La pandemia del Covid-19 nos ha enfrentado a un escenario sanitario, social y económico desconocido desde la gripe de 1918. Las medidas para frenar la primera ola de contagios supusieron la práctica paralización de la actividad productiva. Los datos de crecimiento en los dos primeros trimestres así lo confirmaron, con caídas dramáticas del PIB. Como cabía esperar, el tercer trimestre, tras el levantamiento del confinamiento domiciliario, nos trajo un espectacular rebote de la producción, si bien nos dejó más de un 6 % por debajo del PIB del último trimestre de 2019. Nos abrió también a la esperanza de una recuperación rápida, en forma de V. Por desgracia, los rebrotes del Covid-19, con dos nuevas olas en los últimos meses, y su gestión se han encargado de dar al traste con esas expectativas. Así, Navarra habría crecido un pobre 0,3 % en el trimestre final de 2020.
Puesto que partimos de una fortísima caída en 2020, este año asistiremos a un crecimiento muy notable, siempre que no haya que aplicar restricciones tan fuertes como las de marzo del año pasado. Es casi una cuestión de pura aritmética. Pero no podemos lanzar las campanas al vuelo, pues habrá que esperar para verlo, sobre todo si el ritmo de vacunación no se acelera. Hemos comenzado este año sumidos en una tercera ola de la pandemia, con las consiguientes restricciones a la movilidad y la actividad. Esto va a notarse necesariamente en los datos macroeconómicos del primer trimestre. Las empresas ya ven con pesimismo el inicio de este año, como señalan los datos de los Indicadores de Confianza Empresarial publicados recientemente y el informe ‘El Espejo de la Realidad Empresarial Navarra’. Según este último, cerca de la mitad de las empresas considera que no ha superado el periodo más duro de la crisis del Covid-19 y el 70 % opina que Navarra, como región, no ha salido de la fase más dura.
Según los datos del INE, en el caso de Navarra, dos de cada tres respuestas a su encuesta eran pesimistas con respecto al primer trimestre de 2021. Esta evidencia va en línea con los datos de la Cifra de Negocios Empresarial correspondientes a noviembre, que registraban un empeoramiento con respecto a octubre, a consecuencia de la segunda ola de la pandemia. No se acabó bien el año pasado y no empieza bien este.
“Contamos con un tejido productivo que se ha mostrado resistente y dinámico, pero la magnitud de la crisis exigía, por parte del Gobierno, un apoyo más decidido y mejor diseñado”.
Más allá de estas opiniones, el informe presentado por NavarraCapital.es arroja luz sobre algunas cuestiones de gran relevancia para valorar nuestra economía y la política económica del Gobierno de Navarra. Hay que destacar, en primer lugar, la fortaleza y el compromiso que, en un entorno tan complicado e incierto como el presente, muestran las empresas navarras con sus proyectos y con las personas que los hacen posibles. Casi un 50 % dice haber sido capaz de ganar competitividad, especialmente por su adaptabilidad, puesto que casi el 80 % de las compañías navarras ha acometido o está en proceso de realizar cambios para responder a la nueva situación, por ejemplo con nuevos productos o mercados.
Pero, sobre todo, llama la atención que, a pesar de que algo más del 70 % de las empresas haya visto reducida su facturación en un 25 % o más, solo una de cada cinco (el 18 % concretamente) ha experimentado ajustes en su plantilla. En esa misma línea, los datos nos dicen que el 60,5 % de las compañías ha mantenido el empleo e, incluso casi un 14 % lo ha aumentado con respecto a la situación antes de la pandemia.
El segundo aspecto que ha de subrayarse es que las empresas no sienten que desde el Gobierno de Navarra se les haya apoyado convenientemente en sus esfuerzos. Suspenden ahora, como ya lo hacían en mayo, la intervención institucional del Gobierno foral. Contamos con un tejido productivo que se ha mostrado resistente y dinámico, pero la magnitud de la crisis exigía, por parte del Gobierno, un apoyo más decidido y mejor diseñado para incrementar sus posibilidades de superar esta dura etapa y contribuir a una recuperación más rápida. La inversión en vacunas será socialmente muy rentable por las vidas que se salvarán y por la mayor rapidez en la vuelta a la normalidad en la actividad económica, añadida a las medidas preventivas de detección precoz y rastreo. Un fuerte respaldo presupuestario para las empresas lo sería también, al preservar mejor el tejido productivo de cara a esa recuperación, de la que saldríamos con más empleo y más recaudación para financiar los servicios públicos del futuro.
Pero eso no ha ocurrido y hemos perdido una oportunidad. Las opiniones de las empresas acerca del ‘Plan Reactivar Navarra 2020-2023’ son muy clarificadoras. Suspenden todos los aspectos de este, excepto los objetivos, que cualquiera suscribiría. Muy preocupante resulta que los entrevistados digan no conocer bien el plan, entre otras razones por la falta de concreción de sus medidas. Debería hacernos pensar. ¿Cómo es posible que, teniendo un tejido productivo tan importante, con abundancia de talento y capacidad organizativa y operativa, no se haya contado más con los profesionales de nuestras empresas para la elaboración del plan y para la búsqueda de las sinergias de la colaboración público-privada en todas esas medidas?
Es mucho lo que está en juego y no podemos permitirnos la inacción a la espera de la disponibilidad de las vacunas y de los fondos europeos. En una crisis como la actual, necesitamos de un verdadero liderazgo público, capaz de definir, ejecutar y evaluar medidas eficaces, con planes de contingencia en función de la evolución de la pandemia. Esperemos que así sea y se produzca un mayor alineamiento con la respuesta que las empresas y la sociedad están dando a la crisis.
María Jesús Valdemoros
Economista, ‘lecturer’ en IESE Business School y parlamentaria foral por Navarra Suma