viernes, 26 abril 2024

«El crimen perfecto lo es porque vivimos en un Estado imperfecto»

Manuel Marlasca, periodista de sucesos y jefe de Investigación de La Sexta, visitó esta semana la capital navarra para participar en el festival 'Pamplona Negra', donde compartió su metodología para escribir libros de 'True Crime'. Hace solo unos meses publicó su última obra, escrita junto a Luis Rendueles: 'Territorio Negro'. En ella, los autores recogen trece historias reales de crímenes recientes. Marlasca reconoce que no cree en las teorías conspiratorias y asegura que sus más de tres décadas de experiencia le han demostrado que "la explicación de casi cualquier cosa suele ser la más sencilla".


Pamplona - 29 mayo, 2021 - 00:09

Tras más de tres décadas como periodista de sucesos, Manuel Marlasca tiene claro que en los crímenes "la realidad siempre supera a la ficción" (Fotos: Iranzu Larrasoaña)

La última vez que visitó Pamplona fue para cubrir el juicio de La Manada. La vida de Manuel Marlasca (Madrid, 1967) está ligada a los acontecimientos más oscuros de este país en las últimas tres décadas. El periodista de sucesos y jefe de Investigación de La Sexta ha narrado los crímenes y tragedias más mediáticos de los últimos años: Diana Quer, Gabriel Cruz o Julen Roselló. Durante su conversación con NavarraCapital.es se refiere a todas las víctimas por su nombre, y asegura que la suya es una profesión en la que hay que tener mucho cuidado porque «se puede hacer mucho daño».

Esta semana volvió a recalar en la capital navarra para participar en el festival Pamplona Negra. Allí impartió este martes un taller en el que los participantes pudieron conocer de primera mano su metodología a la hora de escribir sus libros de True Crime. Precisamente, hace solo un par de meses publicó Territorio Negro, escrito junto a Luis Rendueles, en el que se recogen las historias de trece crímenes reales ocurridos en España en los últimos años.

No obstante, asegura que el término True Crime no le gusta porque le parece «una estrategia de marketing» y asegura que sus publicaciones no son otra cosa que «crónicas de sucesos llevadas a un libro». Le gusta separar su trabajo diario de lo que plasma en sus libros porque ahí deja madurar «mucho» los casos.

Su ponencia en Pamplona Negra se tituló ‘Engañar desde la verdad’. ¿No es una paradoja?
No lo elegí yo. Pero este género se refiere a un crimen o procedimiento judicial. En definitiva, un hecho real y su reconstrucción. No sé dónde está el engaño ahí. Todo lo contrario. Hay que tener especial cuidado y ser riguroso porque hablas de historias donde hay gente muerta y en la cárcel. Puedes hacer mucho daño si no eres lo más fiel a la verdad posible. 

«Llevo 33 años haciendo sucesos y me he encontrado historias que ni el más retorcido de los guionistas de Netflix se podría imaginar».

Casos como los mencionados siguen causando fascinación en muchas personas. ¿Qué componentes tiene que tener un crimen para que se vuelva mediático? El True Crime gana cada día más adeptos y, en el plano audiovisual, documentales como el de las niñas de Alcàsser, Asunta o Madeleine McCann han tenido mucho éxito. ¿Son ejemplos de que en el mundo del crimen la realidad supera muchas veces a la ficción?
La realidad siempre supera a la ficción. Llevo treinta y tres años haciendo sucesos y me he encontrado historias que ni el más retorcido de los guionistas de Netflix se podría imaginar. En la ficción todo tiene que encajar. El autor puede jugar a ser Dios con sus personajes y con los hechos. En la realidad, el malo no siempre acaba siendo detenido y los buenos a veces se equivocan y pierden. En Territorio Negro, por ejemplo, hay episodios que no se le ocurrirían a nadie. Ana Julia Quesada, la asesina de Gabriel Cruz, es detenida y, cuando un Guardia Civil le dice que recoja su ropa porque va a la cárcel, le contesta: “Vale pero tú me eliges los tangas”. En el caso de Sonia Iglesias, el sospechoso se masturba y tira un preservativo a la basura para intentar demostrar así que se llevaba súper bien con su mujer, hasta el punto de tener relaciones la noche anterior. 

