sábado, 20 abril 2024

Productores de queso y jamón piden cambios en el semáforo nutricional Nutriscore

Este sistema de etiquetado nació en Oxford para simplificar la tarea de descifrar las tablas nutricionales de cada producto, pero ha propiciado discrepancias en algunos sectores concretos, que se sienten especialmente perjudicados. Tras impulsar su implementación, el Ministerio de Consumo intercedió por el aceite de oliva, asegurando que el pilar de la dieta mediterránea no tendrá que llevar este distintivo. Pero los productores de jamón y queso no se sienten defendidos en la misma línea y sus quejas también se escuchan en territorio foral. NavarraCapital.es ha recogido las valoraciones al respecto de algunos de ellos.


Pamplona - 11 marzo, 2021 - 07:00

Los productores de queso y jamón consideran que Nutriscore otorga una calificación desfavorable a sus productos. (Foto: cedida)

Hace unas semanas, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, dio marcha atrás a su planteamiento inicial y anunció que el aceite de oliva podrá permanecer fuera de Nutriscore, un ‘semáforo’ nutricional que situaba al pilar de la dieta mediterránea en una categoría peor a la que confería a un refresco edulcorado o a unos cereales infantiles con azúcar. La cartera de Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Agroalimentación, también había reconocido que el nacimiento de sistemas de categorización de los productos en función de la energía aportada suponía una «desventaja» para el estandarte de la gastronomía española.

Desarrollado en la Universidad de Oxford, fue Francia el primer país que anunció la implantación de este distintivo -de forma voluntaria- en 2017. Posteriormente, otros como Bélgica, Alemania, Suiza, Países Bajos, Luxemburgo, Austria y Portugal comunicaron su intención de aplicarlo. Aunque algunas firmas ya se habían adelantado, en España este etiquetado comenzó a impulsarse oficialmente desde Consumo a principios de este año, en aras de que se ejecute antes del verano.

El semáforo funciona como una operación de suma y resta: los elementos ‘negativos’ -como los azúcares, la sal y las grasas- añaden puntos, mientras que los ingredientes como las proteínas, fibras, verduras, legumbres y frutas restan puntuación. El resultado obtenido se traduce en un color -verde oscuro, verde claro, amarillo, naranja o rojo- y en una letra, que puede oscilar entre la ‘A’ y la ‘E’. De este modo, la clasificación más baja que un alimento puede obtener dentro del Nutriscore es el rojo (‘E’).

Miguel Ángel Martínez-González: «Nutriscore es una buena opción, que sirve para catalogar los alimentos en función de su beneficio para la salud, si bien hay que refinarlo».

Desde su nacimiento, el sistema no ha contado con el beneplácito unánime de la comunidad científica. Dentro de este escenario, están quienes lo alaban y defienden su superioridad frente a otras iniciativas de la misma naturaleza, quienes lo identifican como un enemigo directo de la dieta mediterránea y quienes se refugian en los matices y, sin argumentar que Nutriscore sea la panacea, destacan los avances que se han producido en los últimos años.

Dentro de este último grupo se encuentra Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Navarra, visitant scholar en la Universidad de Harvard e investigador en el Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN). En 2020, coordinó un estudio publicado en la revista Clinical Nutrition, que “demostraba la eficacia” de este etiquetado. Aun así, confiesa que “todavía queda mucho por mejorar” en la materia: “Efectivamente, Nutriscore es una buena opción, que sirve para catalogar los alimentos en función de su beneficio para la salud, si bien hay que refinarlo para que apunte en la dirección correcta y no sea tan susceptible a las críticas. A veces se le hacen apreciaciones demoledoras”. Entre otros aspectos, el epidemiólogo no cree que la salida del aceite de oliva virgen extra sea acertada y aboga, en todo caso, por que el sistema reconozca sus propiedades: “Los estudios Predimed y Cordioprev han demostrado que debería tener la máxima calificación (A) y no creo que sacarlo sea una buena solución porque, de esta manera, no se diferenciará de otras grasas”.

QUEJAS DEL SECTOR CÁRNICO

Tampoco existe consenso entre fabricantes y clientes. En España, los responsables de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) redactaron un manifiesto de apoyo a este etiquetado nutricional. Una demanda que también ha sido avalada por marcas como Nestlé, Danone y General Mills. Otros productores, sin embargo, claman por que se les incluya dentro de la excepcionalidad que aceptó Consumo para el aceite de oliva. A nivel estatal, una de las primeras entidades en alzar la voz al respecto fue la Asociación Interprofesional del Cerdo Ibérico (Asici), que alertó de que Nutriscore sitúa al jamón ibérico en las zonas naranja y roja.

