido más que un original espacio donde jugar. Pero para Raquel Zulaica fue, quizá, el origen de su vocación profesional.
Junto a sus hermanos y sus primos, visitaba todos los domingos la granja de sus abuelos en Berrioplano. Con una sonrisa de oreja a oreja, se asomaban a la valla y contemplaban a los animales: «¡Mira lo que hace ese! ¡Y ese otro!», exclamaban divertidos, manchándose alguna que otra vez de barro y tierra e imitando los sonidos de estos. Al son de aquel festival de onomatopeyas, pronto comenzó a surgir en su interior una duda. «¿Y si de mayor soy veterinaria?», se preguntaba. Pero aquella idea enseguida se disipó cuando descubrió el apasionante mundo de las manualidades.
«En todas las casas hay una típica caja de galletas que no tiene galletas», ríe al recordar la infinidad de pinturas que guardaban sus abuelos en uno de aquellos recipientes. Rotuladores, lápices de colores, ceras… Cuando el frío acechaba y la lluvia le impedía disfrutar del campo, Raquel agarraba un folio y dejaba volar su creatividad. De hecho, en el colegio, una de sus asignaturas favoritas era Plástica. «A veces, incluso le hacía los deberes a mi hermano», confiesa entre carcajadas. Matemáticas, Dibujo Técnico y Tecnología tampoco se quedaban atrás, por eso, cuando llegó el momento de escoger qué carrera estudiar, no tardó mucho en tomar la decisión: «Arquitectura encajaba mucho conmigo».
IMPULSAR LA REHABILITACIÓN
Así, abandonó su Pamplona natal para aterrizar en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). San Sebastián acogió a nuestra protagonista con gusto, pues allí pasó unos «años memorables». Pero, después de marcharse de Erasmus a Cracovia, se decantó por terminar la carrera en Barcelona, donde también realizó el máster que le habilitaba para ejercer como arquitecta. Todavía recuerda las amistades que forjó allí, y que hoy, a sus 31 años, mantiene. «Unos han acabado en Roma, otros en Berlín… No nos vemos mucho porque cada uno está en un lugar diferente, pero próximamente nos reencontraremos en una boda», relata ilusionada.
Al terminar su formación, la firma catalana Ramon Bulet i Sagrera Arquitectura le brindó la oportunidad de realizar prácticas. Durante siete meses, se encargó de visitar viviendas y llevar a cabo las revisiones técnicas de los edificios. Pero, entonces, sintió la «llamada de su tierra». El corazón le pedía regresar a Pamplona.
Raquel había escuchado hablar sobre una interesante beca en Nasuvinsa, la sociedad pública de vivienda y urbanismo del Gobierno foral, y pronto entendió que esta llevaba su nombre. Poco a poco, comenzó a adentrarse en el sector mientras, de forma paralela, impartía clases particulares de matemáticas a alumnos de tercero y cuarto de secundaria. Cuando la beca llegó a su fin, fichó como arquitecta en el antiguo Área de Rehabilitación y Regeneración Urbana, que ahora lleva el nombre de Área de Fomento de la Rehabilitación. Y, desde hace dos años, ejerce como responsable del departamento. Entonces, su voz se tinta de un tono risueño para desgranar, alegre, los entresijos de su trabajo en Nasuvinsa.
«Todo empieza con una reunión», narra mientras escuchamos con especial atención, como si de pronto estuviésemos sumergidos en un curioso relato. «Convocamos a los vecinos de un barrio y les explicamos qué es la rehabilitación, cómo está el escenario a nivel técnico, económico, qué trámites se necesitan… Nosotros somos un impulso para rehabilitar edificios», aclara para acto seguido remarcar que esta es, precisamente, la base del Programa Europeo ‘Elena-Primavera’, que el pasado mayo recibió el Premio AVS al mejor programa ‘Next Generation’.
El objetivo de la iniciativa es crear un marco estable y de confianza mediante soporte técnico y financiero a todos los agentes que intervienen en el sector de la rehabilitación y regeneración urbana, siendo estos muy largos y complejos, así como a los actores que trabajan en el sector de las energías renovables, para conseguir la transición energética en el sector residencial de Navarra. «Esas reuniones y nuestro acompañamiento en todo el proceso son la clave para que los vecinos entiendan por qué es importante rehabilitar las viviendas y qué pasos tienen que dar en cada momento», apostilla Raquel.
ESPÍRITU DE COMUNIDAD ENTRE VECINOS
Con ‘Elena-Primavera’, el equipo de la sociedad pública consigue «estar a pie de calle» y localizar edificios que necesitan ser rehabilitados. «Normalmente, los ayuntamientos detectan un problema y nosotros acudimos. Por ejemplo, en Ansoáin, había algunos vecinos preocupados por sus balcones, porque uno de ellos se rompió y hubo un accidente», recuerda Raquel. Pero, además de su construcción «deficiente», estas viviendas edificadas antes de 1980 tienen otras muchas carencias que se detectan con la intervención de la sociedad pública, como es el caso del aislamiento. De esta forma, un problema puede convertirse en una oportunidad de cambio.
Para rehabilitarlos, los residentes del inmueble tienen que hacer una gran inversión, y a veces surgen disputas entre ellos: «Con estas situaciones, muchas personas se alarman, pero otras no. Algunos quieren rehabilitar, otros no… Hay gente que no tiene esa vivienda como domicilio habitual, y piensan que no tener aislamiento no les supone un problema. Pero la casa no es simplemente suya. Hay que mantener el edificio, hay que tener espíritu de comunidad. Si no se pone solución, ese barrio se degrada».
«Tres quintas partes tienen que dar el sí. Al final, es un trabajo bonito porque te invita a ser proactiva y a pensar en la sociedad»
Otro ejemplo recae en Lumbier. Nuestra protagonista, todavía asombrada, recuerda las grandes humedades que presentan algunas viviendas. A pesar de ello, algunos residentes no deseaban rehabilitarlas. «Tres quintas partes tienen que dar el sí. Al final, es un trabajo bonito porque te invita a ser proactiva y a pensar en la sociedad, asegurando su calidad de vida y, con ello, dándoles la oportunidad de seguir viviendo donde quieren», puntualiza para después celebrar la puesta en marcha del proyecto.
Los objetivos de ‘Elena-Primavera’, que se inició en 2021 y se prolongará hasta febrero de 2025, marcaban que Nasuvinsa debía conseguir 40 millones de euros en obra. Hoy, esa cifra alcanza los 45 millones, con los que la sociedad pública ha logrado rehabilitar alrededor de 1.700 viviendas. Y Raquel no puede evitar sonreír.
Tras hacer un recorrido por el departamento que lidera, revela que todavía no ha abandonado los hobbies que tanto marcaron su infancia. Los dibujos que pintaba de niña, ahora adornan la casa de sus padres, y cuando posa la mirada sobre ellos, una profunda nostalgia ilumina su interior: «Me he apuntado a un taller de restauración de muebles. No quiero dejar atrás eso que tanto me gustaba de pequeña y tanto me ha guiado para ser quien soy hoy».