Ciertas costumbres parecen inmunes al paso del tiempo, a la globalización y a la feroz competencia de un mercado en el que la demanda y la oferta se incrementan exponencialmente. Tenaces ante la irrupción del comercio online y de virus hipercontagiosos, las ferias y mercadillos que otrora constituyeron una de las principales fuentes de intercambio y entretenimiento en ciudades y pueblos siguen atrayendo la atención tanto de los nostálgicos como de las nuevas generaciones. Y los puestos de venta ambulante que se instalan en la Taconera durante los Sanfermines -conocidos popularmente como hippies en la capital navarra- no son una excepción.
Tras la imposibilidad de celebrar las fiestas en 2020 y 2021, este año no se ha habilitado ninguno en la calle del Bosquecillo, al encontrarse esta en obras. La mayoría de los más de cien autorizados se extienden por los distintos paseos del parque. Y unos pocos, además, se han asentado en la plaza de Recoletas.
Alicia Vera, que lleva “muchos años” viajando a Pamplona durante Sanfermines, ha tenido que adaptarse a trabajar en un espacio distinto al habitual. “Anteriormente me colocaba en el tramo principal del mercadillo, pero nos han reubicado porque tenía que entrar más gente. Me gusta más el sitio en el que estaba antes, aunque este está bien”, comenta mientras conduce a una clienta al probador.
Además de viajar por toda la geografía española para participar en ferias, fiestas y mercadillos, esta comerciante regenta su propia tienda física en Zaragoza, a la que bautizó con el nombre de Tribandum. Dentro y fuera de este espacio, vende las prendas de vestir que ella misma confecciona a partir de textiles procedentes de talleres familiares ubicados en India. ¿Los llamativos colores de sus vestidos han logrado despertar la atención de los viandantes? Hasta la fecha, Vera no se muestra enteramente convencida: “Sí hay movimiento, pero tiene que haber más todavía”.
Otra “veterana” entre los hippies es la extremeña Elena Regalado, que lleva más de dos décadas elaborando pendientes, collares, anillos y prendas de vestir para mujeres y niñas. “Todo esto -aclara señalando una bandeja- está hecho con piedras minerales naturales, montadas en plata. Algunas piezas las elaboramos en nuestro taller y otras los mandamos a hacer en una fábrica. Todos son diseños propios”, asegura.
Bajo la marca La gata loca, a través de la cual también vende por internet, esta emprendedora comercializa igualmente una línea de camisetas “elaboradas con textiles, patronaje e ilustraciones propios”. A pesar de un estreno “tranquilo” debido a la lluvia del pasado 6 de julio, sus expectativas han ido remontando conforme ha mejorado el tiempo y la fiesta se ha abierto paso: “Después de eso, ha pasado bastante gente que tenía muchas ganas de San Fermín”.
“TENÍA MUCHAS GANAS DE VOLVER”
“Feriante” de corazón también es Eva Fernández. Antes de la irrupción del Covid-19, esta joven vizcaína se dedicaba exclusivamente a “ir por distintos mercadillos” vendiendo juguetes fabricados, casi en su mayoría, con madera. El estallido de la pandemia y las consecuentes restricciones de movilidad le llevaron a buscar un ‘plan b’ que, posteriormente, desembocaría en la apertura de la juguetería Timba Pirata en Durango. “Es muy guay, pero a veces me aburro”, confiesa: “Por eso, suelo trabajar de lunes a viernes en la tienda y los fines de semana me dedico a visitar las ferias”.
La suya es una rutina intensa que, sin embargo, no le borra en ningún momento la sonrisa que regala a quienes se acercan al puesto para ver sus animalitos, vehículos, puzles y juegos de mesa y de motricidad. Algunos son fabricados por ella misma. “No podremos decir si nos ha ido bien o mal hasta el último día, pero estoy contenta. Tenía muchas ganas de volver”, resalta.
Parecida es la pasión que Sandra (quien prefirió mantener su apellido en el anonimato) lleva en las venas. Argentina de nacimiento y con más de veinte años en el país, esta artesana renunció a seguir con su propio local después de trece regentándolo. No obstante, todavía le quedan fuerzas para mostrar al mundo los pendientes que elabora utilizando flores naturales, así como los relojes fabricados por las manos de su hijo a partir de discos antiguos de vinilo. “Después de tanto tiempo sin trabajar, se pillan las cosas con más ganas”, sentencia.
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