Siempre he pensado que la misión de un escritor es traducir. Todo el mundo piensa y siente, pero solo algunos saben construir un texto vivo. Adjetivos, sustantivos, verbos… Hay todo un festival de posibilidades y herramientas para narrar un relato. La cuestión está en dotarlo de sentido y, sobre todo, de corazón. El escritor es un traductor de sentimientos, reflexiones, memorias y vivencias (propias o ajenas). Es un camino hacia un propósito. El pamplonés Íñigo Porres también lo percibe así. Quizá por eso nuestra conversación esté repleta de frases como «te entiendo» o «a mí me sucede exactamente lo mismo». Lo cierto es que las letras nos provocan una insaciable curiosidad por comprender el mundo.
Hacer y aportar. Dos verbos que, desde pequeño, nuestro protagonista se repetía constantemente. Precisamente por eso siempre se implicó en todo tipo de iniciativas. Con apenas diez años, logró incluir a su colegio en un torneo de fútbol que respondía al nombre de ‘Copa Coca Cola’. «Consistía en jugar con mis compañeros de clase contra otros centros. Contribuí a que el nuestro se apuntara e hiciera los trámites», rememora para acto seguido añadir entre risas que, sobre el campo, no destacaba especialmente. De hecho, se define a sí mismo como «el malo de los buenos» y «el bueno de los malos». Pero aquello no importaba demasiado, la cuestión era verse involucrado en un proyecto: «Me gusta implicarme en cosas que no son necesariamente llamativas, en cosas sencillas pero que tienen algo que aportar».
Cuando los adultos le preguntaban qué quería ser de mayor, él permanecía en silencio. «No sabía qué responder, pero sabía que era una pregunta importante», reconoce a sus 36 años. Amante de las ciencias y las letras, fue un alumno ejemplar. Tanto es así que en verano, cuando llegaban a su casa los libros del curso siguiente, los analizaba e incluso realizaba algún que otro ejercicio. «Veía los exámenes como un reto. Tenías cincuenta minutos para demostrar lo que sabías», apostilla.
EMPRENDEDOR Y «TRADUCTOR»
Su curiosidad por «aprender de todo» fue haciéndose más y más grande. Un día, mientras vagaba por los pasillos del colegio, se topó con un folleto que captó su atención. ¿Un evento empresarial en Baluarte? «Suena interesante», pensó. Hay quien opta por hacer pellas para fumarse un cigarrillo a escondidas o simplemente para marcharse a otro lugar con sus amigos. Pero, lejos de cometer una irresponsabilidad, Íñigo se perdió algunas clases para acudir a aquella conferencia. En aquel preciso instante, entendió que «la empresa es un vehículo que habilita a las personas a hacer cosas».
«Me gusta implicarme en cosas que no son necesariamente llamativas, en cosas sencillas pero que tienen algo que aportar»
Así, se decantó por estudiar Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), donde obtuvo además el Premio Extraordinario al mejor expediente. Combinó en todo momento sus quehaceres académicos con sus aficiones. De hecho, era letrista y cantante de un grupo de música. «Mucha gente piensa en centrarse en la carrera y dejar de lado otros proyectos, pero no hay que pensar así», valora tras mencionar que gracias a su «inquietud por mantenerse activo» conoció a su mujer. «Coincidimos en la presentación de un proyecto social con la UPNA sobre violencia de género con música», añade.
Más tarde, su pasión musical le llevaría a fundar Emozzire, una firma especializada en componer «canciones a la carta». Sintonías para bodas, cumpleaños, eventos empresariales… Sus clientes eran de aquí y de allá. Lo importante era transmitir sus respectivos mensajes de la manera adecuada. Es entonces cuando nuestro invitado y yo regresamos a esa idea de «traducir» con la que ha comenzado esta entrevista: «Alguien quería una canción, nosotros creábamos la letra y la música, y se la entregábamos. Yo era el traductor entre esa persona y los músicos que se encargaban de tocar».
Para componer, simplemente debía observar y reflexionar. De hecho, se define como un hombre «un poco introvertido». Aquí, atenta, pronto me identifico con sus palabras. «Mucha gente piensa erróneamente que ser introvertido es ser tímido. Pero introvertido es quien necesita un mundo interior para cargar sus pilas. Hay personas que necesitan socializar para desconectar, y otras que necesitan reflexionar consigo mismas y estar solas», explica segundos antes de narrar una curiosa anécdota. Con once años, acudió a un campamento de verano. En una de aquellas noches se separó del grupo para pasar un rato solo. «Enseguida vino la monitora para reñirme porque pensaba que estaba fumando. Al irme a mi bola, pensó que estaba haciendo algo malo», recuerda entre carcajadas.
LAS SEIS ‘C’
Complementó su formación con un Máster en Consultoría de Negocio por ICADE Business School y un Máster en Executive Business Design & Lean Startup. Cuando se aventuró en el mundo laboral, aquel afán por «hacer y aportar» que tanto resonaba en su cabeza se materializó en la consultoría. Así, fichó por la multinacional Management Solutions en Bilbao, donde permaneció tres años. En paralelo, seguía acudiendo a eventos empresariales, todavía cautivado por aquella conferencia a la que había asistido de adolescente. «Decidí coger una excedencia y trabajar en la Pamplona Innovaction Week como coordinador», prosigue satisfecho.
Entonces llegó el momento de lanzarse al sector público. Se incorporó a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), donde ejerció de analista y se encargó de distintas labores como el análisis y control de la interconexión en el mercado energético entre España y Portugal. Pero, tras casi un año en la entidad, regresó a Management Solutions como manager, aunque en esta ocasión optó por la sede de Madrid.
