Las discotecas navarras comenzaron el verano con la esperanza de poder volver a abrir después de casi dieciséis meses cerrados para evitar la propagación del Covid-19. El pasado 29 de junio el Gobierno de Navarra anunció la reapertura de estos establecimientos con una reducción del aforo de 50 % y un horario de cierre fijado en las cuatro de la mañana, entre otras medidas. Pero para entonces, muchos empresarios ya habían decidido no levantar la persiana por considerar que no les salía rentable. Así lo confirma Carlos Tabar, presidente de la Asociación de Empresarios de Salas de Fiesta, Baile y Discotecas de Navarra (Asbana) a NavarraCapital.es. Pocos días después y debido al incremento de los contagios por los brotes de Salou, el Ejecutivo reculó y redujo el horario de apertura hasta la una de la madrugada. En la actualidad, la Comunidad foral cuenta con medio centenar de licencias de discoteca, de las que solo quince se encuentran activas.
Tabar, que también es socio propietario de la discoteca Canalla, hace un balance de este año y medio de pandemia, al que cataloga de “locura”. Pone énfasis en que los responsables de las discotecas navarras han demostrado su responsabilidad porque fueron los primeros en cerrar de manera voluntaria y los últimos en abrir. “Sabíamos que en nuestras salas se reunía mucha gente y pensamos que lo más conveniente era echar el cierre”, recuerda. Desde entonces, “todo ha sido echar un paso hacia adelante y dos para atrás”. Así, ras el confinamiento de marzo de 2020, el verano pasado estos establecimientos pudieron abrir durante tres semanas y, después, por decreto ley, cerraron de forma obligada hasta el pasado dos de julio, cuando se les dio la oportunidad de volver a levantar la persiana.
Sin embargo, solo tres días después, el cinco de julio, el Gobierno foral anunció que las discotecas tendrían que adelantar la hora de cierre de las cuatro a la una de la mañana. “Esto no es otra cosa que un cierre encubierto porque no creo que a nadie le interese abrir hasta la una cuando toda la hostelería está abierta hasta esa hora”, lamenta el presidente de la asociación. Y le preocupa especialmente que el hecho de que el cierre no sea ahora obligado les pueda repercutir a la hora de acceder a ayudas. “Nosotros, al final, somos discotecas y salas de baile. Lo que nos ha diferenciado siempre es que cuando cerraban el resto de locales, la gente acudía a los nuestros”, reivindica.
Solo Ozone abrió en Pamplona el pasado dos de julio, cuando se permitió la apertura de las discotecas hasta las cuatro de la mañana.
En todo caso, en Pamplona, solo Ozone decidió abrir sus puertas. “Todos queríamos abrir y prepararnos con mucha ilusión para afrontar este nuevo reto”, recuerda Tabar los momentos previos. En ese proceso, los empresarios trasladaron una serie de peticiones al departamento de Salud que no fueron concedidas. Entre ellas estaba la pista de baile, “aunque sea limitada, sin consumo y con mascarilla”. También se pidió que el consumo se realizase en mesas, pero de pie. “Habíamos llegado a un acuerdo y se modificó a pocos días de abrir. Muchas de las discotecas nos echamos para atrás y solo una se animó a abrir”.
El por qué de esta decisión lo tiene claro. “No estamos preparados para abrir una discoteca al 50 %”. Y hace cálculos: “Si tenemos un aforo permitido de 400 personas, necesitaríamos cuatrocientas sillas y cien mesas. Esa inversión puede rondar entre los 6.000 y 8.000 euros para no sabemos cuánto tiempo”.
El presidente de Asbana también se pronuncia sobre la decisión, comunicada el pasado martes, del TSJN de anular el toque de queda y el anunció del Ejecutivo foral de que seguirá intentando instaurarlo por considerarlo “una medida imprescindible”. “Como asociación, entendemos que el TSJN no permita otra restricción horaria”, subraya. No obstante, Tabar insiste en que a los asociados les cuesta comprender cómo este tribunal “sí ha dejado durante quince meses coartar la libertad de trabajo del sector con el decreto ley del dieciséis de agosto de 2020”.
