El estrés y el temor generado por la pandemia en el ámbito de la salud, el miedo a contagiarse y poder perder la vida o la de algún familiar, así como la falta de comunicación o los malentendidos por el teletrabajo y la presión del día a día, han hecho mella en la moral de muchos empleados y directivos.
Adecco, en un estudio realizado entre mayo y junio pasados, concluyó que un 38 % de los encuestados confesó que “su salud mental había empeorado a raíz del Covid-19“. Se trata de una cifra que sitúa a nuestro país cinco puntos porcentuales por encima de la media mundial. Y, lo que es peor, puede ahondar en un conflicto entre compañeros ya conocido o ser el origen de otros que permanecían larvados.
Porque la realidad es que pasamos mucho tiempo en nuestro puesto de trabajo. Según el INE, cerca de 38,5 horas a la semana rodeados, en algunos casos, de perfectos desconocidos. Y todos, en algún momento de nuestra vida, hemos conocido algún conflicto de este tipo bien de forma directa o indirecta. Es más, independientemente del sector, el tamaño o el tipo de empresa, creo que ninguna organización se libra de sufrirlo.
Estamos, por lo tanto, ante una realidad que, tarde o temprano, va a producirse. Y la cuestión no está en el momento en que se manifiesta, sino en las decisiones que se pueden tomar para su correcta gestión. De esta forma, según mi experiencia como mediadora, la forma más habitual de afrontar este tipo de conflictos es obviarlo y hacer como si no existiera. Sabemos que dos compañeros, por ejemplo, no se hablan, y el resto hace como si no pasara nada.
“Ante un conflicto personal en el ámbito del trabajo, no se puede actuar de cualquier manera ni tomar decisiones precipitadas”.
Los conflictos, sin embargo, están vivos y, si decidimos no intervenir, van a crecer. Así, lo que en un principio podía afectar a dos personas en concreto al poco tiempo empieza a extenderse al resto de la organización. Y con ello al rendimiento y la productividad de todos, puesto que el grupo deja de ser “equipo”. Si se sigue sin actuar, además, lo normal es que se produzca tal escalada que puede llegar a afectar a la ejecución del trabajo, el cumplimiento de plazos, etc., que hace la situación insostenible.
RECONOCIMIENTO, RESPONSABILIDAD, REPARACIÓN
Lamentablemente, en muchas ocasiones la intervención de los directivos llega tarde. Hay que hacer algo. Pero, ¿qué? Para entonces, no solo se han creado bandos y camarillas dentro del grupo. De hecho, lo habitual es que el grado de degradación llegue a tal extremo que muchos ya no recuerden la causa que lo motivó.
Para evitar ese escenario, lo primero que podríamos decir es que se debería actuar al primer conato de conflicto personal en el ámbito del trabajo. Pero seamos realistas. Nuestra recomendación es que no se puede actuar de cualquier manera ni tomar decisiones precipitadas.
“La cuestión no está, por tanto, en el momento o el origen del problema, sino en las decisiones que se pueden tomar para su correcta gestión”.
La solución entonces pasa por planificar una intervención adecuada a la empresa y al conflicto. Una planificación en la que se debe analizar la situación, buscar el origen, entender la evolución que ha tenido y generar un espacio de dialogo que propicie que todas las personas afectadas puedan expresar su visión, su interés y, por supuesto, sus emociones. El objetivo será, en ese sentido, restaurar la relación, recuperar el grupo para el trabajo y que emocionalmente se sientan reparados. No hay que decir que estamos ante un trabajo cuidadoso que tiene que ser ser hecho por profesionales expertos en el uso de técnicas adecuadas de mediación.
En definitiva, la restauración de las relaciones personales entre compañeros de trabajo es complicada. Requiere un reconocimiento de la situación y un deseo de reparación de los daños desde una actitud que fomente la responsabilidad y la generación de puntos en común y evite en todo momento la búsqueda de culpables. No os engañaré, no os diré que es fácil, pero os aseguro que es posible.
Maite Ruiz
Psicóloga y mediadora, socia de Mediación Navarra