Fue en 1997 cuando un grupo de empresas españolas, todas ellas con larga trayectoria en los mercados internacionales, decidieron crear una asociación que velase por impulsar las exportaciones de nuestro país y la inversión extranjera de nuestras empresas.
Éste fue el comienzo del Club de Exportadores e Inversores, que ha sido en los últimos veinte años protagonista y testigo de la evolución experimentada por el sector exterior en nuestro país.
El cambio operado en este tiempo ha sido tan radical, que bien podemos asegurar que estamos hoy ante el principal motor que impulsa nuestra economía, responsable de un tercio de la producción nacional.
¿QUÉ HA PASADO?
En la década de los 90, España era en una economía orientada al mercado interno, que apenas contaba con alguna firma de carácter multinacional. Nadie podía imaginar entonces que, dos décadas después, un nutrido número de empresas españolas iba a convertirse en referencia mundial tanto en sectores maduros como en aquellos con alto potencial de crecimiento, en los que se precisa un alto valor añadido y una avanzada tecnología. A este respecto, conviene subrayar que España, según datos de la UNCTAD, es el duodécimo emisor de inversión extranjera directa en el mundo, con una posición inversora que asciende a 516.059 millones de dólares, el equivalente al 42% del PIB nacional.
“En tan solo 20 años, el sector exterior se ha convertido en un factor clave en el crecimiento de nuestra economía”.
Si nos fijamos en el comercio de mercancías, el balance que se puede hacer de estos veinte últimos años es igualmente brillante: las compañías españolas han pasado de vender productos en el exterior por valor de 93.000 millones de euros en 1997 a exportar 255.000 millones en 2016, mientras que el volumen de las importaciones ha crecido en menor proporción, al pasar de 109.000 millones a 273.000 millones. Ello ha dado como resultado que la tasa de cobertura, que hace veinte años rondaba el 85%, se sitúe actualmente en el 93%.
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Es de destacar, asimismo, que en contraste con la evolución seguida por nuestros competidores directos en los últimos veinte años (todos han perdido cuota de mercado en el comercio mundial de mercancías), España ha podido mantener su posición, con una cuota mundial del 1,8%, lo que le permite ocupar el puesto 16 en el ranking global de países exportadores, y con un potencial de crecimiento realmente importante.
Otro tanto puede decirse de la exportación de servicios, donde nos encontramos con que las compañías españolas ingresaron el año pasado 115.000 millones de euros. De esta magnitud, el turismo internacional aportó 55.000 millones a la economía española en 2016, coherentemente con nuestra condición de potencia en este campo. No obstante, conviene destacar que las exportaciones de servicios no turísticos (telecomunicaciones, finanzas, ingeniería, consultoría, transporte…) son mayores que las de servicios turísticos y crecen a un ritmo superior.
RETOS DE FUTURO
“Con una cuota mundial del 1,8%, España ocupa el puesto 16 en el ranking global de países exportadores”.
Los datos, como vemos, reflejan que el sector exterior se ha convertido en un factor clave en el crecimiento de nuestra economía, y lo que cabe colegir de esta realidad es que las empresas, sin duda como reacción a la fuerte crisis económica que hemos padecido en los últimos años, conciben hoy la internacionalización como una actividad permanente.
Éste es, con seguridad, el principal cambio estructural producido. Han entendido que una actividad orientada al exterior abre la puerta a incrementar las ventas y a diversificar los riesgos, amén de ganar mayor flexibilidad para atender mejor sus mercados y poder integrarse en las cadenas internacionales de valor.
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Estamos, por tanto, ante un balance realmente positivo de nuestro sector exterior, lo que sin embargo no debe ocultarnos que aún existe un importante margen de mejora por delante y no pocos retos que afrontar. España necesita dotarse de una auténtica política de Estado que afronte la internacionalización como una de sus prioridades económicas y que involucre a todos aquellos Ministerios que, desde el punto de vista competencial, pueden favorecer la actividad exterior de las empresas.
Esta política de Estado debería estar basada no solo en medidas como la promoción, la fiscalidad o la diplomacia comercial, recuperando unas dotaciones presupuestarias que han llegado a experimentar recortes muy superiores al 50% con respecto a la situación previa a la crisis.
“España necesita dotarse de una auténtica política de Estado que afronte la internacionalización como una de sus prioridades económicas”.
También debería incluir la puesta en marcha de toda una panoplia de medidas regulatorias tendentes a aumentar la competitividad de las pymes por la vía de favorecer el aumento de su tamaño, una mayor apuesta por la I+D+i y la imagen de marca, así como una mejora del sistema educativo en España y reformas laborales.
Recientemente, el Gobierno aprobaba en Consejo de Ministros la Estrategia de Internacionalización de la Economía Española 2017-2027. Se trata de un compendio de principios generales del que se desprende una buena interpretación de la realidad, pero que debe sustanciarse en medidas concretas. El tiempo dirá si hubo acierto, decisión y ambición en su desarrollo. Nos jugamos poner a punto el motor que puede contribuir decisivamente al progreso económico de nuestro país en las próximas décadas.
Antonio Bonet
Presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles
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