LAS DISCOTECAS PIDEN MÁS AYUDAS
Desde la asociación, Tabar asegura que no hay una cifra clara de cuántas discotecas podrían echar el cierre definitivo a corto y medio plazo, pero los meses sin trabajar empiezan a pesar demasiado. “No hay ningún sector económico que haya estado tanto tiempo cerrado con las ayudas tan bajas que hemos tenido”, sostiene. Pese a reconocer que Navarra ha sido la comunidad que más dinero ha repartido a la Hostelería, señala que “es insuficiente para las discotecas”. En su opinión, no tiene nada que ver la situación que atraviesan los establecimientos que han podido abrir, mejor o peor, con la de los que han permanecido cerrados. “La cuantía máxima que hemos recibido se sitúa en torno a los 50.000 euros. Si tenemos cerca de 20.000 euros de gastos fijos mensuales, nos da para dos meses”, ejemplifica. Por eso, estos empresarios se han tenido que “hipotecar hasta arriba” para poder subsistir. “Por el momento nadie ha dicho que vaya a echar el cierre definitivo, pero es muy probable que esto ocurra”, advierte.
Carlos Tabar (discoteca Canalla): “Tras dieciséis meses cerrados, hemos tenido que pedir créditos para aguantar por valor de medio millón de euros”.
El caso particular de Tabar no difiere mucho de la situación que describe como presidente de ASBANA. “Después de dieciséis meses cerrados, hemos tenido que pedir préstamos para aguantar”, indica. En concreto, para asegurar la supervivencia de Canalla ha pedido “más de medio millón” de créditos ICO.
“No se nos ha pasado por la cabeza en ningún momento el echar el cierre“, asegura a pesar de que este año y medio lo han pasado “con mucha incertidumbre” y las cuatro semanas que pudieron abrir el verano pasado “fueron deficitarias”. Tabar quiere quedarse con la parte más positiva y adelanta que ha aprovechado este tiempo para trabajar en la discoteca y aportar nuevas ideas. “Estamos con mucha ilusión de volver a abrir”, comenta esperanzado en que ese momento llegue “al inicio del curso universitario”.
Para que eso ocurra, incide en la necesidad de recibir más ayudas. “Ahora, estamos a la espera de ver si los fondos europeos van a ayudarnos con la deuda contraída”. Además, pide ayudas fiscales en los próximos años para poder recuperarse. “Si no, estaremos todos abocados al cierre”.
Gustavo Lorda, uno de los socios de la sala Enter, reconoce que todos estos meses los ha llevado “psicológicamente mal, pero económicamente peor”. Como Tabar, también ha tenido que pedir créditos ICO, a los que se suman los préstamos que ha pedido a familiares.
Además, se siente fuera del sistema porque, aunque las discotecas se incluyen dentro del convenio de la Hostelería, el trato durante la pandemia ha sido diferencial. “En ningún momento se nos ha considerado como tal”, lamenta. “¡Hasta los puticlubs están abiertos!”, exclama con desesperación.
No obstante, recalca que tampoco a él se le pasa por la cabeza echar el cierre definitivo. “Cuando debes dinero, lo que intentas es seguir adelante para pagar tus deudas”, explica. Por eso, espera “resistir” hasta que llegue el momento en el que pueda tirar hacia adelante. “Ojalá recibamos más ayudas para poder volver a abrir y, por lo menos, pagar a la gente a la que le debemos dinero”, pide.
“TENEMOS MIEDO”
El socio de Enter asegura que, más allá de las peticiones que se hicieron al departamento de Salud y que no les concedieron, en su caso no abrieron el dos de julio “por miedo”. En concreto, le inquieta que los organismos de control sean menos tolerantes a la hora de vigilar el correcto cumplimento de las medidas de seguridad que en otro tipo de establecimientos. “La gente tiene que consumir en mesas, perfecto, pero uno se puede poner de pie, otro cambiarse de mesa, va al baño y se le olvida la mascarilla….si en ese momento viene la policía nos multa. ¿Cómo hacemos para que eso no suceda?”, escenifica.
Gustavo Lorda (sala Enter): “A lo mejor el año pasado podíamos abrir para perder dinero, pero este ya no”.
No obstante, a día de hoy agradece no haber abierto. “¡Menos mal!”, comenta aliviado. Y lo explica de la siguiente manera: “Imagínate que yo saco a veinte personas del ERTE para abrir el día dos. Hubiésemos estado abiertos el primer sábado y el siguiente ya hasta la una”. A esto habría que sumar tener contratada la potencia de la luz o los proveedores. “Son muchos gastos iniciales para cerrar una semana después”, sentencia.
“Yo sé que es difícil regular y gestionar la pandemia, pero para nosotros la situación también es complicada”, lamenta Lorda, al que estar supeditado a las decisiones del Gobierno foral le complica mucho llevar su local. “A lo mejor el año pasado podíamos abrir para perder dinero, pero este ya no”.
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