Esperamos en una de esas salas que te transportan a otro siglo, con paredes repletas de pequeños retratos, casi todos impresos en blanco y negro. El primero que avistamos a la izquierda es el de Alfonso Gaztelu, alcalde de Pamplona entre diciembre de 1913 y enero de 1916. Bajo su mandato, según reseña la prensa local de la época, se derribaron las murallas que hasta entonces rodeaban la ciudad. Aquel hecho, que posteriormente posibilitaría la construcción del Segundo Ensanche, se celebró con música, fuegos artificiales y un gesto del primer edil de entonces, quien anunció que perdonaría todas las multas pendientes de cobro impuestas por el Consistorio.
A Gaztelu le siguen sus sucesores, todos ellos hombres a excepción de un caso. En el tramo final observamos a Yolanda Barcina, seguida de Enrique Maya y Joseba Asiron. El retrato de la segunda mujer que ha conseguido convertirse en alcaldesa de Pamplona todavía no aparece en la sala: lleva solo cuatro meses en el cargo. A ella es a quien hemos venido a entrevistar. En general, esta sección está reservada para empresarios, directivos y emprendedores. Pero, de vez en cuando, hacemos una excepción para charlar con quienes ostentan algunos de los principales cargos políticos de la región. En su día lo hicimos con María Chivite y Enrique Maya, así que hoy nos sentamos con Cristina Ibarrola. A fin de cuentas, la política y la economía van de la mano.
No espere encontrar aquí alabanzas o críticas. Lo que pretendemos, simplemente, es conocer mejor a la médica que el pasado 17 de junio se convirtió en alcaldesa. Tras presentarnos, procedemos a tomarle unas cuantas imágenes con la puerta cerrada. “Si no la cerramos, algunos empezarán a decir -eso se lo dejamos a la imaginación del lector- que siempre estoy haciéndome fotos”, se excusa. Mientras posa, Ibarrola se percata de nuestro acento y lo saca a colación. Ya nos sabemos de memoria la respuesta, que solemos repetir con frecuencia: vinimos desde lejos a estudiar a Pamplona, nos gustó la ciudad y, después de graduarnos, aquí nos hemos quedado. “Muy bien -contesta-. Eso es lo que queremos”.
“Me parece que hay poco de ideología cuando piensas en mejorar la vida y la salud de las personas”
Ya en su despacho, lejos de focos y de asesores, Ibarrola (Pamplona, 1969) nos cuenta que “desde que tiene uso de razón” supo que quería ser médica. “Y eso que nadie de mi entorno lo era, y eso suele ser habitual. Yo soy médico de vocación, es algo que me apasiona. Me parece que tengo una profesión maravillosa y volvería a estudiar lo mismo. Vamos -hace una breve pausa-, es que pienso en ello y sonrío”. Después de licenciarse en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, se especializó en Medicina Familiar y Comunitaria y trabajó en el Servicio de Urgencias del Hospital Universitario de Navarra y en los centros de Salud del II Ensanche, Valtierra y Ermitagaña.
“Luego, por casualidades o por una cuestión de azar, inicié una trayectoria profesional en el ámbito de la gestión sanitaria. Mejorar la atención sanitaria a los pacientes desde otra perspectiva me pareció un reto apasionante”, afirma. En este ámbito cursó el programa de Alta Dirección en Instituciones Sanitarias (IESE, 2008), un posgrado en Evaluación de Tecnologías Sanitarias por la Universidad Pompeu-Fabra (2016) y un máster en Gestión y Planificación Sanitaria para Directivos de Salud por la Universidad Europea de Madrid (2018).
“Empecé a formarme de forma muy gradual -rememora-. Y, de hecho, llegué a rechazar cargos que, casualmente, luego sí llegaría a ejercer. Me parecía que, para liderar proyectos con tantas personas y en los que había mucho dinero de por medio, había que ir paulatinamente”. Ibarrola ocupó distintas posiciones en este campo de manera progresiva: fue subdirectora de Atención Primaria, gerente de Atención Primaria, directora general de Salud en el Gobierno de Navarra y gerente del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea. “A la vez -añade-, comencé a colaborar en proyectos junto a otras comunidades. Si ahora me preguntas cuál es mi profesión, te diría que es la gestión sanitaria, porque es a lo que he dedicado más tiempo sin ser ningún cargo político. A mí nunca me preguntaron a qué partido votaba y, además, me parece que hay poco de ideología cuando piensas en mejorar la vida y la salud de las personas”.
