viernes, 26 abril 2024

Las residencias universitarias, ante su septiembre más difícil

El abrupto final de las clases universitarias presenciales, que provocó el éxodo forzoso de los estudiantes, y la inquietud que se cierne sobre el próximo curso mantienen en vilo a los responsables de las residencias universitarias de Pamplona, un sector que vivía un ambicioso proceso de expansión antes de esta crisis. NavarraCapital.es conversó con varios de ellos sobre el impacto que el coronavirus está teniendo en sus negocios.


Pamplona - 23 junio, 2020 - 07:00

Las obras que transformarán el hotel Ciudad de Pamplona en residencia comenzaron el 1 de junio. (Fotos: Maite H. Mateo)

El viernes 13 de marzo, tras dar a conocer el Gobierno central que el Consejo de Ministros se disponía a aprobar el plan de emergencia nacional para confinarnos a partir del día siguiente, la mayor parte de los universitarios salieron en desbandada hacia sus domicilios con el fin de pasar la cuarentena junto a sus familiares. Unos en España y el resto, en otros países. Las residencias estudiantiles se vaciaron de un día para otro, literalmente, en un momento en que la oferta de centros laicos y de diseño se está multiplicando en Pamplona, con varios proyectos de envergadura aún en marcha.

Los responsables de las residencias estaban desconcertados. Por un lado, veían que la situación iba alargándose mientras se acercaba el final del curso, que las universidades permanecían cerradas y las habitaciones vacías, con el consiguiente perjuicio económico. Y, además, nadie sabía cómo iba a ser la vuelta a clase en septiembre. ¿Virtual? ¿Quizás semipresencial? ¿Presencial? Optar por una u otra modalidad podía condicionar la demanda de alojamiento y, en consecuencia, la marcha de sus negocios.

Pamplona dispone de 2.000 plazas en residencias y colegios mayores. Una oferta que, en 2022, se prevé aumentar un 35 %.

Actualmente, Pamplona dispone de 2.000 plazas para universitarios en residencias y colegios mayores. Una oferta que, en 2022, se prevé aumentar un 35 % con 714 nuevas camas, repartidas en tres nuevas residencias ya proyectadas.

La incertidumbre sobre el próximo curso no se ha despejado del todo, pero las residencias consultadas por NavarraCapital.es ya se preparan para afrontarlo. Y lo hacen con actitudes dispares entre sus responsables, que van desde el optimismo a la inquietud. Entre los primeros cabe citar al promotor Stoneweg, que ha puesto en marcha el proyecto para transformar el antiguo AC Hotel Ciudad de Pamplona. La empresa confirma que no se usará exclusivamente como residencia universitaria: «Acogerá gente durante todo el año en los regímenes habituales de un hotel”.

Las obras, que corren a cargo de la constructora VDR, se iniciaron el pasado lunes, 1 de junio, con la entrada en acción de maquinaria para derribar los tabiques de la planta baja. Está previsto que los trabajos finalicen en el plazo de solo cuatro meses, en septiembre, porque “se aprovecha la estructura general del hotel anterior y se hacen nuevas todas las zonas comunes y algunas habitaciones exclusivas en la planta ático”. Podrá acoger hasta un máximo de 148 personas.

LAS RESERVAS

“Tenemos reservadas las 67 plazas de las que disponemos para el próximo curso”, indica María Victoria Vidaurre, directora de la residencia femenina María Emilia Riquelme. No obstante, «seguimos en la incertidumbre». Por eso, está preparando «varios escenarios y pensando en un curso que vaya a desarrollarse con cierta normalidad”. Vidaurre añade otros factores de duda, como el grado de apertura de las fronteras o la existencia de posibles rebrotes de la enfermedad.

«Seguimos en la incertidumbre. Por eso preparamos varios escenarios, pensando en un curso que se desarrolle con cierta normalidad».

Desde el 13 de marzo, la residencia ha estado vacía, a excepción de dos jóvenes que no pudieron retornar a su país y pasaron la cuarentena en ella, pero también se han marchado ya.

“Solo admitimos estudiantes, está descartado alojar a otros inquilinos”, señala la directora del centro al ser preguntada sobre la posibilidad de abrirlo a otros clientes ante la ausencia de los habituales. “Estamos aprovechando para desinfectar a fondo y prepararlo todo de cara a los protocolos de seguridad sanitaria que, como es lógico, vamos a mantener”, concluye.

Su discurso, con ligeras variantes, lo repiten el resto de responsables de residencias. Es el caso de Eva Igoa, directora de la residencia Los Abedules, optimista ante el futuro porque, tras tener ocupadas las 258 plazas en septiembre de 2019 para el curso que termina ahora, lleva “la misma dinámica de reservas que el año pasado en estas mismas fechas”. Espera, por lo tanto, que nuevamente se llene. Eso sí, incide en la incertidumbre reinante porque el sector depende de “cómo se organicen las universidades”, a lo que suma las circunstancias derivadas de la evolución de la pandemia y su influencia en el desarrollo del próximo curso.

