Goyo Hernández llevaba más de dos décadas trabajando como mecánico cuando quedó atrapado bajo una máquina de tres toneladas. El accidente, ocurrido en octubre de 2018, casi le arrebata la vida. Pero este vecino de Ribaforada se armó de valentía para iniciar el camino hacia la recuperación total, que comenzó a andar con una pierna «destrozada», dos vértebras rotas, el apoyo de su familia y la ayuda de unas muletas.
Aunque estas eran un «gran apoyo» a la hora de caminar, le resultaban «un estorbo» cuando no las usaba. De hecho, aún recuerda el momento en que colmaron su paciencia: «Era el tercer día desde que las utilizaba y fui a tomar un café al bar. Cuando las intentaba apoyar, se metían por las patas de la banqueta, hacían tropezar a otras personas y se caían todo el tiempo. Ahí fue cuando empecé a dar vueltas a la misma pregunta: ¿Tan difícil es hacer que se queden de pie?», rememora este navarro de 49 años.
Goyo Hernández: «Me contentaba con que el sistema funcionase hasta que fui a una cita de revisión. El médico le hizo poco caso a mi rodilla porque estaba fascinado con las muletas».
Fue entonces cuando afloró su talento como experto en diseñar máquinas especiales de acuerdo a necesidades concretas. «Vamos, que soy un friki en toda regla y me fijo en las cosas que tengo alrededor para hacer experimentos. Las tecnologías siempre me han gustado», agrega con desparpajo. Aquella misma tarde regresó a su casa y se encerró tres días pensando en cómo solucionar el problema de estabilidad de las muletas…
«Hice de todo. Por ejemplo, les puse velcro y también probé a instalarles unas patitas para que se quedasen en pie. Al final, decidí meter dentro de sus mangos dos imanes que tenía guardados en casa y, por fin, se mantuvieron sujetas», detalla entre risas a Navarra Capital. Así evitó que se desparramaran por el suelo cada vez que las dejaba apoyadas en algún rincón o que alguien tropezara con ellas…
Pero, al principio, Goyo no dio «mucha importancia» a su invento. «Vi que funcionaba y con eso me contentaba hasta que fui a una cita de revisión. El médico le hizo poco caso a mi rodilla porque estaba fascinado con las muletas», rememora. Por eso, su doctor le recomendó que las patentara, ya que «no existía nada igual en el mercado».
De esta forma, Goyo y su esposa, Eli Sánchez, fundaron en 2019 la firma Freelock, bajo la que consiguieron registrar una patente que está vigente para 153 países y con la que empezarán a comercializar estos accesorios para muletas a partir de septiembre. La pareja recibe a este medio en su hogar, cuatro meses después de que el mecánico finalizara una baja laboral de tres años. «El resultado de las intervenciones y la rehabilitación es espectacular. He vuelto a mi trabajo y quizá empiece a correr pronto», celebra Goyo.
Además, ya ha cerrado un acuerdo con la asturiana Eurobastón, firma con más de veinticinco años de experiencia en la fabricación de productos sanitarios, para una primera tirada de 3.000 muletas que incorporan el accesorio. «Todo lo que hemos hecho ha sido gracias a la guía de algunas personas, pero sin saber nada de empresas o de emprendimientos. Él es mecánico y yo trabajo en la limpieza. Nos hemos ido ajustando porque ha sido un renacer en muchos aspectos», valora Eli.
VALOR AÑADIDO
Aunque otras personas han ensayado ideas parecidas, el sector ortopédico valora sobre todo la capacidad de sujeción del accesorio de Freelock. «Los ingenieros que hemos conocido dicen que es antinatural que las muletas se queden juntas en el aire mientras se sostiene una sola de ellas», concreta Goyo. Esta característica supone también la principal carta de presentación de Freelock para entablar conversaciones con fabricantes y distribuidores sanitarios. «Incluso llegué a contactar con firmas de Francia. Pero, con la irrupción del Covid-19, todas decidieron invertir en maquinaria para mascarillas», lamenta.
En contraposición, Eurobastón sí mostró «interés y apoyo» al proyecto empresarial desde sus inicios. «El equipo ha complementado nuestro desarrollo con su conocimiento sobre los criterios que tienen que cumplir los productos sanitarios y nos han guiado en este mercado», detalla Goyo. De hecho, la empresa asturiana está fabricando los moldes de los accesorios para escalar la producción. «Modificaremos la cifra de tirada según el interés real que nos encontremos. Y, de acuerdo a este primer paso, determinaremos la inversión que haga falta en maquinaria», indica Goyo.
Freelock proyecta vender este accesorio de sujeción a la mitad del precio de las muletas, es decir, a unos diez euros. Eurobastón los incorporará directamente a sus muletas en esa primera tirada, pero la propia firma navarra también empezará a comercializarlos a otras compañías y a particulares. «Una treintena de personas ya me han hecho pedidos, pero no he podido atenderles porque, en estos momentos, los accesorios que tengo están hechos con una impresora 3D», explica.
INVENTOS PARA EL DÍA A DÍA
Así mismo, Freelock también está trabajando para comercializar un accesorio similar dirigido a otros tipos de bastones como los de senderismo o los de esquí. «El accesorio está desarrollado, a falta que empecemos a moverlo entre posibles empresas comercializadoras», indica Goyo.
Pero, aunque su actividad es frenética, el mecánico no espera frutos inmediatos. «Lo importante es que estoy vivo después de lo que me pasó. Todo lo demás saldrá con esfuerzo y trabajo. Después del accidente, me preguntaba todos los días qué iba a hacer. Es difícil porque yo estaba siempre fuera de casa, trabajando. Y, de repente, tuve que parar, estar en casa y descansar. Pero, al mismo tiempo, me convencí de que tenía que seguir con mis proyectos para no volverme loco», indica. Esta actitud le llevó a formar parte de los #AyudaMakersNavarra, a crear un sistema de reciclaje del agua de la ducha en su casa para regar el huerto que él mismo atiende y a desarrollar un gel en formato de roll on, cuya idea cedió al Gobierno de Navarra.
«A lo tonto, siempre hay problemas que solucionar. Por ejemplo, el andador es muy bueno y por eso se ha puesto a la moda entre los mayores. Pero está bien hasta que te toca subir una acera. Me fijaba en eso todos los días cuando iba al parque y veía a un hombrecico subir un escalón con dificultad. Aún no se me ocurre una solución, pero he aprendido de mi trabajo. La solución más sencilla siempre es la mejor», sentencia.