sábado, 27 abril 2024

«Las empresas aprovechan poco la experiencia que aportamos los exdeportistas»

Álvaro Jauregui capitaneó aquel Portland San Antonio que se convirtió en un coloso del balonmano mundial. Pero siempre fue consciente de que su trayectoria deportiva tendría un final, por lo que decidió estudiar Derecho mientras aún se encontraba en activo. Después de veinte años como abogado, echa la vista atrás para Capital Sport con el fin de analizar la difícil transición del deporte a la vida empresarial.


Pamplona - 5 diciembre, 2022 - 06:00

Jauregui puso el punto y final a su trayectoria en 2001, con el Portland en la cumbre. (Foto: Maite H. Mateo)

La conquista de aquel título de Copa del Rey en 1999, el primero de la entidad navarra, frente al FC Barcelona; la Recopa lograda un año después contra el Dunaferr húngaro; aquella memorable Copa de Europa que alcanzó en 2001, de nuevo ante al conjunto blaugrana. Precisamente fue Álvaro Jauregui quien alzó con orgullo este último trofeo tras un duro partido que, aunque no disputó, marcó sus últimos compases en el mundo del deporte.

Cuando el capitán de aquella histórica plantilla recuerda todo lo que le dio el deporte, dibuja una tímida sonrisa en la cara de forma casi inconsciente. «Me viene a la mente cómo disfrutábamos. Cuando lo que más te gusta hacer desde pequeño es deporte y de repente llegas a jugar a nivel profesional, no puede haber una vida mejor», afirma a Capital Sport.

«Sabes que el deporte se va a terminar en algún momento y tienes que estar preparado. En mi caso, acabé la carrera mientras seguía jugando».

Pero desde hace veinte años, ejerce como abogado. Una profesión para la que se formó cuando todavía militaba en el cuadro navarro: «Sabes que el deporte se va a terminar en algún momento y tienes que estar preparado. En mi caso, acabé la carrera mientras seguía jugando».

En concreto, se dedica al derecho penal y al de familia, a la protección de datos y las nuevas tecnologías. «Llevo tanto a empresas como a personas». Pero la transición entre las canchas y el despacho no resultó sencilla. Decir adiós al deporte de elite fue una de las decisiones más complicadas que ha afrontado.

«Es un salto que da un poco de vértigo. Al principio no sabía muy bien por dónde iban a ir los derroteros o si me iba a adaptar a esa nueva vida. Mi familia y amigos me ayudaron mucho, pero es cierto que hay historias de otros deportistas profesionales que no logran asumir el cambio», asiente.

Jauregui eligió poner punto final a su trayectoria en 2001, con el Portland en la cumbre del balonmano mundial. «Creí que ese era el momento. Veía muy complicado que el equipo volviese a repetir unos años tan buenos, aunque debo reconocer que me daba miedo», apunta. Precisamente, cuándo tomar esa decisión es lo más complejo. «Te sientes bien físicamente, pero a la vez te preguntas si aguantarás otra temporada más al máximo nivel. Sabes que puedes estirar los tiempos y si puedes lo haces, pero también eres consciente de que, tarde o temprano, ese último paso va a llegar», añade.

NUEVO CICLO

Tras ese cierre de ciclo, Jauregui tuvo que adaptarse a un nuevo modo de vida, con unas rutinas completamente distintas. Consciente de que existía cierto desfase entre sus compañeros de carrera y él, antes de su aterrizaje en el mundo de la abogacía volvió a estudiar para reciclar sus conocimientos: «Quizá cometí el error de acabar la carrera demasiado pronto porque seguía jugando. Y desde que terminé de estudiar a cuando me retiré, habían cambiado muchas leyes. Me preparé viendo qué opciones tenía para que no me pillase tan de sopetón», concreta.

Así que hizo un máster y diferentes cursos para apuntalar su preparación. «Aun así, ellos llevaban casi diez años en el mundo laboral y yo nunca me había enfrentado a esa realidad. Me tocaba empezar prácticamente de cero», subraya.

«Existe una brecha. Cuando acabas de jugar tienes treinta y pico, y muchas veces las empresas eligen antes a una persona que ya está en el mercado laboral».

Desde la perspectiva que le brinda toda esta experiencia, Jauregui lamenta que numerosas empresas sigan sin poner en valor el bagaje que acumulan los exdeportistas cuando buscan incorporarse al mercado laboral. Sobre todo en materia de disciplina, gestión de emociones, autoexigencia o vivir expuestos a las opiniones de los demás: «Las empresas creo que desprecian un poco el aprovechar las experiencias y las vicisitudes que hemos vivido los deportistas profesionales. Son perfectamente extrapolables, pero no hemos seguido la rueda prevista de empezar a trabajar jóvenes, hacer un máster… Y muchas puertas se cierran».

La de la abogacía seguía abierta para el exdeportista y por eso, se decantó por esta actividad. «Creo que existe una brecha, cuando acabas de jugar tienes treinta y pico años, y entre una persona que acaba de jugar u otra, que viene de trabajar y acabar un master… muchas veces se elige a esa otra persona. Es una pena porque las vivencias que tienes como deportista profesional, los viajes que has hecho, las personas que has conocido, los valores, la exigencia o que tu trabajo esté expuesto a la opinión de cualquier persona de la calle, no pasa a cualquier persona que trabaja en un despacho. Son muchas cosas intangibles que están ahí», expone.

SU VISIÓN DEL BALONMANO ACTUAL.

Tras colgar las zapatillas y después de un impasse de ocho años lejos de las canchas, el deportista pamplonés volvió a vincularse al mundo del balonmano. Cuando se retiró, primero entrenó al filial del Portland. En 2019 dirigió el equipo de División de Honor Plata Femenina de Lagunak y, después, tomó las riendas de la Selección Navarra Juvenil Masculina junto a Ion Etxeberria y Patricia Oloriz.

«Veo que hay menos compromiso con todo. A la menor dificultad la gente tira la toalla. Me sorprende que dejen de jugar con 19 o 20 años porque prefieren hacer otras cosas».

Según destaca, la situación que atraviesa esta disciplina es completamente diferente a la que él recuerda como jugador. Sobre todo porque el balonmano es uno de los deportes mas afectados por la crisis económica actual. «Estamos peleando con gente joven para que vaya hacia arriba, aunque es complicado. La máxima categoría no es nada parecida a lo que era», sentencia.

No obstante, ese cambio de paradigma también lo achaca a la propia sociedad: «En general, tanto por mi trabajo como dentro del deporte veo que hay menos compromiso con todo. A la menor dificultad, la gente tira la toalla. Me sorprende que dejen de jugar con 19 años o 20 años porque prefieren hacer otras cosas como salir con los amigos o ir al monte… En nuestra época, compaginabas esas cosas con el deporte». De hecho, sostiene que la mayoría de los jugadores de gran nivel se han marchado al extranjero: «Aquí, como mucho cobran 1.000 euros».

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