Pero hay sucesos que tienen más repercusión que otros. ¿Por qué?
Hay varios factores que favorecen que un caso se convierta en mediático. Al primero lo llamo Los ricos también lloran. Cuando una tragedia golpea a una familia acomodada, la gente se identifica de forma más rápida. Un ejemplo perfecto es el caso de Diana Quer. Además también tiene el otro efecto, al que denomino Suceso Netflix, porque el desarrollo permite serializarlo. Pero hay otros, como que la familia esté dispuesta a colaborar con los medios o que se prolongue en el tiempo. 

Le hemos visto estos días informando sobre el caso de las niñas de Tenerife, una desaparición que se está dilatando en el tiempo. ¿Es un ejemplo de lo último que comenta?
La madre publica todos los días vídeos y cartas porque no quiere que sus hijas caigan en el olvido. Pero en este suceso, mientras no haya avances en la investigación, ya no hay nada noticiable. Al contrario, hay veces que hay crímenes terribles y pasan desapercibidos. Me acuerdo del crimen del pantano de Susqueda. Marc y Paula no se hicieron mediáticos porque la familia se negó en rotundo. 

El True Crime corre el riesgo de convertir el suceso en espectáculo. ¿Dónde está esa línea roja? ¿Le da miedo traspasarla?
Yo trabajo en la tele, que es el sitio más peligroso para cruzarla. Esos límites son indispensables para ejercer el periodismo. Pero a los míos siempre les digo que mientras se dediquen exclusivamente a dar información les irá bien. Cuando intentas hacer espectáculo de un suceso cruzas la línea. Volviendo al caso de Diana Quer, hay muy pocos hechos noticiables: su desaparición, el hallazgo de su teléfono móvil, la detención de José Enrique Abuín y el hallazgo del cuerpo. Después, el juicio y la sentencia. Si tú te dedicas a buscar testimonios absurdos de conocidos, ya no es información. Es, como lo llamo yo, chao-chao

Y supongo que los casos que tardan en resolverse son más propensos a ese espectáculo ¿no?
Sí. Totalán es un claro ejemplo porque se convirtió en el cóctel perfecto. Tenía intriga, tenía héroes y se prolongó en el tiempo. Son casos peligrosos porque, como tengan buena audiencia, los responsables de las cadenas insisten. Es una lucha continúa para el periodista. Yo tengo cierto margen para decidir sobre lo que informo, pero entiendo que en otros sitios no es así. Además, se da una doble paradoja. La familia no quiere que se olvide y, claro, eso ayuda a que se siga hablando del tema. 

«Dar pábulo a montajes me parece una temeridad». Hace solo unos días se refería así a las teorías surgidas a raíz de las cartas con amenazas y las balas dirigidas a Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez. ¿Cómo afectan las teorías conspiratorias a una investigación?
Son fácilmente detectables. Hay dos casos clave en ese sentido; el 11-M y las niñas de Alcàsser. Es muy difícil convencer a alguien de que no existe ninguna cinta en la que se vea a curas o a gente poderosa violando niñas. Todas las grandes conspiraciones nacen a partir de una pequeña verdad. Que en los atentados apareció una mochila que quedó sin explosionar, por ejemplo. O que en la investigación de Alcácer hubo fallos. Pero eso no puede dar vía libre para conspirar. Con las balas pasa exactamente lo mismo. Es un señor, me imagino que un salvapatrias, que manda unas balas que tiene por ahí con unas amenazas porque le caen mal Grande-Marlaska, Pablo Iglesias y María Gámez. Poco después se produce el episodio de la navaja ensangrentada enviada a la ministra Maroto. Cualquier persona que leyera las líneas que la acompañaban, y no hacía falta ser psiquiatra, se daba cuenta de que eran de un loco. Se hizo una utilización política de todo eso. Las conspiraciones suelen tener una intención y casi siempre es política. Por eso no me gustan y las aborrezco. 

Hace unos meses publicó junto a Luis Rendueles ‘Territorio Negro’, un libro que recoge las historias reales de 13 crímenes recientes.

¿Nunca ha creído en alguna?
No, nunca. La edad y la experiencia me han dado una visión muy escéptica, quizá hasta cínica, de todo. La explicación de casi cualquier cosa suele ser la más sencilla. Y más aún cuando hablamos de sucesos. En Alcàsser, entre noviembre y enero, los meses que pasaron entre la desaparición de las crías y el hallazgo de los cuerpos, había avistamientos por todas partes. Yo entonces era joven y preguntaba a la Guardia Civil. Pero el sentido común te dice lo que te dice. 

