Entre sus valles, bosques y montañas, Navarra esconde infinidad de parajes de ensueño. Rutas para iniciarse en la montaña en familia, paseos por cascadas idílicas, nacederos poco transitados para relajarse con el murmullo del agua…Hoy, en este Vanity Capital, os mostramos diez rincones desconocidos dignos de descubrir. ¡Tomad nota!
CAÑÓN DE OBANTZEA
Comenzamos la ruta estacionando en Arguiñano, un pequeño municipio de Tierra Estella. Esta caminata sumerge a sus visitantes en un cuento de hadas. Se trata de un recorrido circular, de aproximadamente 16 kilómetros, entre gargantas repletas de vegetación.
Apodado como ‘La jungla de Navarra’, en el Valle de Guesálaz, el Cañón de Obantzea nos transportará a una jungla tropical sin necesidad de salir de la Comunidad foral. Sus árboles y arbustos a rebosar de musgo crean un ambiente mágico que nos dejarán boquiabiertos.
Echaremos a andar desde la propia localidad, atravesando el casco urbano hasta llegar a la parte alta donde inicia una pista que asciende en dirección norte. Allí una empinada cuesta nos dará la bienvenida, enseguida nos desviaremos por otra pista a la izquierda y tras seguir unos metros, tomaremos un camino que avanza por terreno herboso.
Cruzaremos una verja, mientras que a lo lejos ya comenzamos a intuir las paredes rocosas del barranco. A partir de aquí, el camino ya es bastante evidente, la ruta está señalizada con hitos de piedras que deberemos ir siguiendo. A medida que vamos adentrándonos en el barranco la vegetación se vuelve más frondosa. Y así, casi sin darnos cuenta, cada vez nos vamos adentrando más en un mundo mágico. Una vez atravesado el desfiladero no hay pérdida, llegaremos a una pista que deberemos seguir hasta llegar de nuevo a Arguiñano.
CASCADA DE PUTZUBELTZ
¡Un salto de agua! O varios… ya que durante el recorrido encontramos más de uno. Para llegar a la Cascada de Putzubeltz hay diferentes rutas, algunas más largas que otras, pero todas parten desde el pueblo de Arantza.
El recorrido hasta el imponente salto carece de dificultad, pero hay que estar atento a la la multitud de cruces. Salimos desde el pueblo desde una calle anterior a la iglesia y seguimos las marcas del sendero. Las indicaciones nos llevarán hasta un caserío donde encontraremos la señalización correspondiente. Y allí cerca llegaremos a Putzubeltz.
EL OJO DE SAN PRUDENCIO
Llegamos a la mitad del listado haciendo una parada en Ganuza. Desde el ojo de San Prudencio se plantea una panorámica que nos dejará sin habla.
Partimos desde el pueblo y tomamos como referencia la piedra de Santiago, donde poco antes de encontrarnos con todo el farallón abandonamos la senda para tomar otra que se desvía a mano derecha. Los primeros metros son en ascenso vertical, algo incómodos, hasta que nos topamos con un camino que nos lleva por debajo de la pared rocosa.
Continuamos por él durante un buen rato hasta llegar a la entrada del ojo de San Prudencio. Para acceder nos toparemos con un túnel de piedra que nos obligará a traspasarlo casi a gatas. Y al atravesarlo vislumbraremos de unas imponentes vistas de Tierra Estella y de toda su llanada.
RESERVA NATURAL DE BASAULA
Declarado reserva natural en 1987, a escasos kilómetros de la anterior propuesta se encuentra la Reserva Natural de Basaula. Es una estrecha y corta barrancada en declive, abierta en las calizas cretácicas a lo largo de millones de años por el fluir de las aguas de Lóquiz de cuyo karst constituyó el desagüe natural.
Se accede a la reserva desde el km 12,1 de la carretera Estella-Olazagutía (NA-718), o paseando por el sendero local desde Baríndano, a través del sendero circular que recorre los pueblos de Améscoa Baja.
LOS OJOS DE LUMBIER
Al escuchar el nombre de esta localidad te vendrá a la cabeza la famosa Foz de Lumbier, pero te sorprenderá saber que en esa zona, existe una ruta menos conocida, pero que nada le tiene que envidiar en espectacularidad. Se trata de la ruta de los ojos de Lumbier, unas inmensas aperturas en la roca que constituyen unos increíbles miradores.
Comenzamos nuestra ruta en el parking de la Foz de Lumbier. Cogemos la pista en dirección a la Foz de Lumbier y poco antes de llegar al primero de los túneles, tomaremos un desvío a la izquierda. Avanzaremos por un sendero que va ascendiendo poco a poco hasta llegar a una pista.
Proseguiremos por la pista, hasta llegar a un desvío a la izquierda que nos llevará directamente hasta la base de los Acantilados de la Piedra y San Adrián, donde nos encontraremos el primero de los ojos, un enorme agujero excavado en la piedra que se convierte en un mirador extraordinario. Seguiremos avanzando por el sendero marcado hasta llegar al segundo ojo y de allí continuaremos por un camino al borde del acantilado que poco a poco irá bajando hasta llegar a una pista que nos llevará hasta el punto de inicio.
SANTUARIO DE CODÉS (MONTE JOAR)
Las malas lenguas cuentan que, en el año 575, el rey visigodo Leovigildo atacó a la población afincada en el monte Cantabria, próximo al municipio de Logroño. Algunos de los supervivientes de esta ofensiva, al parecer, se refugiaron en la sierra de Codés, donde enterraron un par de reliquias y una imagen de la Virgen María. Aquellos tesoros fueron encontrados siete siglos más tarde por un pastor que merodeaba por el lugar. Y ese hallazgo fue la primera piedra que despertaría una intensa devoción mariana. Todo ello desembocó en el santuario de Nuestra Señora de Codés, ubicado en Torralba del Río.