Lo cierto es que la manera de pensar y de vivir de nuestro protagonista podría resumirse en seis ‘c’: «creer, crear, coordinar, construir, contribuir y ver cómo crece». Y esto cuadraba a la perfección con el Clúster de la Industrialización de la Construcción (iCONS), que a principios de 2023 le ofreció el puesto de gerente.
INDUSTRIALIZAR LA CONTRUCCIÓN
«Uno puede cambiar por deseo o por necesidad», enuncia Íñigo, quien acto seguido relata cómo fue el nacimiento de un clúster cuyo principal objetivo es acompañar a las empresas de la construcción en la «transformación» que está sufriendo el sector. «En este caso, el deseo es mejorar en calidad. Y la necesidad es la falta de mano de obra que hay porque no muchos quieren trabajar en este campo», lamenta.
«Queremos crear una orquesta donde todo esté integrado y coordinado, porque a veces es un poco caótico»
Esa «transformación» a la que se refiere se debe a que la manera de construir está cambiando «por completo». Desde hace siglos, el modelo tradicional consiste en levantar edificaciones a mano, colocando un ladrillo sobre otro. Pero el cambio de paradigma ya ha comenzado: «Se desarrollará una nueva construcción industrializada, que consiste en elaborar elementos en fábricas y ensamblarlos en obra».
De hecho, sucedió lo mismo con el mundillo de la automoción. Hace cien años, los coches se confeccionaban a mano, pieza a pieza. Ahora, sin embargo, se fabrican en factorías automatizadas donde diferentes proveedores suministran sus respectivos componentes y, finalmente, todos ellos quedan perfectamente ensamblados. «Desde el clúster queremos que el sector de la construcción sea también así. Queremos crear una orquesta donde todo esté integrado y coordinado, porque a veces es un poco caótico», apostilla tras comentar que la precisión es una de las mayores dificultades. «Por ejemplo, queremos saber que las ventanas de un edificio se van a colocar la semana 32 del proyecto y que tienen las medidas exactas», sostiene.
EL CLÚSTER, UN GRAN «GIMNASIO»
La digitalización es otro punto clave para mejorar. Desde el clúster, proponen diseñar los edificios en formato digital antes de construirlos para que cada elemento esté estudiado con detalle y prime la exactitud. «No hacemos magia. No podemos resolver todos los problemas del sector, pero sí identificarlos y ofrecer herramientas para que las empresas estén capacitadas. Somos como un gimnasio. Tenemos las mejores máquinas, monitores y guías, pero son las empresas las que deben entrar y levantar las pesas», matiza.
Cuando se fundó el clúster en 2022, eran once las compañías asociadas. Hoy ese número se ha multiplicado de forma exponencial hasta alcanzar las 56. «Tenemos que estar en conexión», precisa Íñigo mientras nos guía hacia su despacho. Cruzamos la puerta y, al instante, fijamos la mirada en algo que acapara toda nuestra atención: un gran puzle que ocupa toda la mesa. «¿Y esto?», preguntamos. Él sonríe. El pasado junio, durante el II Encuentro Anual del Clúster de la Industrialización de la Construcción de Navarra, tuvo la idea de entregar a cada asistente una pieza de puzle. Al finalizar el evento, cada uno debía colocar la pieza en su correspondiente lugar, pero muchos se marcharon del acto antes de poder hacerlo. Por eso, el puzle que ahora adorna la mesa de nuestro protagonista está incompleto: «Hay que estar conectados. Está inacabado, pero eso es bonito porque hace referencia a nuestra labor y a las cosas que quedan por mejorar en el sector. Seguimos encajando entre todos las piezas de esta gran transformación».
Uno de los principales retos de la construcción es la necesidad de simplificar los trámites. «Cuesta más tiempo recibir una licencia que construir sobre ese terreno», valora. Tras una breve pausa, hace hincapié en la demora que sufren las gestiones y la dificultad para saber con exactitud en qué punto se encuentran: «Hoy en día sabemos dónde se encuentra una pizza que pedimos por Internet de veinte euros, pero no en qué fase está un expediente de 2 millones». A todo eso se suma la falta de suelo disponible, la escasez de oferta y la alta demanda existente en la actualidad. De hecho, el pasado julio, el Banco de España determinó que hay un déficit de 600.000 viviendas en todo el país.
Navarra, sin embargo, parece que va un paso por delante. El primer hito sucedió hace dos décadas, con las viviendas de eficiencia energética A y B. Después llegó el primer edificio Passivhaus de España, que se levantó en el barrio pamplonés de Lezkairu. Y, con una sonrisa brillante, nuestro invitado también nombra al Building & Architecture Institute (BAI), que impulsará la industrialización y la robótica de la construcción y la arquitectura. Su sede, tal y como adelantó este medio, será la antigua sede de Transportes Iruña, situada en el entorno de la UPNA. En este sentido, iCONS es una de las nueve entidades que conforman esta fundación.
Tras narrar los hitos y desafíos del clúster, Íñigo nos enseña algunos rincones donde fotografiarle. Mientras nos dedica un par de sonrisas, revela que la escritura sigue alimentando su «mundo interior». De hecho, la paternidad le ha inspirado para escribir un libro: «Trata sobre el embarazo desde el punto de vista del hombre. La RAE dicta que una mujer es madre desde el momento de la concepción, pero que un hombre es padre desde el parto. Se habla del típico padre que no sabe cambiar pañales desde un tono casi cómico, y yo quiero darle una vuelta».
De pronto, en un gesto casi intuitivo, miramos el reloj. Es hora de marcharse. Entonces nuestro protagonista aprovecha para agregar que la gestión del tiempo podría considerarse otro de sus hobbies. «No es que el tiempo sea oro, es oxígeno. Al final, es la base de todo y no se puede comprar o almacenar. Siempre he pensado que tenemos que dedicar tiempo a tener tiempo», remata.