¿Y en el crimen perfecto?
Solo hay un crimen perfecto y es el del loco, el que no tiene historia. El tipo que, sin ninguna razón, mata a alguien. El caso más reciente lo tenemos en Barcelona. Durante el confinamiento un asesino en serie se dedicó a matar a mendigos que dormían por las calles. Lo cazaron porque se montó un dispositivo muy bueno, pero si el tipo al tercer crimen se hubiera largado a otra ciudad, quizá estaría sin resolver. Incluso había una imagen de él. Pero no servía de nada porque nadie le conocía ni tenía una relación con sus víctimas. 

Otras veces se libran porque no hay pruebas…
El crimen perfecto muchas veces lo es porque vivimos en un Estado imperfecto. Es un Estado de derecho y los criminales cuentan con las ventajas y garantías que ofrece. El caso de Sonia Iglesias es un ejemplo. Nadie duda que Julio Araújo hizo desaparecer a su mujer, pero se ha muerto sin decir dónde está el cadáver y sin pasar una noche en prisión. Otras veces hay fallos en la investigación. Pero es muy difícil salir impune. Siempre te une algo a la víctima. No matas por nada. Siempre hay un motivo: ambición, sexo, dinero o celos. Cuando se produce una tragedia, los investigadores ponen el foco sobre la vida de la víctima. Ahí siempre aflora el motivo de la muerte y, en la mayoría de los casos, también el criminal. 

Habla de errores en la investigación. ¿Mete en ese saco el caso de Madeleine McCann?
Como está reconocido por la propia policía portuguesa, hay fallos en las primeras horas de la investigación. Y también hay un empeño, casi personal, del principal investigador por culpar a los padres de Madeleine. Fue algo irracional, que incluso parece motivado por las viejas rivalidades entre Portugal e Inglaterra. Eso hizo perder mucho tiempo. 

«Afortunadamente, los periodistas no tenemos por qué juzgar o acusar a nadie».

En ocasiones, la prensa o los propios investigadores ponen el foco sobre una sola persona… ¿Cómo afecta esa obcecación a un caso?
Es peligroso. No se puede hacer una investigación a la inversa. Es decir, tengo un sospechoso y voy a cuadrar todo a partir de ahí. Un caso así fue el de Dolores Vázquez, detenida por el asesinato de Rocío Wanninkhof. La Guardia Civil la detiene porque en los primeros pasos de la investigación mintió. Ellos sabían que su coche había salido esa noche y ella dijo que no. Eso la puso en el punto de mira. Y, a partir de ahí, se cuadró todo para que ella fuera la asesina. Al final, una prueba de ADN resolvió el caso apuntando a Tony King, el verdadero autor. Me viene a la mente otro crimen. Apareció una chica asesinada y el novio mintió a los investigadores. Pusieron el foco sobre él inmediatamente. Pero lo que él quería era ocultarle a su familia que había estado con otra chica esa noche. Todos tenemos cosas que queremos ocultar y eso en una investigación puede ser muy peligroso. Y ya si la prensa hace sus teorías y apunta a alguien eso es terrible. Afortunadamente, los periodistas no tenemos por qué juzgar o acusar a nadie. 

«Vivimos en la sociedad de las satisfacciones instantáneas. Eso en el crimen se traduce en asesinos pragmáticos».

En el prólogo de su nuevo libro Territorio Negro, escrito junto a Luis Rendueles, comentan que la sociedad en la que nace y actúa un asesino le influye. Y añaden que encuentran diferencias entre los asesinos de hoy y los de hace veinte años. ¿En qué han cambiado?
La mujer se ha incorporado de pleno derecho al crimen. Durante el siglo pasado había envenenadoras, una forma poco violenta de matar, o buscaba intermediarios. Ahora, aunque muchas siguen encargando los asesinatos, ya las hay capaces de matar sin ninguna piedad. Al otro lado también. Hace 30 años no conocía ninguna mujer que dirigiese una investigación. El caso de Maje es muy significativo porque la jefa de Homicidios puso una visión femenina fundamental para resolverlo. Se metió en la cabeza de esta chica que tenía cinco amantes y que buscó entre ellos a quien mató a su marido. Por otro lado, vivimos en la sociedad de las satisfacciones instantáneas. Eso en el crimen se traduce en asesinos pragmáticos. Algo me molesta y me lo quito de en medio de la peor forma posible. El crimen de Gabriel Cruz es un ejemplo porque a Ana Julia le molestaba el niño para su relación con Ángel. Otro es el caso de Mónica Juanatey, una mujer que llega desde Galicia a Menorca. Como quería iniciar una relación, le molestaba su propio hijo. Así que lo mató y lo metió en una maleta. 