En 2015, cuando UPN perdió el Gobierno de Navarra después de casi dos décadas de hegemonía, Ibarrola pasó a un puesto técnico en el que se encargó de supervisar la estrategia de cronicidad del Departamento de Salud del Ejecutivo foral. Ese año, según nos revela, Javier Esparza llamó a su puerta para animarla a dar un salto al Parlamento, pero “no pudo ser”. No ofrece más explicaciones y nosotras tampoco las pedimos, intuyendo que la alcaldesa es algo reservada. El presidente del partido regionalista volvió a insistir en 2019 y esta vez obtuvo un sí por respuesta. “A pesar de ser la lista más votada, no pudimos gobernar y estuve cuatro años en el Parlamento centrada en salud, justo cuando la sanidad se ha convertido en uno de los principales focos en todos los foros políticos. Esto no había pasado anteriormente”, sostiene.
Sin que ella lo reconozca explícitamente, presentimos que aquel escenario no era el lugar en el que quería permanecer durante el resto de su trayectoria: “Ha sido una experiencia intensa, en la que he aprendido mucho, pero a mí me va la gestión, hacer cosas, ver los resultados, pensar en proyectos nuevos, ver cómo puedo cambiar la vida de la gente”.
Pensaba en que, una vez finalizado ese “paréntesis”, volvería a dedicarse a la gestión sanitaria. “Mis hijos ya son mayores y, si UPN no ganaba las elecciones, contemplaba irme a trabajar a otro sitio”, revela. Entonces llegó la “gran sorpresa”: su partido le propuso ser candidata a la alcaldía de Pamplona. “Nunca me lo había imaginado. Me lo pensé, aunque en el fondo sabía que iba a decir que sí. Si no digo que no en un primer momento, sé que luego terminaré contestando que sí”, evoca.
ATERRIZAJE EN EL AYUNTAMIENTO
El cargo que ocupa en la actualidad, a su juicio, “se parece mucho” a la que había desempeñado anteriormente: “Llevaba años pensando en cómo mejorar la atención sanitaria del paciente y, ahora, pienso constantemente en cómo mejorar la calidad de vida del ciudadano. Y tengo una sonrisa en la cara desde que el 17 de junio tuve la suerte de ser elegida alcaldesa de Pamplona. Es un orgullo tremendo poder pensar en cosas buenas para la ciudad en la que he nacido y vivido toda mi vida”.
“No voy a dejar que pasen unos límites que me parecen despreciables y misóginos”
Quizá pequemos de ingenuas, pero aquello de la “sonrisa en la cara” nos ha dejado un poco descolocadas. Probablemente porque, en el hipotético caso de que nos tocara estar en su lugar, no sabríamos si seríamos capaces de sonreír demasiado. Desde que comenzó la legislatura, la oposición la ha criticado de forma constante por distintos proyectos como el parking de la calle Sangüesa, la rotonda de San Jorge, la reforma de Sarasate, el corredor peatonal y ciclista de Beloso… Todas estas iniciativas comparten una cosa en común: no fueron puestas en marcha por ella, sino que las heredó de su predecesor, Enrique Maya.
¿Esa herencia le está perjudicando? “No -contesta sin perder la compostura-. Pongo en mucho valor lo que es Pamplona y Pamplona es así por muchos años de gobierno de UPN, el PSN o de entendimiento entre los dos partidos. Durante los cuatro años que gobernó EH Bildu, solo hubo retroceso, paralización y sectarismo. Ahora quiero dar un salto, sabiendo que nunca empiezas un proyecto de la nada. Al contrario, empiezo con unas bases muy sólidas y luego le doy un toque hacia donde creo que tiene que evolucionar la ciudad. Retomo proyectos, intento desbloquear otros y pienso en nuevos. Y lo vivo con mucha naturalidad y normalidad”.
La rotonda de San Jorge, apostilla, “llevaba enquistada mucho tiempo”, con una enmienda de la oposición al gobierno de Enrique Maya que califica como “mal planteada”. “Y hemos hecho un estudio de tráfico, hemos desbloqueado ese planteamiento inicial muy parcial y ahora estamos ya trabajando los pliegos para sacar una solución mucho más global, porque esto tiene muchísimas implicaciones en tráfico. Además, lo hemos conseguido desbloquear con la participación activa de los ciudadanos, aunque otros pretendan decir que ha sido de otra manera”, defiende.
