sábado, 27 abril 2024

El nuevo centro de Txiribuelta ve la luz

El Covid-19 interrumpió todos los planes de crecimiento que Marrubi Rodríguez, Tiara Calahorrano y Garatzi Itoiz proyectaban para su microcooperativa de iniciativa social, destinada al acompañamiento de personas con discapacidad severa. El destino, sin embargo, no dejó de sonreírles. Este año, el proyecto ha incorporado a las educadoras Itsaso Terrón y Beatriz Arana como socias. En octubre, las cinco inaugurarán un nuevo centro en Burlada, gracias al apoyo de la Fundación Caja Navarra. A pocos días de su apertura al público, el equipo de Txiribuelta muestra su sede a Navarra Capital.


Pamplona - 27 septiembre, 2021 - 13:41

En 2019, Txiribuelta recibió el Premio Hasi Gazte a la Mejor Iniciativa Joven de Economía Social. (Fotos: Maite H. Mateo)

Una decena de vecinos de Burlada examina desde el exterior el nuevo local reformado de la calle de las Maestras. Dentro descansa una silla de ruedas, todavía huele a pintura fresca y la música clásica que suena en una de las salas no opaca la voz de Marrubi Rodríguez, quien muestra el nuevo local a una madre y a su hija. En la oscuridad, arropadas bajo una manta de estimulación sensorial verde, se recuestan sobre una cama de agua mientras observan las figuras de colores que un proyector refleja en la pared. No es este un centro recreativo al uso. 

Txiribuelta nació como una respuesta ante la adversidad. En 2014, tras sufrir un ERE, Rodríguez y Tiara Calahorrano se quedaron sin empleo. Decidieron entonces hacerse autónomas y comenzaron así a colaborar con las familias del Centro Andrés Muñoz y a organizar campamentos urbanos de fines de semana y verano. Pronto se unió Garatzi Itoiz a la iniciativa. Su labor en pro de la atención y el reconocimiento de las personas con discapacidad severa les llevó recibir el Premio Hasi Gazte 2019 a la Mejor Iniciativa Joven de Economía Social, patrocinados por Laboral Kutxa. Y ese fue el empuje necesario que necesitaban para constituirse, con el apoyo de la Asociación Navarra de Empresas de Economía Social (ANEL), en una microcooperativa que prestaba servicios en centros especiales navarros como la Apyma de Las Hayas o el Centro San José, además de impartir formación a profesionales y familias.

Todo marchaba viento en popa y las socias de Txiribuelta se planteaban la posibilidad de «dar un paso más» para estabilizar su propuesta. Pero llegó el Covid-19 y sus planes de expansión quedaron en el aire. «Todo lo que estábamos haciendo se nos cayó. Se paralizó todo, se cerró todo. Nuestra metodología es muy de contacto, de sentir, de ver. Nos inventamos algunas cosas durante el confinamiento. Diseñamos alguna actividad con cosas que pudiesen tener en casa: botes de arroz, linternas, papel de plata, luces de Navidad. Intentamos acompañarles y fue bonito, pero no era lo mismo», relata Rodríguez. 

METODOLOGÍA SNOEZELEN

El destino, sin embargo, no dejó de sonreírles. Antes de que estallara la pandemia habían ganado un concurso público destinado a proyectos de iniciativa social, mediante el que la Fundación Caja Navarra cedería un local de Burlada. Ese era el empujón inicial que necesitaban para poner en marcha un reto de tal envergadura, que conllevaba una inversión económica significativa. «Fue una ayuda superimportante para que pudiéramos comenzar, porque realmente en Navarra hay muy pocos espacios adaptados para personas con discapacidad severa y el tener que hacer obra y pagar un alquiler era inviable para nosotras. Solo el equipamiento de la sala Snoezelen -un sistema holandés que se basa en la estimulación para favorecer el despertar sensorial- nos costó unos 20.000 euros», confiesa Rodríguez. 

Asumieron ellas la reforma del establecimiento, que comenzó entre abril y mayo y se alargó «un poquito» debido a la crisis de los materiales que sufre el sector de la construcción. La inauguración del centro, que abrirá oficialmente sus puertas en octubre, es solo uno de los hitos que constata el crecimiento de esta microcooperativa. En enero de 2020, Rodríguez, Itoiz y Calahorrano revelaron a este medio su aspiración de ampliar su equipo. Esa aspiración se ha hecho realidad este año con la incorporación de dos nuevas socias, las educadoras Itsaso Terrón y Beatriz Arana.

Una expansión que, por otra parte, traerá «más trabajo» para la plantilla de Txiribuelta. Además de las sesiones de estimulación sensorial grupales e individuales en la Sala Snoezelen de su local de Burlada, el equipo seguirá sumergiéndose de la mano de las técnicas Watsu -una terapia acuática que favorece la relajación y la psicomotricidad- en los centros navarros especiales con los que colaboraba desde sus inicios. Además, las cinco especialistas continuarán impulsando campamentos urbanos y programas de fines de semana y vacaciones, que promueven ‘escapadas’ a diferentes territorios cercanos a la Comunidad foral desde una perspectiva inclusiva. Por otra parte, el centro también pretende convertirse en un «espacio cálido» de reunión en el que las familias puedan recibir apoyo y asesoramiento.

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