¿Y las nuevas tecnologías? ¿No han han supuesto también un cambio?
En esta sociedad tan exhibicionista en la que vivimos con las redes sociales, los delincuentes también se exhiben. Quizá no tanto en los crímenes, pero sí en otro tipo de delitos. La policía está harta de ver chorizos que roban y posan con sus botines. Hace poco la Policía Nacional detuvo en Elche a un chaval que le cortó la oreja a un tipo y la enseñaba en TikTok. La tecnología también se ha convertido en una herramienta de los delincuentes. Aquí en Navarra murió un hombre a manos de los asesinos de Badoo. En ese caso, una chica hacía de cebo a través de la app. Pero, en el otro lado, ya no hay investigación que no cuente con una parte importante de tecnología. Aquí lo vivisteis. El caso de la violación de ‘La Manada’ se pudo esclarecer en apenas unas horas gracias a las cámaras. 

Hace unos años comentaba en una entrevista que le horrorizan esos periodistas que delante de las cámaras abrazan o dan la mano a una víctima. ¿Mantiene siempre esa distancia?
Ayer —por el lunes— me llamó la madre de Gabriel, por ejemplo. Tengo muy buena relación con muchas de las familias. He seguido la investigación, el juicio, la condena y, en algunos casos, incluso la puesta en libertad. Pero soy periodista y ejerzo como tal. Por eso, mantengo la distancia necesaria ante las cámaras. Eso no quita para que, cuando se apagan, les de todo el calor y el cariño. Lo otro no me gusta porque es una parte del exhibicionismo y del empeño de muchos periodistas por poner el foco sobre ellos mismos. 

¿Y ese contacto tan estrecho no acaba siendo una mochila que se lleva a casa?
Uno tiene que ser un profesional y ya está. Es una profesión un poco excepcional porque vivimos rodeados de tragedias, pero es un trabajo como otro cualquiera y no hay que darse más importancia. Mi vida no es solo mi trabajo, pero sí forma una parte muy importante de ella. Así entiendo yo la profesión. Pero leo, hago deporte, tengo familia y perros.

«Yo lo que no creo es que haya nadie esencialmente bueno, porque todos tenemos zonas oscuras».

Ha comentado en alguna ocasión que cree más en la maldad que en la bondad. ¿Somos todos asesinos en potencia?
Yo lo que no creo es que haya nadie esencialmente bueno, porque todos tenemos zonas oscuras. Tampoco hay personas completamente malas. Hasta el peor de los asesinos tiene sus debilidades y estas muchas veces son aprovechadas por los investigadores para sonsacar algo. Sí que creo que existe alguien intrínsecamente malo. Es decir, malo porque sí. Y es una cuestión de porcentajes. El 99 % son como tú y como yo. Pero al resto hay un clic que les hace dar ese salto a convertirse en algo terrible. A Julián Ardines su mujer le había engañado durante los últimos 25 o 30 años. Eso es algo terrible y muchos lo encajaríamos con mucho dolor y rabia. Pero él ordena asesinar a esa persona. Es esa línea que cruzó él y que, espero, tú y yo nunca traspasaríamos. Afortunadamente casi nadie responde a una situación parecida como lo hizo él.

Dice que casi nadie traspasa la línea. Hay estudios que sugieren que muchos de los grandes CEOs tienen rasgos psicopáticos…
Se calcula que un 1 % de la población tiene esos rasgos. Un psicópata no es un enfermo mental porque distingue el bien y el mal y es dueño de sus actos. No tiene anulada su capacidad de discernir ni volitiva. Pero tiene falta de empatía, es manipulador, camaleónico… De ese 1 % solo el 1 % delinque. Así, hay un porcentaje de la población a los que se conoce como psicópatas integrados. Y muchas veces, precisamente por esos rasgos, ocupan puestos importantes. Si no perciben el sufrimiento ajeno, no tienen barreras, y muchas veces por eso se convierten en triunfadores. 

 


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