“Empecé a formarme de forma muy gradual en gestión sanitaria y, de hecho, llegué a rechazar cargos que casualmente sí llegaría a ejercer luego”
Ese desenlace es el que también espera para el proyecto de reurbanización del paseo Sarasate. “Estoy poniendo todo para desbloquearlo de manera consensuada y abierta -asevera- porque es algo bueno para Pamplona. Si la plaza del Castillo es el salón de la ciudad, Sarasate es el hall y no podemos mantenerlo como está, en una zona apagada, degradada, con muchos avisos policiales”.
En este sentido, se siente “sorprendida” ante las críticas que recibe. “Ahora les parece mal preguntar a la ciudadanía, pero no voy a dejar de hacer lo que mi conciencia me diga. Pensaba que era bueno suspender temporalmente el proyecto del parking de la calle Sangüesa y es lo que voy a hacer, digan lo que digan. Pensaba que el carril de Beloso se podía hacer de mejor manera, talando menos árboles, y lo he intentado hasta el final”, alega.
Estos y otros enfrentamientos han puesto sobre la mesa especulaciones en torno a una posible moción de censura. A ella, según nos asevera, ese hipotético escenario no le quita el sueño. “Esto me lo preguntan desde antes de ser alcaldesa. Si yo pensara en una moción de censura, no viviría. Yo pienso cada minuto de mi vida y cada día de mi vida en trabajar en proyectos por la ciudad, con lealtad institucional. No voy a hablar de ciencia ficción, ya hablaré lo que tenga que hablar si llega el caso. De momento, no voy a parar de tender la mano para trabajar con el Partido Socialista, con Geroa Bai, con el Partido Popular o con Contigo Zurekin, ya que soy consciente de que estoy en un gobierno en minoría y necesito consenso. Mientras yo crea que aporto en política, allí estaré. Si no, tengo dos plazas fijas de médica y una profesión maravillosa”, sentencia al tiempo que insiste en que no se plantea ser candidata de UPN al Gobierno foral.
“Los rumores en política son muy fáciles de formular, pero, sinceramente, no les doy ninguna importancia. Mi vocación es ser médica y nunca me había planteado entrar en política. Esto lo estoy viviendo como una auténtica oportunidad. Ahora mismo, solo estoy pensando en trabajar por Pamplona. ¡Es que llevo cuatro meses! Si tuviera cuatro años en el cargo, a lo mejor estaría pensando de forma diferente”, plantea.
Con todo, posiblemente las críticas más fuertes que ha recibido Ibarrola hayan sido algunas relacionadas con su vida personal. Así que sacamos a colación las informaciones publicadas al respecto en los periódicos. “Es duro, muy duro y muy injusto. Dicho esto, no voy a entrar en dar facturas de mis pertenencias personales. Tengo una trayectoria profesional impecable y no tengo ningún miedo de que la miren hasta el último resquicio, pero no voy a dejar que pasen unos límites que no había conocido nunca en ninguna institución y que me parecen despreciables y misóginos. Si alguien piensa que voy a estar dando facturas de unos pendientes de plata que son míos y he pagado con mi dinero, si alguien piensa que hacer política es basarse en mentiras como difundir que me regalan bolsos de lujo… Ahora la tercera ha sido que dé cuentas de un viaje al Puerto de Santa María que hice durante la única semana de vacaciones que he podido disfrutar. Me parece tan repugnante, tan repugnante… Es la forma de hacer política de EH Bildu. Mi crítica fundamental es hacia los partidos que van de feministas por la vida y están permitiendo que esto ocurra, cuando en privado me trasladan que saben que es mentira”, censura.
Pensamos que tal vez seremos testigos de un atisbo de vulnerabilidad en nuestra entrevistada, sobre todo cuando, en un tono más bajo del que transcurre el resto de la conversación, nos habla de la repercusión que estas acusaciones han generado en sus seres queridos. Ese gesto, sin embargo, no llega a producirse en ningún momento. Y, poco después, nos toca despedirnos. ¿A la política se viene llorada? “Sí, se viene llorada de casa”, atestigua. En eso no nos parecemos a nuestra tocaya: a nosotras seguramente se nos hubiese escapado una lagrimita.