Varias zapatillas solitarias, sin dueño, sin unos pies que les den vida… Son un homenaje a todos esos pequeños empresarios que han peleado por subsistir en esta crisis que estamos viviendo. Esta es una de las ilustraciones, y que aparece en la contraportada, de ‘Súbito y Fulminante’, el libro que acaba de publicar María José Larriú, con más de veinte años dedicados a la comunicación. “Este homenaje parte de una amiga mía que ha peleado, pelea y peleará por mantener abierta su zapatería en Elizondo” al igual que otros muchos negocios de la zona y del resto de España.
Nadie podía imaginar que en marzo de 2020 un virus llegado desde Wuhan (China) podría llevarnos a una reclusión obligada a más de medio planeta, al frenazo brutal de la economía, a la conversión en educación online de parte de la formación, al trabajo contrarreloj en sanidad para salvar vidas de afectados por un virus que no tenía remedio ni vacuna cuando apareció. “Si no partiera de una realidad cruel y virulenta, los relatos podrían enmarcarse dentro de la pura ficción”.
Pero no. Ha sido real. Para algunos una realidad muy cruel, aquellos que fallecieron o que han visto familiares morir son los que más han sufrido. Pero en el camino, sanitarios, padres con hijos en paro, empresarios con sus negocios cerrados han sufrido y siguen sufriendo, las secuelas de una pandemia en la que todavía seguimos inmersos. Con la excusa de una mirada de mujer tras el visillo, Larriú nos adentra en las vidas de personas a las que el confinamiento les llega sin esperarlo. “Súbito y Fulminante”, relatos de confinamiento, es un pequeño libro ilustrado compuesto por cuarenta relatos de inficción, entre la ficción y la infección, la imaginación y la enfermedad.
SU SEGUNDO CONFINAMIENTO
Tal como nos cuenta María José, este ha sido para ella su segundo confinamiento. El primero lo vivió en 2016 tras serle detectado un cáncer, “por lo que hubo una época en la que tuve que vivir mirando hacia dentro”. Cuando llega este confinamiento en 2020 a ella le parece como un ‘déjà vu’, “no me resulta tan agresivo como a los demás. Lo veo como un seguro de vida. Esto hace que mi perspectiva para afrontar esa situación sea muy diferente a la del resto”.
Dedicada desde hace más de veinticinco años a la comunicación, Larriú recuerda que el primer texto de este libro lo escribió una noche de marzo y el último una mañana de finales mayo. “En medio, muchas tardes de silencio. ¿Cómo asume un niño no poder salir a jugar? ¿Cómo huye de la gran ciudad un teletrabajador? ¿Cómo se pasa de adicta al trabajo a solitaria añorante? ¿Cómo cortar por lo sano e iniciar una nueva vida? Esto y mucho más nos hemos preguntado a lo largo del confinamiento”.
En el momento álgido de la pandemia, la autora aprovecha para ver los inconvenientes desde fuera, en un ejercicio de humor fino y análisis sociológico. Entra en las vidas de niños, enfermeras, agricultores, viudos, profesionales, agricultores que, desde su ventana, parecen querer dar un giro total a la vida y entender que nada es lo que era. “Me planteo que debo compartir esa experiencia que yo vivo con otras personas que van a vivir el confinamiento en soledad. Me preocupan mucho esas personas que viven solas y decido dejar testimonio de este aprendizaje”.
Por eso, sus textos, muchos muy breves, son pequeños bocetos de trazo gordo de esas vidas que maridan con ilustraciones a color y para nostálgicos de los Alpino, a lápiz. “No existe un orden lógico ante la situación generada por un virus que entra en casa dando la mano y que se va cuando llega la ambulancia”. Decidió escribir microrrelatos porque “es un formato ágil y cómodo de leer cuando el tiempo en el que vivimos nos apremia. Por un lado creemos que tenemos todo el tiempo del mundo pero no sabemos hasta que momento”. El lector tiene la oportunidad de leer de un tirón o a ratos, de disfrutar de las palabras y soñar con las ilustraciones. Y con la invitación, por qué no, a reencontrarse.
Así que esos mini relatos se basan en lo que le cuentan personas que viven en soledad, aquellas que ve desde su ventana y otras que ella imagina. Mezcla realidad, ficción y experiencia. Uno de sus relatos por ejemplo, versa sobre Carlos Falcó, Marqués de Griñón, excolegial de Lecároz, con quien Maria José había quedado para hacer una comida en la primavera y falleció por coronavirus. Por un lado, Larriú hizo un listado de personas que sabía que viven en soledad y recurrentemente les fue llamando.
También se ha nutrido de aquellas que forman de sus afectos como son sus amigos y familia, que vive en Elizondo. “Mi vida parte del agua, el río, el chocolate y los prados del Baztán”, recuerda con añoranza. Larriú lleva veinte años viviendo en Madrid “y el confinamiento se ha vivido de forma muy diferente desde mi tierra. Mi familia estaba muy preocupada por mí ante la situación que veían en los medios. A ellos les llegaba una información a Elizondo de una manera mucho más trágica de lo que realmente yo estaba viviendo”.
Además, Maria José trabaja en la empresa tecnológica UST Global España, como responsable de comunicación interna, con sede en India. Y esto también “ha hecho que la visión que tengamos adquiera diferentes matices. La pandemia se vive en diferentes tempos según las diferentes zonas del mundo”.
El libro ha sido autopublicado a través de Amazon y se comercializa en su plataforma. Cuarenta retazos de cuarenta vidas. Experiencias de una realidad que nos ha tocado vivir que supera a la ficción en muchos matices. Una visión de diferentes maneras de vivir una pandemia, una crisis sanitaria y económica que será recordada por el mundo entero y que se relatará a las próximas generaciones. Un libro para profundizar en este mar de sentimientos, emociones, reflexiones, penas, pero también esperanza.