Su padre, Félix Guinduláin Vidondo, puso en marcha en 1971 el embrión de la que hoy es Corporación Jofemar en una bajera de apenas 200 metros cuadrados, situada en el casco urbano de Peralta. En sus inicios, la compañía se especializó en tratamientos superficiales de piezas y elementos mediante baños electrolíticos. Cincuenta años después, es una pujante corporación empresarial que cuenta con unas instalaciones de 52.000 metros cuadrados, más de 270 empleados y presencia en 84 países, además de cinco delegaciones nacionales y cuatro filiales comerciales: «Que desde un pueblo pequeño hayamos alcanzado este nivel creo que es para estar contentos. Pero no podemos quedarnos dormidos mirando hacia atrás«.
Se fundó en Peralta y sigue en Peralta, llevando el nombre de la localidad por todo el mundo y fiel a un entorno donde es mucho más que una simple industria. Félix Guinduláin Busto, presidente de la firma e hijo del fundador, lo atribuye al hecho de ser una compañía familiar. «Las empresas familiares suelen crearse en el lugar donde viven sus fundadores. Eso genera un arraigo bastante fuerte», defiende. Ahí seguirá, entre otras cosas porque «las empresas, y más si están en el medio rural, dan riqueza a la zona«.
El padre de nuestro entrevistado forma parte de una nómina de peralteses emprendedores, muy innovadores, hechos a sí mismos, que han creado importantes compañías gracias a su ingenio e intuición y a las muchas horas de trabajo dedicadas al negocio. Esa concentración en un municipio relativamente pequeño nos intriga. Y, al preguntarle si tiene alguna explicación, medita un segundo antes de responder: «Es algo que viene desde los abuelos. Había cosas en el campo que se hacían de manera distinta a la de los pueblos de alrededor. Eso te lleva a pensar en asuntos diferentes a los que te dedicas… Yo creo que no es una casualidad, que hay algo que viene desde antiguo«.
«Jofemar nació y seguirá en Peralta porque las empresas, y más si están en el medio rural, dan riqueza a la zona».
Félix Guinduláin Busto se incorporó a la firma hace veintiséis años, cuando iba a iniciar el quinto curso de Ingeniería Industrial en la UPNA. «Mi padre me pidió que estuviera seis meses en el Departamento Comercial. Recuerdo que, cuando tendría 15 o 16 años, un comercial me preguntó si me gustaría hacer ese trabajo y le dije que nunca lo haría», recuerda con una risa algo nostálgica. En junio de 1995, pasó a ser director de Exportación y, en febrero de 1998, asumió la Dirección Comercial. Un cargo que compaginó con el de adjunto a la Dirección entre enero de 2003 y junio de 2005, cuando fue nombrado director general. Tras ser vicepresidente ejecutivo, hoy ejerce ya como presidente de la corporación.
Aunque tenía claro que acabaría en la empresa de la familia, su plan era acabar la carrera y marcharse un par de años a Inglaterra, «a perfeccionar el inglés que ya sabía, a Alemania»… «Pero las cosas vienen como vienen. Estaba acostumbrado a la fábrica. Siendo críos íbamos con mi tío, que estaba allí, y nos ponía alguna tareíca… Me imagino que nos haría cambiar de sitio algunas piezas o cosas por el estilo, pero a nosotros nos parecía que hacíamos yo qué sé», apunta riéndose de nuevo.
50 AÑOS DE CAMBIOS
Hoy representa a la segunda generación de los Guinduláin al frente de Jofemar. ¿Hay alguien de la tercera dispuesto a asumir el relevo? «Hombre, yo creo que sí. No hay que forzar las cosas, aprendí de mis padres que hay que ser muy franco, tanto cuando va bien el negocio como si se tuerce algo. En realidad, así son las empresas, no siempre es todo bonito. Pero sí, tenemos tres hijos y les transmitimos valores, lo que es la empresa… Creo que les gusta, pero el tiempo lo dirá porque aún están estudiando. Tienen 21, 19 y 16 años».
Al principio de la charla, hablábamos de los inicios del grupo. La sociedad actual es radicalmente distinta a la de hace cincuenta años y algunos de esos cambios, por más que puedan parecernos anecdóticos, marcan también a las organizaciones. Por ejemplo, en sus orígenes la corporación fabricaba máquinas expendedoras de cigarrillos, cuyo consumo está cada vez más restringido. Otro producto que cimentó su éxito fue el selector de monedas que equipó cientos infinidad de cabinas de teléfonos ya desaparecidas de nuestras calles. «Eran dos mercados fundamentales para nosotros, nuestras principales actividades además del vending. El tabaco suponía un 62,5 %. Hoy en exportación será un 6 % y en España alrededor del 22 %».
«Hacia 2010, se decía ‘si te ha pillado la crisis, invierte en I+D’. Entonces, la I+D ya era nuestro ADN. También se decía ‘internacionalízate’, pero nosotros ya estábamos en más de sesenta países. ”.
Son circunstancias que les han enseñado a estar muy atentos a las tendencias para anticiparse a ellas, a innovar de forma permanente y a diversificar las áreas de negocio. «Hacia 2010, se decía ‘si te ha pillado la crisis, invierte en I+D’. Entonces, la I+D ya era nuestro ADN. También se decía ‘internacionalízate’, pero nosotros ya estábamos en más de sesenta países. Había que ir más allá. Vimos que teníamos que diversificar, aunque en realidad ya habíamos empezado en 2006 cuando nos paramos a pensar hacia dónde podía ir el futuro y entramos en el campo de la energía. Es una de las cinco áreas actuales de Jofemar junto al ‘vending’, el vehículo eléctrico, la salud y los servicios al cliente».