Pero el lugar, más allá de su valor histórico, da cobijo a un idílico entorno natural, coronado por el monte Joar (o Yoar). Emplazada en la frontera entre Navarra y Álava, esta cumbre de más de 1.400 metros de altitud ofrece unas vistas espectaculares. Se trata de un recorrido apto para quienes no están acostumbrados a aventuras de gran calado, aunque es una cima de cierta exigencia y siempre es recomendable tener a mano un GPS para no perderse en las distintas bifurcaciones del camino. Y no olvide llevar consigo un móvil con buena cámara. En la vida no tenemos demasiadas certezas, pero le aseguramos que querrá conservar algún recuerdo de sus preciosos riscos. Por cierto, la ruta circular atraviesa también un tupido hayedo, que merece la pena recorrer.
ARCO DE PORTUPEKOLEZE
Conocer este monumento de grandes dimensiones, que bien podría ser la entrada a un mundo de fantasía, es una empresa sencilla incluso para quienes suelen pelearse con el Google Maps. En este lugar no hay secretos: basta con aparcar en las inmediaciones de la venta de Lizarraga y seguir un camino que resulta bastante intuitivo. Tras abandonar el coche, es preciso tomar la pista que sale a la izquierda del restaurante. Luego, después de caminar unos 500 metros, se encontrará con otra pista a la derecha, junto a una borda hacia la cresta de la montaña. ¡No se asuste! Llega un momento en el que parece que el camino se difumina. Concéntrese en subir la cuesta y llegará un momento en el que encontrará el arco de Portupekoleze a sus pies. Ahora sí podrá rodear la dolina para pasar por debajo del arco.
En todo caso, merece la pena caminar un poquito más, acercarse al precipicio y disfrutar así de la majestuosidad que ofrece el valle de Ergoiena y la Sakana, con su archiconocida sierra de Andía (con el monte Beriáin presidiéndola). Y, por qué no, esta puede ser la ocasión perfecta para hacer una ruta circular y visitar también la cueva de Lezaundi.
MIRADOR DE LA CRUZ DE BURGUÍA (FOZ DE ARBAYÚN)
De una extensión de 5,6 kilómetros y unas paredes verticales de hasta 300 metros de desnivel, la foz de Arbayún, tallada por el río Salazar al penetrar en la sierra de Leyre, es tan valiosa que cuenta con los títulos de Reserva Natural y Zona de Especial Protección de las Aves. Para apreciar al máximo esta maravilla -con su vegetación, su garganta y su colonia de buitres-, proponemos subir a un rincón poco frecuentado por los visitantes y perfecto, por tanto, para disfrutar en soledad: el mirador de la Cruz de Burguía, al que se llega desde una ruta cercana a Bigüézal.
Lo más sencillo es tomar la carretera en dirección a la cima del Arangoiti. Tras aproximadamente un kilómetro, encontrará una zona de parking a la izquierda. Al principio la pista es llana, con leves ascensos y descensos. Atisbará que está cerca de su destino cuando pase por un hayedo. Como se trata de un recorrido relativamente corto -una hora de ida y otra de vuelta- este paseo es ideal para aquellos que quieren disfrutar de la naturaleza junto a los más pequeños de la casa.
CUEVA DE ARPEA
Cada vez es más conocida y, como el rincón que la precede, la cueva de Arpea es un destino fantástico tanto para montañeros experimentados como para familias que viajan con niños pequeños. Todo es cuestión de dejar el coche más lejos o más cerca, según la distancia que se quiera recorrer.
La leyenda indica que este espacio era el refugio de las lamias, unas hermosas sirenas de la mitología vasca y navarra que vivían a las orillas de los ríos, donde peinaban sus melenas y hechizaban a los hombres. Esta ruta se sitúa justo en el término del Pirineo navarro, justo en la frontera de la Comunidad foral y Francia. En concreto, la formación geológica que ha ido adoptando plegamientos con el paso de los años se encuentra muy próxima a Orbaiceta.
Además de contemplar la cueva, por el trayecto merece la pena hacer dos parones para conocer la Real Fábrica de Armas de Orbaiceta, construida en el siglo XVIII sobre una ferrería del valle de Aezkoa por orden del rey Carlos III, o la estación megalítica de Azpegui, muy cerca de Orbaizeta, con los crómlech de Azpegui y Organbide.
MONTE ESPARATZ (VIRGEN DE LOURDES)
Uno de esos rincones escondidos y de fácil acceso. Así es la bonita cascada de Salinas de Oro, a la que se llega desde el pueblo navarro que le da nombre y que conserva, en la actualidad, una de las pocas producciones de sal de manantial activas. Pero seríamos poco ambiciosos si solo le presentáramos esta alternativa.
Por eso, le invitamos a subir la cima de Esparatz -a unos 1.022 metros de altitud-, desde la cual es posible vislumbrar el imponente embalse de Alloz. Por el camino, además, se topará con algunas sorpresas. Una de ellas es la ermita de San Jerónimo, al abrigo de la Peña Grande.
Esta construcción de origen medieval le llevará, a su vez, a un curioso refugio que frecuentaban algunos ermitaños hasta mediados del siglo pasado. Es la gruta de la virgen de Lourdes. Sí, ha leído usted bien. ¡Existe una cueva de la Virgen de Lourdes en Navarra! Sea devoto o no, a nosotros no se nos ocurre un mejor plan, sobre todo con la llegada de la Javierada.