Hay momentos que se quedan grabados en la memoria para siempre. Son como pequeños tesoros que conservamos vivos con el paso del tiempo. Así lo percibe también Juan Erro, que hoy nos invita a retroceder varias décadas y revivir su historia. “Tengo 49 años y una infinidad de recuerdos memorables. ¿Por dónde empiezo?”, nos pregunta pensativo antes de responderse a sí mismo que, como en todo relato ordenado, tal vez lo más idóneo sea comenzar, precisamente, por el principio.
Como buen pamplonés, muchos de sus recuerdos más nítidos son vestido de blanco, con su pañuelico rojo anudado al cuello. De niño, cuando julio se aproximaba, fantaseaba con correr delante de los toros en la Estafeta a toda velocidad. Muy concentrado en terminar “sano y salvo”, simulaba el recorrido en su propia casa, que comenzaba en el baño y finalizaba en la cocina. “Una vez incluso atravesé la puerta de la terraza con la cabeza. Estaba tan ensimismado en aquel encierro inventado que no vi el cristal y me lo comí”, expresa entre carcajadas.
Con la llegada de la adolescencia, aquel deseo se intensificó: “De niño, cuando el torico de fuego pasaba por la calle, mis padres me animaban a ir delante de él. Siempre quise correr, así que a los diecisiete empecé a hacerlo”. Al relatar un episodio que pudo haber acabado en tragedia, vuelve a sentir esa adrenalina “a flor de piel”. Durante un encierro, tropezó y cayó al suelo. “Me pasó toda la manada por encima”, rememora todavía asombrado por la gran suerte que tuvo, pues, desde el vallado, lograron apartarle del recorrido por un lateral. “Mi madre no sabía nada, pero me pilló porque vio la pezuña de un toro marcada en el pantalón”, apostilla.
Judo, hockey, baloncesto, taekwondo, fútbol… Gran aficionado al deporte, pasó la infancia entre partidos y balones, con clásicos juegos como el escondite como pasatiempo favorito. Pasados los Sanfermines, viajaba junto a su familia al Pirineo aragonés. Entre paisajes de ensueño, se bañaba en el río y perseguía sin rendirse a los infinitos renacuajos que nadaban por el agua, intentando darles caza con las manos. Agotado de tanto chapuzón, reponía fuerzas con un bocadillo y, ya con “las pilas recargadas”, volvía a explorar el entorno, como si fuese un pequeño aventurero.
DE LA BIOLOGÍA AL METAL
Poco a poco, se aproximaba una decisión importante: ¿Qué carrera deseaba estudiar? Aunque no tenía claro hacia dónde orientar su trayectoria profesional, sabía que los números acaparaban su atención. “Intenté ser ingeniero, pero no saqué plaza”, aclara tras mencionar que, finalmente, estudió Biología en la Universidad de Navarra.
Al finalizar su formación, su padre le propuso adentrarse en la empresa familiar: Industrias Javer. Desde niño, había visto cómo su progenitor gestionaba la compañía y, aunque “nunca le había prestado especial atención a ese mundillo”, finalmente aceptó la propuesta. “Enseguida recibí la primera lección: empezar desde abajo, con lo más básico. Comencé barriendo las instalaciones con una escoba”, relata.
Poco a poco, conoció los diferentes departamentos que integraban la firma, a la par que su hermana Delia, quien también fichó por la empresa. Pero, de pronto, una enfermedad provocó el fallecimiento de su padre. Entonces, ambos se vieron solos y, con el fin de preservar el legado de su progenitor, cogieron las riendas de Industrias Javer hace veinticuatro años.
En concreto, Juan se propuso impulsar el crecimiento de la empresa en el ámbito de la tecnología. “Una de las claves en esa transición forzosa por el fallecimiento de mi padre fue la unidad de la familia y caminar juntos hacia un mismo objetivo”, subraya justo antes de apuntar que él asumió el cargo de gerente y desde entonces se enfoca en la “parte productiva”, mientras que su hermana se encarga de la logística, la administración y el “control interno”.
“Una de las claves en esa transición forzosa por el fallecimiento de mi padre fue la unidad de la familia y caminar juntos hacia un mismo objetivo”
En estas más de dos décadas al frente de la compañía, Juan y Delia han conseguido duplicar el terreno donde se ubican las instalaciones, que ya suman una superficie de 3.800 metros cuadrados. “Históricamente, siempre nos habíamos basado en productos de automoción. Ahora nos hemos abierto a muchos otros sectores, como la construcción o las energías renovables”, constata tras recalcar que la firma se especializa en el uso de tornos de control numérico y la fabricación de piezas de diferentes materiales. “Las empresas nos piden elementos para distintas máquinas, como por ejemplo un lavaplatos, y podemos trabajar en aluminio, cobre, latón, plástico… Hacemos lo que el cliente necesite”, especifica. Además, actualmente la firma está pensando en crear un “artículo con sello propio”.
Por eso, la compañía navarra se define como un “centro de mecanizado especializado en procesos y no en sectores”, pues sus productos son muy variados y están destinados a distintos ámbitos. Dentro de sus especialidades, destacan el mecanizado y transformado de piezas metálicas y plásticas, así como un extenso abanico de procesos de punzonado, prensado, roscado y brochado. Con veintidós profesionales en plantilla y una producción anual de dos millones y medio de unidades, Industrias Javer vende a países como Estados Unidos, Alemania o Italia: “Antes ni nos planteábamos exportar. Hemos avanzado mucho. Tanto mi hermana como yo llevamos la empresa en el ADN y lo es todo para nosotros”.