Esa petición se escucha también dentro del sector cárnico de la Comunidad foral. Alberto Jiménez, director general de Goikoa, estima que la iniciativa “se ha diseñado atendiendo a los criterios nutricionales franceses y a sus recomendaciones específicas sobre alimentación, por lo que pretender trasladar dicho modelo aquí supondría la obligación de asumir planteamientos nutricionales que no tienen en cuenta la realidad de la sociedad española y de sus hábitos”. De llegar a generalizarse, solicita que se introduzcan “importantes modificaciones para corregir el tratamiento a los elaborados cárnicos”.

Jesús Galar (Cárnicas Galar): «Se ha formado un ‘lobby’, que ha pillado al sector cárnico un poco desprevenido».

Asimismo, Jiménez exige que los jamones serrano e ibérico, al igual que las denominaciones de calidad amparadas dentro de la Unión Europea -como la Denominación de Origen Protegida (DOP), la Indicación Geográfica Protegida (IGP) y la Especialidad Tradicional Garantizada (ETG)– “sean excluidos” del sistema. “Estos productos, que son patrimonio gastronómico cultural de España, deben cumplir con las características recogidas en sus respectivos pliegos de condiciones, lo que hace imposible reformularlos”, explica.

En la misma línea que el CEO de Goikoa, el gerente de Cárnicas Galar, Jesús Galar, entiende que Nutriscore “se ceba mucho” con los embutidos. “Está hecho para favorecer el consumo de frutas, verduras y hortalizas y, como todo, tiene sus ventajas. A nosotros no nos beneficia nada”, zanja. Por eso, juzga que su sector debe defenderse con más ímpetu ante esta iniciativa: “Tendremos que buscar alguna otra forma de explicar que las proteínas cárnicas son mejores que otras y que las grasas en su justa medida son necesarias. La verdad es que se ha formado un ‘lobby’, que nos ha pillado un poco desprevenidos”.

Sin entrar a valorar los embutidos, el catedrático Martínez-González expone que, pese a que “no se le puede otorgar la misma consideración” que al ‘oro líquido’, “no existe ningún motivo” que justifique la mala posición del jamón dentro de esta escala nutricional: “O bien se saca o se le pone otra calificación”.

EL QUESO TAMBIÉN QUIERE SALIR

A nivel nacional, los productores de queso también se hicieron eco del llamado de atención por parte del sector cárnico. En concreto, la Asociación Nacional de Fabricantes de Queso (Anfaque), integrada en la Federación Nacional de Industrias Lácteas (FeNIL), reclamó igualmente que el producto lácteo -que se vería dentro de las categorías D y E- quedara fuera del etiquetado Nutriscore. Se trata de una postura que secunda la Organización Interprofesional Láctea (Inlac) y que, a su vez, es compartida por Mikel Martiarena, gerente de Gaztandegi Dorrea. “Si entra a ser parte de esas comidas prohibidas, y en lugar de eso nos tomamos un refresco diet, algo estaremos haciendo mal, ¿no? El Inlac pide que se mida de otra forma y, sobre todo, que no se penalice de una forma tan gráfica a los alimentos que forman parte de una dieta evidentemente equilibrada”, asevera.

Mikel Martiarena (Gaztandegi Dorrea): «Los gobiernos deberían centrarse en que comamos menos, gastando la misma cantidad de dinero y comprando ingredientes de mayor calidad».

A este respecto, Martínez-González no se muestra tan convencido: “Hay una de cal y una de arena. Depende mucho de la cantidad y de a qué sustituyan, pero si se va directamente a la evidencia científica, las cosas no están tan claras”. Por eso, el catedrático asegura que se mostraría “más resistente a mover al queso de su sitio” dentro del Nutriscore.

De todas maneras, el experto en nutrición insiste en que las eventuales modificaciones al sistema “deben adecuarse a los datos recogidos y a las consecuencias extraídas de estudios” y que en estas decisiones no caben intermediarios: “Aquí no tiene lugar la industria, son los científicos los que deben determinar los cambios sin conflictos de interés”.

