Pamplona se ha vuelto a teñir de rojiblanco y el regreso de los Sanfermines parece asentar algunas tendencias que ya habían aparecido antes de la irrupción de la pandemia, como la consolidación del vermú y el tardeo en detrimento de la noche. No obstante, tras más de dos años de restricciones cambiantes, olas de contagios por Covid-19 y cierres perimetrales, el nuevo escenario también ha traído consigo algunas novedades, así como la recuperación de espacios tradicionales durante las fiestas.
Después de que en 2019 se cediera el espacio a distintos colectivos de diversidad cultural, este año el Parque Antoniutti vuelve a ser testigo de las tradicionales verbenas con música de orquesta y puestos de vino añejo, pollo asado, churrerías y heladerías. Una de las veteranas que ha regresado en esta ocasión es la madrileña Ana Belén Picón, dueña de El Baturro, un emblemático negocio familiar de cuarta generación dedicado a la venta de vino dulce. Orgullosa de atender “a la gente de siempre” desde 1986 y unos días antes de desmontar su puesto, afirma en conversación con Navarra Capital que su actividad durante las fiestas “ha ido bien”, aunque no se ha ajustado a las previsiones iniciales.
“El día 6 de julio vino Puro Relajo y se llenó el parque, pero luego ha ido bajando un poco. Pensábamos que en estos Sanfermines iba a haber más movimiento y al final no ha sido así, se ha quedado como en los últimos años”, apunta. El ambiente que se vivía hace una década en las fiestas, en todo caso, dista mucho del actual. Al menos así lo percibe José (quien prefiere mantener su apellido en el anonimato), del Mesón Brasil, quien asiste a las fiestas de la capital navarra desde hace más de dos décadas. “Antes de eso el padre de mi actual jefe ya venía, así que llevamos fácilmente 40 años aquí en Antoniutti. Recuerdo cuando las barracas estaban arriba, a todo el mundo con tiendas de campaña, comiendo, bebiendo y durmiendo”, rememora.
Aquel paisaje que otrora era el habitual entre el 6 y el 14 de julio hoy solo pervive en las fotografías y en los recuerdos: “Ya no es como antes, cuando cantaban el Pobre de mí y luego volvían al parque. Lo de los toros ya no solo es en Pamplona, sino que lo han copiado en otros sitios. Ahora hacen encierros en Madrid y la gente ya no se desplaza como antes. El sábado a las 2:00 de la mañana ya la mitad de nuestro equipo se había retirado. Fíjate, ¿cuándo hemos visto esto?”, lamenta señalando la atmósfera silenciosa que reina a su alrededor.
Ana Belén Picón (El Baturro): “Pensábamos que en estos Sanfermines iba a haber más movimiento y al final se ha quedado como en los últimos años”.
Otro de los cambios que percibe está relacionado con el tipo de clientela que se aloja en Pamplona durante estas fechas y que frecuenta los puestos de la feria: “Este año estamos trabajando sobre todo con españoles que vienen de distintas ciudades, como Bilbao o Zaragoza. Con extranjeros, lo mínimo”. Esa reflexión, sin embargo, no impide que la valoración general de su experiencia sea positiva en líneas generales.
“La actividad en el parque Antoniutti ha bajado muchísimo, pero desde el Chupinazo hasta el fin de semana hemos tenido días buenos. Gracias a Dios estamos trabajando y podemos contarlo. A los últimos Sanfermines no vinimos, aunque sí puedo decir que en esta ocasión la actividad ha sido mayor que en 2018″.
Más pesimista es la impresión de un hostelero jienense instalado unos metros más adelante, que optó por no revelar al público ni su nombre ni el establecimiento en el que trabaja. “La feria ha ido regularcilla, creo que en 2019 estuvo un poquito mejor. Ha venido gente de muchos sitios, pero los veo más retraídos. Hablaban de que iba a haber un boom y no ha sido así”, estima. En todo caso, y aunque reconoce que “no era lo que esperaba”, el semblante amable no se borra de su rostro mientras narra su experiencia en la capital navarra, a la que acude por quinta vez durante Sanfermines: “Tampoco nos podemos quejar”.
Christian Palacios (Churrería La Tentación): “Creo que lo de 2008 fue una broma comparado con lo que viene ahora”.
Parecido es el sentir de Christian Palacios. Tras haber pasado por distintos puntos de la geografía pamplonesa, el dueño y encargado de la Churrería La Tentación. se estrena en 2022 en el Parque Antoniutti.
“Nuestras expectativas eran muy, muy altas y no han llegado a lo que pensábamos. Recientemente hecho varias ferias por el País Vasco, todo ha ido un 20 % por encima de lo estipulado y creímos que en Pamplona sería igual, aunque todavía hay que esperar al último día”, reconoce.
Mientras se dispone a freír churros, este bilbaíno expone a su vez cómo su sector ha tenido que enfrentarse en los últimos meses a una subida exponencial en los precios de los combustibles. “Esta caldera -precisa- es de gasoil. Antes funcionaba con 50 euros y ahora con 100″. El incremento también se ha notado de manera significativa en otras materias primas cruciales para la hostelería, como el aceite, como consecuencia de la invasión rusa en Ucrania: “Ahora ha vuelto a bajar a 80, pero en un momento la garrafa de aceite alto oleico nos llegó a costar 150 euros. Eso es una salvajada”, valora.
Todo ese contexto económico y geopolítico le lleva a pronosticar un futuro “negro”, marcado por una recesión generalizada. “Creo que lo de 2008 fue una broma comparado con lo que viene ahora. Con estos gastos, si la facturación no sube al mismo nivel, es complicado seguir. Tienes que estar dispuesto a estar noches sin dormir y tienes que llevarlo en la sangre, porque solo por dinero no haces el sacrificio”. Bien lo sabe este hijo y nieto de feriantes, que en menos de dos semanas llevará su puesto a Tudela para la celebración de las Fiestas de Santa Ana.
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