No cabe duda: cuidar la microbiota intestinal está de moda. Por eso, los probióticos se han convertido en una oportunidad tan atractiva para la industria. Según datos de la consultora Iqvia, los españoles gastaron 75 millones de euros en estos productos durante 2022 y se espera que el mercado en el país alcance los 9.700 millones de euros en 2027. Y es que, según recoge McKinsey & Company, se trata de una tendencia que definirá este año el boyante mercado del bienestar: más del 80 % de los consumidores en China, Reino Unido y Estados Unidos consideran importante su salud intestinal.
Pero este crecimiento se enfrenta a importantes desafíos. Entre otros, la dificultad técnica para alcanzar el escalado industrial de ciertos tipos de bacterias, mantenerlos intactos al momento de elaborar alimentos funcionales o asegurar que sigan siendo igual de efectivos a lo largo de toda su vida útil. Así, ha tomado fuerza durante los últimos años una respuesta a estas problemáticas: consumir las mismas bacterias, pero muertas.
El concepto es tan novedoso que la comunidad científica se puso de acuerdo sobre su definición hace solo tres años. La Asociación Científica Internacional para Probióticos y Prebióticos (ISAPP), principal autoridad en esta materia, publicó en 2021 un documento de consenso que proponía nombrar a estos microorganismos inanimados postbióticos y los definía como «una preparación de microorganismos inanimados y/o sus componentes que confiere un efecto beneficioso en la salud del huésped». Este fue también el pistoletazo de salida para muchos grupos investigadores en el mundo, entre los que se encuentra el consorcio conformado por la Universidad de Navarra y CNTA.
Quienes deseen conocer más a fondo el proyecto pueden hacerlo a través de este enlace
«Tras muchos años de colaboración, hemos desarrollado los cauces y flujos de trabajo que nos pueden permitir asumir liderazgo en esta línea de estudio. Llevamos muchos años trabajando en ingredientes probióticos y prebióticos con ventajas para la microbiota, de modo que pueden utilizarse con el fin de tratar enfermedades como la obesidad o la diabetes. Los resultados eran muy interesantes, pero vemos que el mercado se mueve más hacia la inactivación de la cepa porque más fácil de manejar en industria, mucho más fácil de dosificar y su efecto es más rápido«, explica Paula Aranaz, investigadora del Centro de Investigación en Nutrición en el centro educativo.
De ahí que ambas entidades colaboren en Parabiotics, un proyecto coordinado por ADItech, a su vez agente coordinador del Sistema Navarro de I+D+i (SINAI), y que cuenta con financiación del Gobierno de Navarra en la convocatoria de ayudas a centros tecnológicos y organismos de investigación para la realización de proyectos de I+D colaborativos. ¿Su objetivo? Identificar y caracterizar aquellas cepas probióticas que sean capaces, en su forma inactiva, de mejorar síntomas de la obesidad como el exceso de peso, la adiposidad, la resistencia a la insulina o la inflamación.
EFECTOS CONTRA LA OBESIDAD
La iniciativa, que lidera la Universidad de Navarra, divide sus actividades en tres bloques. En primer lugar, CNTA se encarga de seleccionar las especies más interesantes entre familias conocidas como las lactobacillaceae o las bifidobacterias. Posteriormente, el equipo investigador del centro de San Adrián las procesa para obtener sus cadáveres, llamados biomasa, y los componentes que producen mientras están vivos, bautizados como sobrenadante. «Se trata de una fase muy inicial de lo que puede ser después el formato final para el consumidor. No estamos estudiando cómo suministrarlo, sino lo que queremos añadir a esas formulaciones», explica Raquel Virto, responsable del Departamento de Investigación en Microbiología en CNTA.
Posteriormente, el centro investigador envía estas muestras al equipo de la Universidad de Navarra, que lleva a cabo las pruebas para comprobar su efectividad sobre modelos experimentales. En este bloque, por ejemplo, ya han visto «buenos resultados», según detalla Aranaz: «Al aplicar los postbióticos en células intestinales humanas en cultivo, hemos comprobado su actividad antiinflamatoria, y su aplicación en gusanos ha permitido observar su efecto en la reducción de grasa acumulada y la mejora del estrés oxidativo. Ahora estamos preparando una nueva etapa para probar su resultado en ratones».
UNA PATENTE PARA LA INDUSTRIA
De momento, Europa carece de una normativa que regule este tipo de ingredientes funcionales. «Pero sí las hay en Canadá y en China. En concreto, la Unión Europea se fija mucho en el primer país, así que se puede decir que poco a poco iremos reconociendo los postbióticos en el futuro cercano. También desde 2021 la AESAN permite a las empresas de alimentos españoles vender probióticos importados con la correspondiente etiqueta. Y se está poniendo en marcha esta misma medida para los postbióticos que vengan del extranjero», detalla Virto.
Por eso, el equipo investigador se está adelantando al interés de las industrias en los postbióticos y se encuentra patentando las cepas bacterianas vivas y muertas que funcionan en los modelos, incide la responsable de Investigación en Microbiología en CNTA: «Hay ventajas e inconvenientes en ambos casos. Por eso, queremos poder explotarlas comercialmente. Esperamos poder licenciar la patente a una empresa para que las comprobaciones finales se hagan con una fórmula definitiva para suministrarlos. En esta línea, estamos en contacto con firmas farmacéuticas y de ingredientes funcionales que están al tanto de este y otros proyectos».