En la residencia Los Abedules han permanecido tres estudiantes Erasmus que no pudieron marcharse a sus respectivos países al cerrarse las fronteras. Por lo tanto, ha permanecido abierta y eso ha permitido que los residentes más próximos hayan recuperado parte de los objetos que dejaron “aquel 13 de marzo, en el que todo fue tan radical”. El centro tiene licencia para funcionar también como albergue, pero las incógnitas que rodean al sector turístico son tantas como las que tiene ante sí la enseñanza universitaria. Y, por eso, Eva Igoa se muestra cauta: “Vamos a ver cómo empieza a comportarse el turismo”.

La residencia Los Abedules, que dirige Eva Igoa, luce una vacío inusual.

La residencia Los Abedules, que dirige Eva Igoa, luce una vacío inusual.

La situación en el Colegio Mayor Roncesvalles es peculiar porque está siendo remodelado. Un proceso que ya se inició el año pasado, que continuará durante un tiempo y que reduce su capacidad de acogida prácticamente a la mitad, de forma que solo oferta 52 plazas. Así lo explica su directora, Ana Amillano, quien indica que las previsiones a futuro son las de completar el aforo. Sus inquilinas son estudiantes de la Universidad de Navarra, a la que está adscrita la residencia y con cuyo rectorado mantienen reuniones constantes: “Nos van dando pautas a todos los colegios mayores para adaptar criterios y protocolos comunes. El objetivo es unificar esos criterios e ir todos de la mano”.

«No somos hostelería ni hotelería, estamos entre uno y otro y eso hace que no haya unos criterios claros”.

El colegio mayor fue inaugurado hace 54 años y, por primera vez, está vacío en estas fechas. Una circunstancia que favorece tanto el desarrollo de las obras como su acondicionamiento a las normas de seguridad sanitaria que será necesario aplicar el próximo curso. “Nos resulta algo complicado por el hecho de que ejercemos una actividad que no está adscrita a un sector concreto. No somos hostelería ni hotelería, estamos entre uno y otro y eso hace que no haya unos criterios claros”, apunta Ana Amillano.

INQUIETUD

Carlos Ventura, director de la residencia universitaria Carven, indica que no han dejado de trabajar “telemáticamente o a través de correos”. Y desde el 1 de junio, se preparan presencialmente para un próximo curso del que habla con inquietud: “Por parte de las familias hay prudencia y miedo a que, de aquí a septiembre, pueda pasar algo o a que, una vez comenzado el curso, nos manden otra vez a casa. Así que van tomando contacto con nosotros, pero estamos todos a la espera”.

«Por parte de las familias hay prudencia y miedo a que, de aquí a septiembre, pueda pasar algo o a que, una vez comenzado el curso, nos manden otra vez a casa».

El recelo proviene de la posibilidad de que en septiembre no se reanuden las clases con una cierta normalidad, según cómo evolucione la pandemia en los meses de verano. “Económicamente sería un desastre. Que finalizara en marzo el curso hizo daño, pero apenas han sido dos meses. El problema sería que en octubre nos mandasen a todos a casa. Eso sería un auténtico desastre», insiste.

Solo una de las 60 habitaciones de la residencia está ocupada, concretamente por una alumna de México que aún no ha podido regresar a su país. El resto están vacías después de que se hayan marchado, escalonadamente y “como han podido”,  varios alumnos de Latinoamérica que se vieron obligados a pasar en ella el confinamiento. “Se fueron los estudiantes para quince días. Fue el primer anuncio y dejaron muchas cosas en sus habitaciones. Así que, aunque los pisos están vacíos, hay enseres debido al confinamiento, que se alargó”, explica el director de Carven.

«Que finalizara en marzo el curso hizo daño económico, pero apenas han sido dos meses. Si en octubre nos mandan a casa, sería un desastre económico».

También se muestra preocupada María Tainta, supervisora de la residencia Araxes. Para ella, “la perspectiva se ve un poco negra», aunque confía en que los alumnos finalmente vengan a la capital navarra.

La situación originada por la pandemia ha obligado a su equipo a variar la preparación para el próximo curso. Y, en este sentido, tuvo que anular durante algunas semanas las visitas de las familias para conocer el alojamiento, circunstancia que se repite en el resto de residencias.

Los alumnos salieron precipitadamente, pero con la confianza de que el confinamiento iba a durar quince días. Por eso, como en otros centros, dejaron allí casi todas sus pertenencias. Al igual que en Carven, la residencia emitió certificados para que pudieran venir a recoger sus cosas quienes viven en comunidades cercanas (País Vasco, La Rioja y Aragón). Pero las del resto seguían ahí y eso suponía un problema: “Aprovechamos para hacer tareas de mantenimiento, lo que se ha podido, porque la mayoría de las habitaciones estaban ocupadas de enseres. Una situación horrorosa. Y sería peor si el próximo curso no se iniciase con normalidad”.

De todas ellas, solo la Residencia Los Abedules y la que acogerá el antiguo Ciudad de Pamplona reciben a clientes que no son estudiantes universitarios, por lo que el resto depende exclusivamente de cómo vayan evolucionando la pandemia y, en consecuencia, las directrices oficiales en materia educativa. Los representantes de los centros confían en que la situación se estabilice y en que no haya pasos atrás porque, de lo contrario, su futuro sería muy complicado. Además, admiten que la reinvención en su caso es «muy difícil«, teniendo en cuenta que la competencia crece cada día.

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