El futuro de la firma ya está diseñado en su Plan Estratégico para los años 2021-2025. Como no podía ser de otra manera, tiene un gran protagonismo el I+D+i. ¿Qué papel se ha reservado para el vehículo eléctrico? Advierte de que es un sector donde los proyectos cuestan entre 10 y 25 veces más que en el ‘vending’, lo que obliga a buscar financiación externa. «No hemos ido a por las baterías para coches porque los grandes fabricantes están imponiendo sus normas de cara a homologaciones y eso supone una barrera a quienes queremos entrar. Estamos orientados a baterías para vehículos industriales, nos vamos posicionando, tenemos nuestras ventas…». La estrategia pasa por sustituir las baterías de plomo por las que fabrica Jofemar, que son de litio. «Son proyectos de desarrollo largo. El modelo más cercano de los fabricantes con los que hemos contactado puede estar a tres años vista…», especifica.
BOCADILLOS CALIENTES, CAVIAR…
La presencia de máquinas de Corporación Jofemar en medio mundo propicia que haya quienes dan a estas utilidades inusuales, como las dedicadas a la dispensación de caviar en Moscú o Kazajstán. «Una vez hice un viaje a Los Ángeles, cuando estábamos aquí en plena campaña para reducir el consumo de tabaco y las máquinas casi se metían en un rincón oscuro. Íbamos por una calle y me dijeron ‘¡mira!’. A lo lejos, en plena vía pública, había una máquina nuestra para venta de marihuana. Ni esconderla ni nada, se veía a distancia porque estaba pintada con los colores del arco iris». Por cierto, ¿qué siente cuando va como turista a un país y ve una máquina que ha salido de su fábrica y de su localidad? Eleva la mirada y abre los brazos para responder: «Buah, una alegría y un orgullo… enormes».
En realidad se puede vender cualquier cosa en sus dispensadores. «Están aumentado los de cosméticos, por ejemplo. Todo es cuestión de estudiar los mercados y ver qué puede encajar aquí o allá. Por eso, con motivo del cincuenta aniversario, hemos hecho una pequeña convención de distribuidores para conocer qué ideas hay por ahí».
«El diseño de la moneda de 20 céntimos de euro se debe a la aportación que hicimos un técnico de Jofemar y yo».
Esas ideas pueden dar lugar a realidades como la máquina dispensadora de bocadillos, dotada de microondas para calentarlos: «Vimos que el consumo de productos de cuarta y quinta gama experimentaba un alto crecimiento: bocatas, minihamburguesas, sándwiches… Así que pensamos que incorporar un microondas a la máquina de ‘vending’ tradicional podía ser un factor diferencial añadido». Fueron los primeros del mundo en conseguirlo, aunque no resultó sencillo alcanzar ese hito. «Como se vendían a todo tipo de países, nos advirtieron de que tenían que ser kosher y, por lo tanto, no se podían tocar los alimentos. La máquina tenía que hacer todo automáticamente. Además, empezaron a pedírnoslas para cantinas donde la gente para a comer rápidamente. Así que mejoramos la máquina incorporándole torres de microondas para calentar hasta doce platos a la vez», rememora.
‘SPANISH FLOWER SHAPE’
Pero una de las aportaciones más curiosas de Félix Guinduláin Busto, que a la vez refleja ese carácter tan especial de los emprendedores peralteses, es quizás la que hizo al diseño de la moneda de veinte céntimos de euro. Recuerda la anécdota con una sonrisa que no se le borra mientras la relata. Antes del lanzamiento de la moneda única europea, las autoridades de Bruselas convocaron múltiples reuniones para ajustar todos los detalles: «Participé en una donde había representantes de Coca Cola, otros fabricantes de ‘vending’ de todo el mundo, de cospeles, de los discos metálicos en los que luego se acuñan las monedas…».
Al parecer, las personas con discapacidad visual se quejaban de que el tacto de los cantos que se proponían para las monedas de 10, 20 y 50 céntimos les confundían. De modo que desde EEUU, con apoyo inglés, se planteó una moneda tipo la de 50 peniques australianos o la de 50 peniques ingleses, que tienen nueve y once lados.
«Ellos tenían problemas para leer bien el diámetro de la moneda en sus máquinas y, de esa forma, eliminaban su desventaja técnica y nos la trasladaban. Yo era un chaval, estaríamos en 1996 o por ahí, y había ido con un técnico, Luis Moreno. Le dije que teníamos que hacer algo, y me indicó que el diseño de la moneda de 50 pesetas podía servir. Improvisamos un poco, la propusimos, fue bien acogida y me recomendaron que me buscase aliados para apoyarla. Así que ese mismo día llamé a la ONCE, que se portó muy bien, a fabricantes de cospeles hasta de Chile, a otras fábricas de ‘vending’ incluida Azkoyen… Total que enviamos toda la documentación y el responsable europeo del ‘vending’, aún me acuerdo de su nombre, Moritz Röttinger, me llamó para anunciarme que se había elegido la spanish flower shape. Ese era el nombre con el que habían denominado nuestro diseño. Yo le respondí, en broma claro, que ya le podían haber llamado la Jofemar shape. Ja, ja, ja».