Distinta es la visión de Félix Bariáin, presidente de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Navarra (UAGN), quien demanda que el algoritmo actual se revise “en consonancia” con el sector. “Está claro que tiene graves deficiencias. Llama la atención que determinados ultraprocesados y bebidas, que no son idóneos para la salud tengan, una mejor puntuación que elaborados naturales de toda la vida”.

Los promotores de Nutriscore han justificado estas comparaciones alegando que dicho sistema solo sirve para relacionar alimentos de la misma familia. Este pretexto, sin embargo, no ha hecho sino alimentar las reticencias de quienes juzgan que este etiquetado resulta demasiado confuso. “El semáforo es un distintivo muy fácil y, por eso, hay que ser mucho más escrupuloso a la hora de marcar”, incide Bariáin. Martínez-González, por su parte, espera que en un futuro Nutriscore “permita una elección más integrada en el conjunto del patrón alimentario”.

«IR MÁS ALLÁ»

El presidente de UAGN, por otra parte, apuesta por “dar un paso más” a la hora de clasificar: “De nada sirve que un producto tenga una puntuación elevada en el Nutriscore si, para traerlo a este país, debe pasar muchísimas horas en barco o en avión. Eso genera un problema medioambiental de emisiones”. De hecho, una de las críticas más frecuentes a esta herramienta es que no juzga la procedencia de los nutrientes ni el grado de procesamiento.

Alberto Jiménez (Goikoa): «Aprobar distintos etiquetados dentro de la UE supondría una barrera al comercio y la ruptura del mercado interior».

Jiménez, a su vez, se muestra “a favor de las medidas que contribuyen a proporcionar una mayor información y a mejorar la capacidad de elección”. No obstante, incide en que “etiquetados simplistas, por colores, muchas veces confunden más de lo que ayudan y no deberían sustituir la necesaria formación y educación de los consumidores”. Por eso, se muestra en contra de la “demonización” de determinados comestibles.

Nutriscore nació con el objetivo de facilitar la tarea engorrosa de descifrar las tablas nutricionales, “pero simplificar demasiado también tiene un peligro”, expone Martiarena. Así como Bariáin, el gerente de Gaztandegi Dorrea subraya la necesidad de “mirar un poquito más lejos” y de revisar los patrones culturales relacionados con la comida. “Creo que los gobiernos deberían centrarse en que comamos menos, gastando la misma cantidad de dinero y comprando ingredientes de mayor calidad. Por consumir productos de dieta, no vas a tener el cuerpo de Jennifer López. El atajo no funciona”, sentencia.

HACIA LA OBLIGATORIEDAD

Todos los productores consultados por NavarraCapital.es admiten que la implementación de Nutriscore podría repercutir negativamente en sus exportaciones a países comunitarios, aunque ninguno de ellos cifra con exactitud el impacto que esta medida tendría en su facturación. “No sé si va a perjudicar, desde luego no va a favorecernos. Para vender refrescos de dieta, en cambio, probablemente sí ayude”, remarca Martiarena. El director general de Goikoa, así mismo, vaticina que la puesta en marcha de este algoritmo “puede disuadir el consumo de los derivados cárnicos”.

Félix Bariáin (UAGN): «De nada sirve que un producto tenga una puntuación elevada si debe pasar muchísimas horas en barco o en avión. Eso genera un problema medioambiental».

Jiménez, en este sentido, aboga porque se apruebe un único modelo de etiquetado frontal a escala comunitaria, pues lo contrario «supone una barrera al comercio y la ruptura del mercado interior de la Unión Europea, salvaguardado por los tratados». Su perspectiva difiere de la opinión de Martínez-González, quien sostiene que “el uniformismo absoluto no es lo ideal porque los hábitos alimentarios cambian mucho de un país a otro”.

Consumo, no obstante, precisó que no intercederá por el jamón y el queso -como sí lo hizo con el sector oleico- ante los órganos de gobierno de Nutriscore, alegando que “cualquiera puede autoexcluirse”. Con todo, la cartera de Garzón espera que la Comisión Europea, autoridad competente en este caso, establezca este modelo como obligatorio. Efectivamente, la institución confía en volver a retomar este debate a finales de 2022 y apuesta por la armonización, pero por ahora no se casa con ninguna propuesta específica. Además de otorgar el visto bueno a Nutriscore, dio adicionalmente luz verde a Nutriform, una alternativa italiana que es más amable con los patrones de consumo mediterráneos. De modo que los Estados miembros todavía están a tiempo de presentar otras opciones, aunque la última palabra, en todo caso, la tendrá Bruselas.

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