CAMINAR HACIA EL MISMO PUNTO
Además, desde hace siete años, nuestro protagonista ejerce como presidente de la Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa del Metal de Navarra (APMEN), cargo que también ocupó su padre. La colaboración, la unión y el hecho de “caminar todos hacia el mismo punto” son tres pilares fundamentales que han guiado “desde siempre” su labor en la organización. “Si le va bien al vecino, me va a ir bien a mí. Colaborar es importantísimo”, añade.
Hoy son 132 las empresas asociadas a APMEN, que prevé ampliar “más y más” dicha cifra: “Cuantos más seamos, más sinergias generaremos. La visión de distintas compañías te hace ver no solo el árbol, sino el bosque completo”.
“De niño no tenía nada claro hasta dónde iba a llegar. Hoy me siento muy realizado y satisfecho. Aquí estuvo mi padre y he conseguido hacer crecer su empresa junto a mi hermana”
La organización brinda distintos tipos de servicios para cubrir las necesidades de sus asociadas en campos como la representación institucional; la información sectorial actualizada sobre normativas, ayudas o subvenciones, entre otras áreas; la visibilidad y la promoción; el asesoramiento jurídico laboral y económico; los acuerdos con proveedores; la generación de oportunidades de negocio; y el empleo, la formación y la gestión de talento.
“Nos transmiten sus problemas y trabajamos sobre eso para seguir avanzando”, declara justo antes de señalar que precisamente así surgió el proyecto Red Metal en 2021, impulsado junto a la Asociación Navarra de Empresas de Ingeniería y Servicios Tecnológicos (ANAIT). Gracias a esta plataforma, se han generado más de 450 contactos entre pymes navarras.
Otro de los ejes de APMEN es impulsar la innovación y el desarrollo de las empresas asociadas y del sector del metal. Y, aunque el sector posee “raíces fuertes” en la Comunidad foral, existen algunos desafíos, como la falta de profesionales especializados. “Ahora los puestos son muy cualificados y se necesita más formación específica”, incide.
Orgulloso de su trayectoria y de liderar tanto Industrias Javer como APMEN, Juan sonríe: “De niño, no tenía nada claro hasta dónde iba a llegar. Hoy me siento muy realizado y satisfecho. Aquí estuvo mi padre y he conseguido hacer crecer su empresa junto a mi hermana”. Ahora, el “gusanillo” de emprender le guía allá a dónde va. De hecho, anima a los jóvenes a hacerlo: “Creo que la juventud necesita más información. Eso de tener un reto y superarlo te llena el corazón”.
LAS PULSERAS DETECTORAS DE DROGA
Tan profundo es su “runrún” por el emprendimiento, que incluso lo lleva más allá de la industria del metal. Gran amante de la gastronomía, y sobre todo de las largas sobremesas que siempre dan pie a rememorar alguna que otra anécdota del pasado, desvela que le apasiona reunirse con sus amigos “de toda la vida” y compartir las “batallitas de la infancia”. Precisamente, en una de esas reuniones surgió una “lluvia de ideas” que dio lugar a un “apasionante” proyecto, adelantado en exclusiva por Navarra Capital: ‘Centinela’, una ingeniosa pulsera capaz de detectar si una bebida ha sido adulterada con drogas.
El pamplonés Abel Lafuente, que se encuentra al frente de la firma Aglaya Creativos junto a su esposa Scarlett Guadamuz, fue la “cabeza pensante” de la iniciativa. Nuestro protagonista, amigo suyo desde la guardería, enseguida se lanzó a la aventura con él. “Nos llaman ‘Pin’ y ‘Pon’, siempre hemos estado juntos en todas partes. Con ‘Centinela’, intento aportar ese punto de vista más industrial y ordenado”, detalla.
La iniciativa ya ha recibido un aluvión de pedidos procedentes de países como Finlandia, Italia, Portugal, País Bajos, Francia, Bolivia, Costa Rica, Uruguay o México. “Es una locura. Desde que aparecimos en Navarra Capital, no hemos parado de recibir llamadas”, apostilla tras recalcar que muchos de los grandes inventos surgen, al igual que su pulsera, de la combinación de dos elementos que ya existían. “El Chupa Chups es un caramelo con un palo, y la fregona un palo con un mocho. ‘Centinela’ es una pulsera con un detector de drogas”, remarca.
Entre risas, nuestro invitado reconoce que se involucra “en todos los fregados”. Tanto es así que incluso este fin de semana disfrutará de un rally benéfico en Marruecos. “Mi hermano quería hacerlo desde hace tiempo y me animé a ir con él”, atestigua. Subidos a una vieja furgoneta, ambos se desplazarán de poblado en poblado para donar material escolar: “Estoy muy ilusionado, es una labor muy bonita. Además, estoy deseando sacar una foto del amanecer desde una duna en mitad del desierto”. Agradecido por compartirnos su historia, reconoce que ese espíritu de “querer hacer cosas” y no permanecer “estático” en un mismo lugar siempre guiará su camino.